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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El trágala de la autonomía militar

La autonomía y el apoliticismo militar que algunos miembros de las Fuerzas Armadas propugnan, son, para el autor de este artículo, conceptos muy peligrosos y que quizá, objetivamente, puedan llegar a equipararse con posturas golpistas.

La vergüenza, como el miedo, es libre; cada cual se avergüenza de lo que quiere. Uno la siente crecer cuando lee cosas como un reciente informe de Le Monde acerca del Ejército español y el Gobierno actual, publicado, para mayor soflama, en primera página: "La cuestión militar... eufemismo emplea do para designar la amenaza la tente que pesa sobre la democracia...". Uno se niega al miedo, pero le quema el ludibrio de que, en el más prestigioso periódico de Europa occidental, a 1983 in fine, se escriba esto de España. Y le parece exiguamente convincente explicarlo como una reedición o apéndice de la leyenda negra, redivivo Antonio Pérez.Escribía Amando de Miguel hace poco que la Academia de la Lengua tendrá que recoger alguna vez el irónico sentido del adjetivo "fáctico" referido al poder de hecho, y más estrictamente fáctico en cuanto sinómimo de castrense. Juan Beneyto ha hablado de "ámbitos fácticos" para referirse a los círculos militares. El diario Madrid fue volado, entre otras razones, porque sus galeradas empezaban a popularizar tal sinonimia. Tanto tercermundismo es lo que avergüenza.

Sé que muchos militares españoles rechazan cualquier poder fáctico de los ejércitos distinto al de la defensa nacional bajo las órdenes del Gobierno constitucional. Pero hay otros que reclaman la autonomía militar (y, al decirlo, no hago de juez, sino de notario). Y, siendo la mayor mentira justamente la mitad de la verdad, no es posible omitir en el acta qué los autonomistas son primos hermanos, cuando no gemelos, de los golpistas. Dicho en otros términos, la pretendida autonomía equivale, objetivamente, al programa de mínimos de quienes han llegado a la amarga conclusión de que no resulta hacedero -hoy por hoy, mañana ya se verá- aplastar la Constitución de 1978 bajo las cadenas de los carros de combate.

Al decir objtivamente no es por adorno, ya que existen algunos autonomistas cuya intencionalidad subjetiva no es prístinamente poner un cinturón de castidad política al Estado y al Gobierno para tenerlos bajo control, sino mantener al Ejército apartado de las contingencias y altemancias partidistas. Se trata de profesionalistas apolíticos, frecuentemente con alta calificación y competencia profesional, preocupados de que el Ejército se contamine de polución politiquera. De Gaulle ha descrito muy bien sus sentimientos en El filo de la éspada (último capítulo, El político y el soldado). Mas, ¡ay!, estos hombres pierden de vista no sólo que tutto é político, que el poder estáen la punta de los fusiles, etcétera, sino que España no es Holanda o Suecia, que aquí llevamos casi dos siglos con el, Ejército inmiscuido de hoz y coz en la política interna y que detener esta inercia (acelerada a tope con la guerra civil y la última dictadura) constituye casi la primera necesidad política de hoy, en cuanto condiciona todas las demás. Y esto es una cuestión tambiénde patriotismo, para que España fio vuelva a ser el gatuperio de Europa occidental.

Por eso, a uno se le erizan los cabellos cada vez que un mando militar, en una jura de bandera o en un salón del trono, omite en su discurso la obediencia al Gobierno, que, según el artículo 97 de la Constitución, dirige la política interior y exterior, la administración militar y la defensa del Estado. Por eso es preciso y urgente que la justicia castrense cumpla el artículo 117.5 de la misma, así como la disposición final 111, punto 2, de la ley orgánica 9/1980, homolgándose (y esto es responsabilidad de los legisladores) con la justicia militar de los países de Occidente. Por eso es considerablemente grave (también objetivamente) que los ejércitos españoles mantengan estrechísimas relaciones -visitas y condecoraciones incluidas- con dictaduras militares enemigas mortales de la democracia, repudiadas por sus pueblos, responsables de miles de desapariciones, asesinatos, torturas y condenas atroces (que incluyen a muchos compañeros de armas, como Juan José Torres, Liber Seregni, Bachelet o Prats); dictadúras repudiadas, además mayoritariamente, por los representantes del pueblo español. ¿Acaso puede ser un 9jército autánomo,de su pueblo?

Demonio familiar

José Fortes y Restituto Valero han explicado cómo la autonomía operativa exigida por la acción de conjunto y la rapidez de respuesta de unas FF AA modernas tiende a desbordar convirtiéndose en autonomía funcional en el sentido más amplio, lo que amenaza trasmutar aquéllas de ináirumentos de poder en sujetos de poder, con ciertas características de clase en cuanto sujetos de intereses, lo cual deriva en una vida propia, una función autodefinida y unos fines al servicio de sí mismas. En resumen, la sustitución progresiva de su razón de ser por su ser, en palabras de Valero y Fortes.

La autonomía, por otra parte, genera su propia autejustificación, acentuando los peligros de conflicto e incidiendo en la carrera de armamentos, cuyo losange, ya se sabe, apunta al infinito. Si tal tiende a suceder en cualquier ejército moderno (véase, en los papeles del Pentágono, cómo algunos militares situados en puestos clave orientaron la información para empujar el intervencionismo en Vietnam), calcúlese la propensión en un país donde la intervención militar forma parte del folklore nacional, a manera de un verdadero demonio familiar (que de éste habló poco Franco).

Escribe Von Baudissin que el Parlamento de Bonn, al instituir el Ejército federal, partió de la idea de que el elemento político penetra en todo lo militar y que, en consecuencia -tal como había enseñado Clausewitz- lo militar debe estar sujeto a lo político; "de lo contrario, dominaría el militarismo y la autarquía del aparato". Y sigue: "El distanciamiento del Ejército del Estado y la Constitución..., la concepción apolítica de sí mismo del cuerpo dirigente militar... trajeron consigo consecuencias funestas para la historia de Alemania...". Esto lo dice un antiguo oficial del Estado Mayor de Rommel y ex alto mando de la OTAN.

Si alguien gusta de más referencias, puedo titarle una de Ricardo de la Cierva -en declaración a la revista Reconquista, líder del pensamiento integrista castrensehace ya algún tiempo. Decía De la Cierva (y lo cito porque este señor, rapsoda de las loas castrenses, es poco sospechoso de antimilitarismo) que el mayor defecto o exceso, en el orden práctico, de los militares españoles es "encerrarse en una especie de complejo de aislamiento y tender a constituir ( ... ) una especie de Estado dentro del Estado". Decía De la Cierva, no Manuel Tuñón o Sergio Vilar.

es capitán del Ejército.

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