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Tribuna
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Repetición

Rosa Montero

Tengo los dedos entumecidos de tanto escribir sobre el aborto. Tengo la boca seca de tanto argumentar inútilmente. Me repito, lo sé, y estoy cansada. Apenas me queda algo más que mi desesperación ante lo injusto. La irracionalidad y el fanatismo antiabortista es un agujero negro y nos devora.¿Por dónde empezar? El asistir a tanta tergiversación me deja ronca. Los estrictos acaparadores de la vida dicen en sus panfletos que abortar no es como sacarse una muela. No, por supuesto que no lo es, no manipulen ustedes atribuyendo a los proabortistas una ligereza de juicio semejante. Nosotros -nosotras- sabemos mejor que nadie de los dolores y tinieblas del aborto: por eso queremos legalizarlo, para aliviar su espanto.

Los antiabortistas confunden la vida celular con la vida humana, la potencialidad de desarrollo del embrión con el hecho en sí de ser persona. Defienden escandalizadamente la vida de una brizna de materia, de un feto de apenas un centímetro, y desdeñan las muchas y distintas muertes que con su postura pueden acarrear en la vida de las madres. No entiendo cómo pueden ser tan crueles.

Me extenúa esta batalla, este repetir las obviedades. ¿He de referirme una vez más a las viejas discusiones eclesiásticas sobre la animación de los embriones femeninos? ¿O quizá a la dispensa papal que permitió tomar pastillas abortivas a aquellas monjas misioneras que fueron violadas en Africa? No tengo ya ni alientos para ironizar, se me han agotado los sarcasmos. Los antiabortistas hacen manifestaciones, dibujan niños crucificados, publican un comic lleno de bebés troceados, acuchillados, descuartizados. Yo podría hablar de muchas mujeres muertas por someterse a abortos clandestinos. De niños no queridos y maltratados, de úteros desgarrados, del corazón de la desdicha. Puestos a salpicar sangre, los proabortistas tenemos mucha más sangre que vengar. Cadáveres adultos y reales. Un cargamento de miseria.

Con la legalización no se obliga a nadie a abortar. Ni siquiera creo que aumente el número de personas que lo hacen: tan sólo menguarán las carnicerías clandestinas.

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