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Libertad de desinformar

Para los corresponsales extranjeros que han venido a Chile en este mes, muchos de los cuales confiaban reportear el colapso de un régimen al que han combatido con infatigable saña, la realidad que ofrece el país, tan opuesta a sus expectativas, les resulta a veces intragable. En cierto modo se sienten presos en sus propias exageraciones. Sus lectores -y sobre todo sus mandantes, los propietarios de los medios de comunicación foráneos que los remiten aquí- no les creerían si contaran la verdad desnuda y simple. A los más comprometidos no les queda otro camino que continuar falseándola. Los restantes, por razones obvias, prefieren no nadar contra la corriente.Se comprende entonces que la Prensa mundial siga desdibujándonos y sus titulares se carguen con las descripciones más sombrías. Por cierto, Le Monde, el inefable EL PAIS, de conocidos propietarios, y demás "formadores de la opinión mundial" no hicieron menos.

Si se recopilara una antología de todo lo que se ha escrito sobre Chile en el exterior en estos 10 años, el público chileno lo estimaría un infundio, no la creería posible. Realmente abisma de qué modo se ha ido cayendo en una verdadera perversión desinformadora, que aqueja incluso a aquellos medios internacionales más respetables y tradicionalmente objetivos.

, 16 de septiembre

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