El filósofo Xavier Zubiri falleció ayer, a los 84 años, y será enterrado hoy en el cementerio civil de Madrid
Su obra ha sido considerada como una de las más sólidas del pensamiento español del siglo XX
El filósofo español Xavier Zubiri, autor de obras tan importantes como Sobre la esencia y Naturaleza, Historia, Dios, murió ayer antes de la siete de la tarde de un paro cardíaco. A esa hora se registró su entrada ya cadáver en la clínica de la Concepción de Madrid. A las cinco, el prestigioso filósofo sufrió una hemorragia intestinal, y su esposa, Carmen Castro, decidió ingresarle en la clínica. Zubiri sufría un carcinoma intestinal desde hacía cuatro años. Tenía 84 años. Fue sacerdote, regresó al estado laico por propia voluntad y practicó prácticamente todas las vertientes del saber humano. Cuando falleció estaba con él su esposa, hija de Américo Castro, maestro de intelectuales españoles de este siglo. A visitar la capilla ardiente: acudió enseguida el presidente de la Real Academia de la Lengua Pedro Laín Entralgo.
Xavier Zubiri será enterrado hoy a las dos de la tarde en el cementerio civil de Madrid. A las diez de la mañana se abrirá la capilla ardiente en el aula magna de la Fundación Jiménez Díaz, sita en la misma clínica de la Concepción. Ayer por la noche se encontraban acompañando a la viuda algunos sobrinos del pensador, así como su amigo el presidente de la Real Academia de la Lengua, Pedro Laín Entralgo, que se encontraba profundamente afectado.Antes de esta crisis en la que ha fallecido, Zubiri había sido operado satisfactoriamente de una oclusión intestinal, ocasionada por un cáncer de colon, hace cinco años. Hace ocho meses sufrió una nueva intervención quirúrgica, esta vez de próstata. Su estado de salud en los últimos días era bueno.
Había nacido en San Sebastián en 1898. Muy pronto logró la cátedra de la universidad de Madrid, donde profesó hasta 1936. En 1941 fue, durante dos cursos, profesor de la universidad de Barcelona, hasta que se retiró de la docencia oficial pasando a impartir cursos privados subvencionados por uno de los grandes bancos españoles. Aquélla fue, en no pocos sentidos, la primera muerte de Zubiri, de quien sólo se podría saber, a partir de ese momento, por publicaciones muy esporádicas. No es extraño que el artículo sobre Zubiri en el Diccionario de filosofía contemporánea, dirigido por Miguel Ángel Quintanilla, contenga apenas unas líneas y termine con una frase lapidaria: "En los medios académicos de la filosofía más conservadora española y sobre todo en Madrid goza de gran prestigio. Su influencia sobre las corrientes más vivas de la nueva filosofía actuales prácticamente mila".
Los motivos por los que Zubiri abandonó la docencia fueron durante mucho tiempo comentados, sin que se consiguiera saber a ciencia cierta cuáles fueron. Zubiri, que era sacerdote, se había desplazado a Roma -"por ahí anda Zubiri enseñándole teología al Papa" dicen que comentó el entonces embajador español ante el Vaticano-, para pedir a Pío XII, con quien le unía una buena amistad, la secularización y poder así casarse con la hija de Américo Castro. La petición le fue concedida, pero los círculos académicos de la univerisdad de Madrid, primero, y de Barcelona, después, consideraron fuera de toda norma aceptar que un ex sacerdote utilizara una cátedra que, según éscribiera el jesuita padre Guerrero en la revista Razón y fe, "sólo puede ser o púlpito o barra jacobina". Zubiri prometió no volverjamás a poner los pies en la Universidad.
Zubiri publicaría, en los últimos tiempos, la trilogía sobre la Inteligencia humana. Era la última obra si no ha dejado otras, de un trabajador que empezó publicando por primera vez en 1923, a los escasos 25 años, Ensayo sobre una teoría fenomenológica del juicio, su tesis doctoral, en la que aparecen ya dos de los elementos más influyentes en su obra: el pensamiento griego, del que Zubiri tenía un profundo conocimiento, y el pensamiento que conmueve la Europa de principios de siglo, con Husserl y Heidegger.
Un gesto ético
Su trabajo posterior está vinculado a su actividad académica, produciéndose un parón en coincidencia con el abandono de la cátedra, gesto fundamentalmente filosófico, por ético. De una eticidad radical que tuvo posterior continuidad en José María Valverde, cuando fueron apartados de la docencia José Luis López Aranguren, Tierno Galván y García Calvo. Conviene recordar que Valverde era entonces, como afortunadamente vuelve a ser, catedrático en la universidad de Barcelona, la misma en la que se había producido el gesta de Zubiri.Entre 1923 y 1942 escribe La idea de naturaleza: la nueva fisica (1934), Dios y la deificación en la teología paulina (curso impartido entre 1934 y 1935), ¿Qué es saber? (1935), En torno al problema de Dios (1935-1936), Sócrates y lafilosofia griega (1940), Ciencia y realidad (1940), El acontecer humano: Grecia y la pervivencia del pasado filosófico y Nuestra situación intelectual (1942), ensayos todos ellos recogidos en el volumen Naturaleza, Historia, Dios, publicado en 1944.
Desde 1944, en realidad 1942 si nos atenemos a la fecha de escritura última, y su siguiente aparición pública, pasan veinte años. Se publica entonces Sobre la esencia, uno de los libros capitales del filósofo. Al año siguiente aparece Cinco lecciones de filosofía, texto en el que se repasa la idea de filosoria en Aristóteles, Kant, Conite, Bergson, Husserl, Heidegger y Dilthey. Estas lecciones fueron precisamente el fruto de diversas charlas y conferencias impartidas. en los años inmediatamente anteriores en el Servicio de Estudios y Publicaciones del Banco de Urquijo.
Zubiri profesó siempre una admiración abiertamente confesada por la filosofía de Edmund Husserl, a quien consideraba una de las cabezas más poderosas de la historia de la filosofía. También, aunque a un nivel muy distinto, admiraba y conocía la obra de Martin Heidegger. Ésa es, además de su propia aportación filosófica una de las herencias que mejor se aprecian en el pensamiento filosófico español contemporáneo.
Con frecuencia se ha intentado explicar la situación de la filosofía española actual a través de la curiosa teoría de la generación espontánea. Con este tipo de análisis es imposible entender la aportación de Zubiri.
Sin embargo, es imprescindible, si se desea comprender su papel, al margen de las simpatías que su obra merezca, tener presentes las diversas etapas que se producen en la filosofía española de posguerra, de las que, una más, pero no la menos importante, es su polémica con los mal llamados escolásticos, supuestos seguidores de Tomás de Aquino, con quien en realidad no guardaban más relación que el uso de su nombre como presunto abanderado de una cruzada contra el racionalismo al que se llegó a acusar de ser "el origen del comunismo y de la segunda guerra mundial".
Hay también un segundo elemento a considerar como aportación de Zubiri a la filosofía española actual: la academia escolástica se resquebraja, por primera vez, debido a la penetración en las aulas, a principios de los años sesenta, de Husserl, Heidegger y Max Scheller. Había en la lectura de estos autores el resonar de la influencia de Sartre y del existencialismo francés, pero también la herencia de la labor desarollada en los años inmediatos a la guerra -anteriores y posteriores- por hombres como Zubiri y Ortega, en Madrid, y por Xirau y García Bacca en Barcelona.
Babelia
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