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La lluvia hizo olvidar la guerra en Yamena

Antonio Caño

ENVIADO ESPECIALLos católicos de Yamena llenaron el domingo, como de costumbre, la iglesia de la capital chadiana. Hay más de 250.000 bautizados en Chad que cumplen reglamentariamente los preceptos religiosos. La misa africana es una sucesión del folklore más tradicional y cantos religiosos en los que se piden las cosas más elementales. Hay menos rigor ortodoxo que en Europa, pero también más sencillez y espontaneidad. Poco después llegó la lluvia que hizo olvidar la guerra.

Los religiosos nativos ofician la ceremonia y dirigen los cantos. El sacerdote europeo sólo es protagonista de los momentos culminantes del rito. En la iglesia el único símbolo destacado es una cruz hecha a mano con dos troncos retorcidos. Un pequeño altar cubierto por un mantel blanco es todo lo demás. Este local hace ahora en Yamena las veces de la antigua catedral, una preciosa muestra de arquitectura africana con el interior a base de arcos de madera, que fue destruida en la guerra de 1980.

Las plegarias del domingo pasado fueron esta vez atendidas. Poco después de las tres de la tarde, un viento que por minutos amenazó la indefensa infraestuctura de esta ciudad anunciaba la caída de un diluvio sobre Yamena. El agua, único aliado contra el hambre, llegó a la capital de Chad, al final del mes de las lluvias, a la manera africana: por sorpresa.

Los comerciantes corrieron a poner bajo techo sus bellísimas telas de algodón, las naranjas verdes, los cacahuetes y las bananas; los ciclistas apretaron el paso para encontrar un refugio, y todos miraron complacidos la caída del más precioso líquido de este país.

En Yamena, una ciudad inimaginablemente llana, la lluvia tiene también su lado negativo. Los barrios pobres quedan convertidos en pantanos intransitables, paraísos de mosquitos y sapos y focos de enfermedades. Varios pueblos quedan incomunicados durante meses porque la lluvia destruye cada año las carreteras de tierra que los unen con la capital.

Paracaidistas en la discoteca

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Pero, por ahora, la lluvia ha devuelto la esperanza a los chadianos y ha hecho olvidar los combates. Después de tres semanas de tregua, la población de Yamena sólo se acuerda de la guerra porque camiones cargados de militares zaireños cruzan veloces las calles y porque la discoteca de moda, el Pachá Club, está repleta de paracaidistas franceses, con la cabeza rasurada y vestidos de paisano.Ministros, funcionarios, diplomáticos, policías y todos los que pueden pagar las 500 pesetas que cuesta la entrada se reparten la pista de baile al ritmo del disco más vendido en Gabón, música caribeña con letras revolucionarias, y Police. De cuando en cuando, la dueña francesa apaga, algunas luces y pone música de Simon y Garfunkel y Julio Iglesias, que aprovechan los europeos para entablar relación con las bellas nativas.

El whisky y el coñá importado de Camerún circulan generosamente, junto a la deliciosa cerveza local Gala, casi imposible de diferenciar de una cerveza alemana.

A la salida, un montón de manos hambrientas golpea la ventanilla del coche, suplicando, con mirada estremecedora, unas monedas.

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