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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La gran empresa no crea empleo

En primer lugar el subsidio de paro no acoge a todos los parados, lo que supone una injusta discriminación. En segundo lugar, el elevado coste de las prestaciones de desempleo -estimado por José Barea en 462.000 millones de pesetas para 198 1, un 2,6% del PIB- produce unos efectos no deseados que agravan la situación en lugar de mejorarla. Muchas empresas desaparecen al no poder soportar la carga querepresenta1a financiación de los subsidios, con lo que el paro- aumenta, cerrándose el círculo vicioso.Pero hay más. Al parado no se le exige nada por cobrar la prestación (aunque la reciente Orden de 9 de mayo de 1983 apunta tímidamente en este sentido, indicando que se podrá exigir un trabajo de colaboración social a los trabajadores desempleados). El resultado es que los conocimientos se olvídan y las habilidades se pierden, dentro de un clima de desmoralización general. Actualmente, en la Comunidad Económica Europea están en pafo uno de cada cuatro trabajadores potenciales menores de 25 años. En algunos países como Italia, Dinamarca y los del Benelux, está sin trabajo uno de cada tres.

Esta situación invita a aprovechar cualquier oportunidad que brinde la economía subterránea, donde al menos esta degradación de las facultades humanas no se produce. Resulta curioso leer que en España, frente a uños 2.200.000 parados se estima en más de un millón el número de trabajadores sumergidos (Faustino Miguélez, EL PAÍS, 21-5-1983). La emergencia de la actividad subterránea es un objetivo importante que pasapor la disminución de los impuestos y, sobre todo, por la flexibiliza .ción del mercado de trabajo.Quién crea empleo

Por supuesto, la gran empresa no lo crea. En los últimos 10 años las 1.000 mayores empresas norteamericanas no han creado ningún puesto de trabajo. Sólo en 1981, las 1.620 mayores empresas españolas suprimieron, en conjunto, 25.000 puestos de trabajo, según las conocidas estadísticas de la revista Fomento de la Producción. Esto tiene su lógica; las grandes empresas fabrican productos en serie, estandarizados, que han llegado a la madurez dentro de su ciclo de vida. Los procesos de fabricación de estos productos pueden ser automatizados o robotizados, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo.

En cambio, las pequeñas empresas sí crean empleo. En Estados Unidos asistimos al fenómeno de la aparición masiva de pequeñas empresas, muchas de ellas -las llamadas high techs- en sectores de alta tecnología como telecomunicaciones, electrónica, informática, bioingeniería, aplicaciones de los rayos láser, etcétera. En los últimos 10 años, las nuevas empresas americanas han creado tres millones de empleos sólo durante 1981 aparecieron 587,000 nuevas pequeñas empresas. los núcleos más representativos están en Santa Clara, cerca de San Francisco -el mítico Silicon Valley, en Palo Alto, en los alrededores de la universidad de Standl'ord y en la carretera 128 de Boston, cerca del Massachusetts Institute of Technology. Esta creación de empleo se explica porque los productos nuevos, fabricados en series todavía cortas, se caracterizan por una baja intensidad de capital, siendo la mano de obra cualifícada el componente fundaniental. Resulta paradójico que en Estados Unidos los nuevos empleos aparezcan en industrias que requieren poco capital, aunque al misino tiempo sean intensivas en cerebro.

En Francia, el nueiro ministro de Industria, Laurent Fabius, ha dado un viraje de 180 grados respecto a la política de su predecesor Jean Pierre Chevenément, basada en las grandes empresas, instrumentando una seriede medidas para facilitar la aparición de nuevas empresas, básicarriente exenciones fiscales y créditos baratos. En el Reino Unido, un editorial. de The Economist considera que la tarea más importante para el nuevo Gobierno va a consistir en propiciar la aparición de pequeñas empresas.

En España, a pesar (le la crisis, hay un cierto dinamismo empresarial; entre 1975 y 1981 se abrieron más -de 100.00,0 nuevos - establecimientos industriales -mientras se clausuraban 54.000-, creándose más de 670.000 nuevos puestos de trabajo, mientras se perdían unos 400.000. Todo ello sin tener en cuenta los nuevos puestos de traba-

subterráneos. Pero a diferencia de lo que ocurre en América, por regla.general se trata de empresas con tecnologías convencionales: construcción, metal, madera... Casi no aparecen la electrónica, la informática y los demás sectores punta. El¡ o evidencia una vez más el bajo nivel tecnológico de nuestro país, auténtico cuello de botella que frena nuestro desarrollo.

De todo lo anterior se deduce que toda política tendente a favorecer a las PYMES será importante para luchar contra el paro. En este sentido considero positiva la reciente línea de crédito para apoyar las inversiones y el capital circulante de las pequeñas; y medianas empresas, subvencionando los tipos de interés.

Las pequeñas empresas, sobre todo las innovadoras, crean empleo y podrían crear mucho más. Pero el pequeño empresario, a pesar de que esté agobiado por exceso de trabajo -y hay muchos en esta situación, incluso en tiempo de crisis- teme contratar, porque sabe que si disminuye su. cartera de pedidos no podrá despedir, o el despido le saldrá muy caro, dada la rigidez existente. A pesar de la tendencia liberalizadora de las últimas medidas (contratación temporal, de trabajo en prácticas, a tiempo parcial, etcétera), el sistema laboral español continúa siendo uno- de los más rígidos de Europa.

Creo que las medidas indicadas, de apoyo financiero a las PYMES y de creciente flexibilidad laboral, van en la buena dirección, pero son todavía insuficientes. Urgen acciones más directas. Hace falta ayudar a las empresas para que utilicen la mano de obra que precisen. Esta ayuda podría consistir en una subvención, total o parcial, a la empresa para el empleo de un determinado número de trabajadores -tal vez un determinado porcentaje de la plantilla actualdurante un período de tiempo, por ejemplo, de 12 a 1,8 meses. Transcurrido este tiempo la empresa podría prescindir de estos trabajadores si no los necesita o bien incluirlos en su plantilla, en cuyo caso podría solicitar más trabajadores en paro subvencionados en el período siguiente. En resumen, se trataría de incintivar a las empresas para que creen empleo, transformando las subvenciones a los desempleados en ayuda a las PYMES. La gestión de estas subvenciones debiera llevarse a cabo de la forma más descentralizada y personalizada posible.

Las ventajas de esta propuesta son las siguientes: aumento de la producción, mantenimiento en activo del capital humano, afloramiento de empresas subterráneas, interés de los trabajadores en crear realmente su puesto de trabajo". Todo ello sin olvidar el aspecto más importante: posibilitar el derecho de cada hombre al trabajo.

Por otra parte, es sabido que los empresarios se resisten a la reducción de la jornada porque ello supone un aumento de los costes. Estas subvenciones a las empresas podrían actuar como colchón, haciendo posible el mantenimiento o el aumento del excedente empresarial al tiempo que se reduce progresivamente la jornada de trabajo. Se iría cumpliendo el objetivo de "trabajo para todos, pero durante menos horas". Es evidente el sentido solidario de una medida de este tipo. Realmente el problema del paro es muy complejo. Es dificil que aparezcan soluciones brillantes o respuestas originales. Sin duda ha ría falta precisar más la propuesta anterior y estudiar su financiación, cosa que desborda el marco de este artículo. Por supuesto no es la unica actuación posible. Pero en todo caso no parece peor ni más distorsionadora que el sistema de administración del paro seguido actualmente. En el fondo, se trata ría de una flexibilización indirecta del mercado de trabajo y de un in tento de recuperación del exce dente empresarial.

Me consuela que una propuesta de este tipo venga avalada por las ideas de algunos economistas im portantes. Por ejemplo, de Alfred Sauvy, con quien tuve-oportunidad de discutir ampliamente estos temas. Sauvy tiene muy claro que no debe concederse ningún subisidio de paro sin contrapartida, y que hay que ayudar precisamente a las empresas que trabajan a plena capacidad, en lugar de hacerlo a las que están en crisis. O de David Foster, quien propone en el Reino Unido acciones de este tipo centradas en el fomento de la innovación tecnológica y la subvención directa al. empleo en las PYMES. O de E. F. Schumacher, defensor a ultranza de las virtudes de la pequeña empresa.

Pere Escorsa es catedrático de Economía de la Escuela de Ingenieros Industriales de Gijón.

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