La nutrición en la edad avanzada
Las personas de edad avanzada constituyen en la actualidad el grupo de población cuyo número aumenta más rápidamente en los países más desarrollados. En Estados Unidos, las personas de más de 65 años constituían solamente un 4% de la población en 1900 y un 10%, en 1982. El costo de la asistencia médica de este grupo de personas representa en estos momentos algo más del 50% del gasto total de asistencia médica del Gobierno federal (Simopoulos, 1982). Se calcula que para el año 2000 la población americana de 65 años en adelante será el doble de lo que era en 1960, y que para el año 2030 representará un 20% de la población americana total.En España, los mayores de 65 años constituían un 10% de la población total en 1970, y es de suponer que esta proporción vaya en aumento, si se tiene en cuenta que, según los datos del Banco Mundial (1981), la esperanza de vida en este país ha pasado de 68 años en 1960 a 73 años en 1979.
Nutrición inadecuada
Las personas de este grupo de edad (65 años en adelante) muestran con frecuencia signos de nutrición inadecuada, hecho bien documentado por numerosas publicaciones. Tales manifestaciones se deben en parte a factores socioeconómicos y en parte a la presencia de enfermedades.
El bajo poder adquisitivo de estas personas les impide disfrutar de una dieta satisfactoria. Las personas de edad que viven solas, por diversos motivos, son con frecuencia incapaces de prepararse comidas apropiadas, aunque puedan adquirir los alimentos necesarios para ello. Esto da lugar a que muchas de ellas consuman dietas monótonas, compuestas por un, número limitado de alimentos, con el consiguiente peligro de no contener cantidades adecuadas de todos los nutrientes esenciales.
Los problemas dentales que aquejan a muchas personas de edad contribuyen a limitar la variedad de las dietas por ellas consumidas, eligiendo de preferencia alimentos de fácil masticación. Es interesante señalar a este respecto que según los estudios de mercado llevados a cabo en Estados Unidos, las personas de edad consumen una elevada proporción de preparados destinados a la alimentación infantil. La adquisición de estos productos se justifica diciendo que son para los nietos Los preparados anunciados como alimentos para las personas de edad gozan, en cambio, de poco favor entre dichas personas, quienes no parecen sentir mucho entusiasmo por identificarse con el grupo de edad al que pertenecen.
Son numerosas las personas de edad que padecen enfermedades crónicas, por ejemplo, enfermedades del aparato digestivo, que pueden dificultar la utilización de los nutrientes esenciales contenidos en los alimentos. La medicación continuada a la que algunas de estas personas están sometidas, para el tratamiento de las enfermedades que padecen, puede contribuir también al desarrollo de deficiencias nutritivas. La considerable experiencia adquirida en los últimos 10 años indica, en efecto, que algunos de los medicamentos actualmente empleados, por una variedad de mecanismos, son capaces de alterar la utilización de ciertos nutrientes esenciales, dando lugar al desarrollo de deficiencias nutritivas, aunque la dieta consumida por el sujeto pueda considerarse adecuada, según los criterios actualmente vigentes.
Todo lo dicho indica que las diversas manifestaciones de nutrición inadecuada observadas en las personas de edad, se deben más a razones socioeconómicas y médicas que a una posible elevación de las necesidades de nutrientes esenciales de los miembros de este grupo.
Carecemos de información suficiente para evaluar con exactitud las necesidades nutritivas de las personas de edad, a las que podemos considerar clínicamente sanas. Son pocos los estudios realizados en los que se haya descartado inequivocamente la posible influencia de factores patológicos y hay aún menos información en lo que respecta a personas de más de 75 años. Por ello, no es posible documentar adecuadamente el efecto que el envejecimiento fisiológico (es decir, no complicado por enfermedad) pueda tener sobre las necesidades nutritivas del ser humano.
2.700 calorías al día
En el momento actual se admite, en consecuencia, que las necesidades de nutrientes de las personas sanas de más de 65 años no difieren esencialmente de las establecidas para los adultos más jóvenes. Las necesidades de energía, por otra parte, están disminuidas, principalmente como consecuencia del más bajo nivel de actividad física. Este hecho se reconoce en la reciente edición de la recomendaciones dietéticas de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (1980). Para los varones de 23 a 50 años se recomienda un consumo medio de 2.700 kcalorías/día, cifra que se reduce a 2.400 kcalorías/día para lo de 51 a 75 años, y a 2.050 kcalorías/día para los de 76 años en adelante.
No disponemos de información suficiente para comprender de modo, satisfactorio la naturaleza del proceso de envejecimiento y tampoco podemos definir con precisión, en estos momentos, las relaciones entre el estado de nutrición y dicho proceso. En el estado actual de nuestros conocimientos es evidente que no poseemos la capacidad de detener el progreso del envejecimiento por medios dietéticos ni de producir por dichos medios la regresión de los cambios que el paso del tiempo produce en nuestro organismo. Es preciso insistir en ello, para no fomentar en las personas de edad esperanzas infundadas que sólo favorecen al charlatanismo y la propaganda inadmisible de regímenes alimenticios supuestamente capaces de devolver la juventud a tales personas. Como ha escrito recientemente RivIin al resumir los estudios realizados acerca de las relaciones entre el consumo de ciertas vitaminas y minerales y la salud de la población de edad avanzada en Estados Unidos (1982): "Lo más que realmente podemos esperar en el momento actual es que la nutrición, en combinación con otras medidas, contribuya a retrasar la aparición de enfermedades específicas, alargando el período de vida libre de enfermedad y contribuyendo así a mejorar la calidad de la vida de las personas de edad".
El proceso de envejecimiento y la duración de la vida están determinados por factores genéticos, pero la velocidad con que dicho proceso se desarrolla es susceptible de ser modificada por factores ambientales, uno de ellos es la alimentación. Cabe, pues, esperar que las manipulaciones dietéticas que, como he dicho, no son capaces de detener el inexorable proceso del envejecimiento, puedan contribuir, sin embargo, a retrasar la aparición de sus manifestaciones.
Limitar los alimentos
Hace unos 40 años, Mc Cay y sus colaboradores demostraron en ratas que una cierta limitación de la cantidad de alimento consumido durante la primera época de la vida da lugar a un aumento apreciable de la duración de ésta, y dicho fenómeno ha sido confirmado por otros investigadores en diversas especies animales, roedores principalmente. En el estudio realizado por Stuchlikova y colaboradores (1975) con ratas, ratones y cobayas sometidos durante dos años a diversas manipulaciones dietéticas, la menor duración de la vida correspondió a los animales a los que se permitió comer libremente durante los dos años de observación. La mayor duración de la vida se observó en los animales sometidos a una restricción de alimento durante el primer año y que comieron libremente durante el segundo. Del mismo modo, Ross y Bras (1975) observaron en ratas una relación inversa entre la duración media de la vida y la cantidad de alimento elegido y consumido espontáneamente por los animales. Los animales que consumieron por término medio 24 gramos por día de la dieta elegida, mostraron una vida media inferior a 600 días, mientras que los animales que consumieron 18 gramos por día mostraron una vida media superior a 700 días. Note el lector que 100 días de vida de rata equivalen a algo así como de 7 a 10 años de vida humana.
El análisis estadístico de los datos de Ross y colaboradores indica que es posible predecir con razonable exactitud la duración de la vida de las ratas, si se conoce el peso y el consumo alimenticio de los animales antes de que éstos alcancen los 150 días de edad.
Todos estos experimentos indican que el efecto de la restricción alimenticia sobre la duración de la vida depende de varios factores, tales como la intensidad y duración del período de restricción y el inomento en que ésta se aplica.
El mecanismo de este efecto se lia relacionado con la influencia que la restricción dietética ejerce sobre la velocidad de crecimiento. En un experimento de Goodrick con ratones (1978), la velocidad de crecimiento mostró una correlación negativa con la duración de la vida. Estas observaciones hacen recordar la idea expresada por Aristóteles hace 2.500 años, según la cual la duración de la vida de una especie animal es un múltiplo constante para todas las especies, de la duración del período de crecimiento. Dicho de otra manera, las especies que crecen más deprisa y alcanzan rápidamente el tamaño adulto tienen vida más corta que aquéllas que crecen más despacio y tardan más tiempo en alcanzar dicho tamaño.
Por razones fáciles de comprender, carecemos de información adecuada para evaluar el significado de la restricción alimenticia sobre la duración de la vida humana. En este momento no está justificado en modo alguno deducir de los experimentos mencionados conclusiones aplicables a nuestra especie. En todo caso, es evidente que los datos que acabo de referir deben servir de acicate para tratar de obtener información acerca del efecto que las prácticas alimenticias, durante los primeros años de la vida, puedan tener sobre la duración de la vida humana. Es muy posible que la prevención de las enfermedades degenerativas, que constituyen la principal causa de muerte en las personas de edad en el mundo actual, deba comenzar en la primera época de la vida para ser eficaz.
El estudio de las relaciones entre nutrición y envejecimiento ha despertado un notable interés en muchos países, singularmente en Estados Unidos. Los fondos destinados por los institutos nacionales de Sanidad de dicho país a las investigaciones de nutrición, ascendieron en 1980 a 139 millones de dólares. De ellos, 8,2 millones se destinaron específicamente a subvencionar estudios sobre las relaciones entre nutrición y envejecimiento.
El Departamento de Agricultura de Estados Unidos, que desde principios de siglo patrocina extensamente los estudios de nutrición humana, ha creado el año pasado un nuevo centro de nutrición, específicamente destinado al estudio de las relaciones entre nutrición y envejecimiento. Esta institución ha sido construida en la universidad de Tufts, en Boston (Massachusetts), y su objetivo principal es el estudio de las necesidades nutritivas de las personas de edad. El efecto del envejecimiento sobre las necesidades de vitaminas y minerales, el metabolismo de estas substancias en las personas y animales de edad avanzada, las relaciones entre metabolismo proteico y envejecimiento, los cambios bioquímicos del cerebro en relación con la edad y las relaciones entre el metabolismo de los lípidos y el desarrollo de la aterosclerosis.
Es de esperar que los resultados de estas investigaciones permitan mejorar el estado nutritivo. de las personas de edad, y que contribuyan a la prevención de las enfermedades de la edad avanzada, así como a una mejor comprensión de la naturaleza del proceso de envejecimiento.
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