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Byron, poeta y 'tragamillas'

En 1983 no ha habido Mundiales, pues se disputan justamente en el intermedio de cada dos Juegos Olímpicos. En 1982 tuvieron como escenario Guayaquil (Ecuador). Por ello, esta temporada, la 16ª edición de los Campeonatos de Europa, junto a las competiciones en que están presentes los norteamericanos, son la última gran cita natatoria antes de los próximos Juegos.La natación, tan antigua también como la humanidad, sólo comenzó a practicarse como modalidad deportiva de competición a mediados del siglo XIX. Curiosamente, aunque griegos y romanos, y muchos otros pueblos de la antigüedad, tenían a gala saber nadar, tanto para el ocio como para la guerra -cruzar ríos o atacar desde el mar era habitual-, no hubo competiciones natatorias en los Juegos Olímpicos antiguos como ocurrió en atletismo. Las grandes distancias privaban y no eran fácilmente programables. Cabe recordar que César se salvó a nado tras el sitio de Alejandría.

Los primeros nadadores de fama no fueron de piscina, sino de mar. Los conocidos tragamillas. El poeta Lord Byron fue el primer gran nadador de los tiempos modernos. En 1810, junto a su amigo el lugarteniente Enkehead, cruzó en una hora los 1.960 metros escogidos en un lugar del estrecho de los Dardanelos (el antiguo Helesponto) para imitar a su colega Leandro que, según la leyenda, nadaba diariamente de Abydos a Sestos para ver a su amada, la sacerdotisa Hero. En una ocasión, agotado, se ahogó, y Hero se suicidó. Byron, pese a su cojera fue un gran fondista -atravesó el Tajo en otra exhibición- y ya en 1818, con 30 años, nadó de la isla de Lido hasta más allá de Venecia, por una apuesta. Tardó más de cuatro horas. Sus dos rivales, abandonaron.

La travesía del Canal de la Mancha es el precedente más cercano. La larga lista de vencedores la encabezaron el soldado francés Saletti, por pura necesidad, en 1815, tras huir de Dover, donde estaba preso después de Waterloo; y el capitán inglés de marina mercante, Webb, primer intento oficial con éxito. Ambos, con su estilo de braza rudimentario, se hubiesen asombrado de que niñas de doce años, como la inglesa Samantha Druce crucen en 15 horas y media.

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