Los ojos oblicuos de un idiota
Se dice, y se dice bien, que las grandes novelas tienen poca fortuna en cine, que las películas basadas en ellas soportan mal el cotejo con el texto literario original. Entre Los hermanos Karamazov de Dostoievski y el filme de Richard Brooks hay un abismo, que hace de éste algo insignificante si se le compara con el monumento literario que le da pie. Lo mismo puede decirse de una literal versión soviética de El idiota y de la versión también rusa y también literal de Crimen y castigo, ambas intragables.En estos casos" los cineastas miran reverenciales a la novela e intentan lo imposible, que es reproducirla mediante imágenes. Pero una película es otra cosa que una novela, no una traducción del relato y la composición literaria a otro lenguaje, sino otro relato y otra composición, que obedecen a los ritmos, cadencias y formas específicas de otra expresión distinta de la literaria. Y es precisamente esta condición de otras respecto de la novela original lo que hace que, en los antípodas de las dos citadas versiones reverenciales rusas, haya una admirable versión de Crimen y castigo -como es Pickpocket, de Robert Bresson- y una rara e intensa recreación en cine de El idiota por el japonés Akira Kurosawa.
Cristianismo y paganismo
En cierta manera resulta paradójico que un cineasta de las característas de Kurosawa, narrador extravertido y de horizontes libres, poseedor de una prodigiosa sensibilidad para la captura y creación de espacios abiertos -ahí están sus formidables tragedias sobre escenarios ilimitados, como Los siete samurais, Rashomon y Dersu Uzala- se sumerja en el mundo enclaustrado, en los interiores crepusculares del dostievskisno príncipe Michkin. Pero más paradójico aún es que un hombre de ética y estirpe pagana, como indudablemente es Kurosawa, se mueva a sus anchas, como un tigre en un monasterio, dentro de ese buceo en el pozo sin fondo de la moral cristiana que es El idiota, en cuanto indagación atormentada, febril y epiléptica de un diálogo abismal entre la santidad y la barbarie o, si se quiere entre el amor como fuente de bondad y el amor como fuente de crimen.La paradoja, no obstante, se desvanece cuando se indaga en las raíces del filme y se comprueba el raro ajuste del estilo de Kurosawa con las características, aparentemente contrarias, del relato de Dostoievski. Kurosawa, en su película, descubre sin apenas forzamientos en la adaptación, que el complicado y atroz debate que Dostoievskí construye en El idiota entre las figuras del místico Michkin y su brutal antagonista es, de paredes adentro, el mismo que Kurosawa ha buscado y rebuscado siempre en. toda su vibrante aventura cinematográfica de paredes hacia fuera en las salvajes y exultantes leyendas de su país.
Un ilustre miope consideró, a raíz del estreno de El idiota, que la película trivializaba el debate moral y literario y que, frente a éste, resultaba ingenua. Quien dijo esto me temo que sabía de literatura, pero que no tenía idea de cómo hay que ver cine, y menos aún el cine de Kurosawa, que es mucho más complejo de lo que a primera vista parece. El ritmo cadencioso del filme, su fidelidad a la estructura del relato literario, hay instantes en que observa una brusca e intensa mutación y discurre a través de inesperadas variantes, en las que Kurosawa hacer eventar la acción ética interior y la. exterioriza en comportamientos visibles, con extrema violencia y sinviéndose siempre de formas filmicas puras, sin equivalente literario.
El resultado es complejo, difícil de ver -el filme dura casi tres horas-, pero, para quien considere el cine corno algo más que un puro pasatiempo, apasionante. A su manera, Kurosawa descubre en este monumento de la literatura europea un punto de encuentro para uno de los motores subterráneos que mueven su cine: que hay dos opciones morales, dos actitudes primordiales, dos culturas y hasta dos patrias irreconciliables en el inútrior de cada hombre, y que esa forma febril y superior de vida que llamamos pasión consiste precÍsamente en el encuentro y la convivencia imposible de estas dos pulsiones íntimas que recípramente se destruyen.
Todo el cine de Kurosawa gira alrededor de este descarnado diálogo entre lo sublime y lo brutal, entre la isla y la solidaridad, entre el éxtasis y el crimen. De ahí la comodidad con que Kurosawa puso ojos oblícuosa la pasión y muerte de un eurepeo de nuestro tiempo.
El idiota se emite mañana, a las 21.45, por la segunda cadena.
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