Más de un siglo bajo la tutela militar
El general Efraín Ríos Montt se hizo cargo del poder en Guatemala tras el golpe de Estado incruento de los jóvenes oficiales del 23 de marzo de 1982.Era el cuarto golpe de los militares en los últimos 30 años y el nuevo presidente lo justificó con la necesidad deponer orden tras el fraude electoral de pocos días antes.
Desde que, en 1839, se constituyó en república independiente, los militares se suceden, salvo contadas excepciones, de una forma o de otra en el poder en Guatemala.
Ríos Montt no participó, en un principio, en el golpe de 1982, que derrocó al general Romeo Lucas. Su subida al carro de los vencedores se produjo cuando los autores de la operación le llamaron para formar parte de un triunvirato junto al general Horacio Maldonado y el coronel Gordillo.
El trío gobernó conjuntamente varios meses hasta que Ríos Montt desplazó a sus dos compañeros en el poder. Anteriormente, el propio Ríos Montt había sido candidato presidencial de la Democracia Cristiana en las elecciones que tuvieron lugar en 1974.
El derrocamiento del general Romeo Lucas, realizado con el fin de "acabar con la corrupción", hizo renacer la esperanza de que la nueva Junta se encaminara hacia un régimen democrático.
Las declaraciones de Ríos Montt sobre la integración en la Junta de Gobierno de varios elementos civiles y sus alusiones a una eventual convocatoria electoral "en cuanto la situación del país lo permita", le dieron el apoyo de algunos de los partidos políticos y la simpatía de importantes sectores de la población.
Pero, una vez más, las expectativas no se cumplieron y el general Ríos Montt tuvo que hacer pronto frente al descontento, por un lado, de los sectores políticos y, por el otro, de los propios militares, sobre todo de los influyentes sectores ultraderechistas, que se materializaron en varios intentos de destituirle.
El último tuvo lugar en abril de este mismo año. O el penúltimo, porque, en junio, las declaraciones del ex triunviro Gordillo -pidiendo la dimisión de Ríos Montt- y su inmediato paso a la clandestinidad, pusieron al descubierto las disensiones en el seno de las Fuerzas Armadas, además de avivar los rumores sobre otra posible intentona golpista.
Poco después, el presidente decretó el estado de alerta en todo el país en un intento de contrarrestar la creciente tensión y la falta de apoyo.
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