Adiós, Dalí, adiós
El último duelo a primera sangre, como los duelos románticos, que deja uno tras de sí, después de la season, es el de Dalí/Tàpies, que, como las "violentas polémicas" que a mí se me atribuyen, no son sino tristes monólogos, ya que yo nunca contesto, pues por contestar no se cobra. Adiós, Dalí, adiós, ahora que me abro hacia sus costas de un realismo alucinatorio, que es ya surrealismo, hacia sus mares parados porque han perdido su memoria de ola. El gran abstracto Antoni Tàpies, a lo que se ve, no ha entrado o no ha querido entrar en el gran juego -los cursis dirían "tarea", y los fascistas, "servicio"- de recuperación penínsular en que estamos todos, y donde nos es tan necesaria la imaginación de Dalí, que hace el copismo irónico de la peor pintura museal, metiéndole dentro anarquía y cachondeo, a más de mucha cultura, como la abstracción inteligente, fría, progresiva, mental/emocional de Antoni Tápies. Los franceses son los franceses, y Tápies lo sabe mejor que yo, porque no tiran nunca nada, y Sartre se molestaba en escribir sobre Montherlant como Gide sobre Claudel. Nuestra cultura y nuestra historia son unas cosas de "usar y tirar", como las deliciosas y pueriles lencerías de papel de una amiga mía. Cela o Delibes, tras cuarenta años de elaboración literaria, no cuentan con un solo libro de crítica rigurosa y estudiosa por parte de nuestros grandes lingüistas, lexicógrafos, lexicones o lo que sean. Aquí los científicos del idioma sólo escriben del duque de Rivas, "afamado caballista", como le plastificó Juan Ramón Jiménez.
Somos un conjunto de señorazgos culturales, mayorazgos literarios, tribus alcarreflas y lunas periféricas; somos un pueblo de pueblos, tradicionalista e ignorante de sus tradiciones, conservador que no sabe conservar, y cuando quiere salvar algo, tiene que llamar al restaurador.
Vienen los suspectos periodistas extranjeros a una gran galería madrileña para hacer un reportaje sobre Dalí, y en seguida aclaran que sólo les interesan, a efectos periodísticos, los Dalís falsos. No buscan el pintor, sino el escándalo. La España apócrifa. (Los galeristas se negaron, llenos de dignidad profesional y cultural) Siguen buscando Dalís falsos, dictadores tercermundistas y curas Merino, cuando casi todos los curas son postconciliares. Reagan llamó a Felipe y Guerra "jóvenes nacionalistas". Este socialismo ribereño sólo pueden leerlo como un nacionalismo casi caribeño. Alfonso Godoy, lector de este periódico, todavía escribió ayer una carta perpleja sobre/contra el artículo de Tàpies. Para mí, la pintura en estado puro, como se encuentra la penicilina en el hongo, es la pintura abstracta, y Tàpies da flor de ello al mundo, pero en lo que estamos hoy, y parece que está Tápies, es en una labor de recuperación nacional, mediante diversos Ministerios de "regiones devastadas" por cuarenta años de franquismo, más la guerra. Hay que "reencantar" esta sociedad, como dice mi admirado Areilza, y unos se reencantan con Tàpies -yo mismo-, y otros con Dalí, I'm sorry, admirado maestro. No les interesa a los cazadores extranjeros de iberismos sino el Dalí falsificado, como un día -ay- les interesará el Tàpies falsificado. Quedamos ante el mundo, maestro Tàpies, por nuestras falsificaciones.
Les interesa mayormente le España falseada, la Carmen de Merimée, que no estuvo nunca en España ni se benefició ninguna Carmen. Y, mayormente, la Cataluña falseada, como una Provenza de pan y tomate. Les hemos maleducado. Restauración /regeneración se llama lo de hoy. Un proyecto colectivo que sería impresentable sin Tàpies. Pero irreconocible sin Dalí. Adiós, Dalí, adiós, ahora que me voy, como su perro de copista, a dormir "bajo la piel del agua, a la sombra del mar".
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