Rosado y doctor

Dicen que el doctor Rosado anda a la fuga: los jueces han dictado orden de busca y captura contra él por malvender ilusiones y defraudar esperanzas. La tendencia humana a la frustración está en relación directa con la capacidad de fantasía de cada cual. Cuanta más imaginación tengas, más condenado estás a la desdicha, porque compones mentalmente rutilantes futuros de colores y exiges que la realidad se adapte a tus proyectos. Lo cual es una soberana estupidez, porque ya se sabe que la vida es más mezquina que el deseo.Lo que ocurre es que corren tiempos chatos en los que la imaginación es imposible. Ahora las fantasías son inducidas y vendidas como saldo; el proyecto de felicidad social es una birria que pasa por coinprar un vídeo, por ejemplo, o por parecerse estéticamente a las lampiñas modelos publicitarias, a esas mujeres de vinilo. Son unos ensueños tan tediosos que las desilusiones son también grises y amorfas. Por no tener no tenemos ni frustraciones excitantes.
Bueno, pues el doctor Rosado es eso, es el representante perfecto de esta fantasía sucedánea, un vendedor de dicha en versión cutre, un mamporrero de ilusiones. Se dió a conocer a través de televisión, que es el medio ensucia-sueños más potente, y nos abrumó con su brillante sonrisa de ortodoncia, sus remedios de mago chapucero, su aire de príncipe azul del Reader's Digest. Aprovechando la fama, abrió una cadena de locales en los cuales se expendía felicidad de pelo en pelo, con el Definite Depilation Therapy. Ni un vello más, decía Rosado y doctor, el insensato. Y añadía que si la depilación no daba fruto, devolvería el dinero a la clientela. Muchas mujeres acudieron al llamado del rosado porvenir del doctor ídem. Muchas mujeres pusieron sus peludas pantorrillas en sus manos, y su credulidad, su vida, su esperanza. Qué futuro de piel sin vello, de bienaventuranza interior les prometía.
Después resultó que no era cierto, que los pelos persistían, como persiste la desdicha. La frustración es peor cuando es ridícula. La estafa del doctor no reside en no devolver lo que ha cobrado, sino en encanallar los sueños y en abaratar las fantasías.
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