Vacas en Scotland Yard
Douglas Hickox es un director de cine que tiene un apellido que se presta a insensatas confusiones. En cambio, su cine, si nos atenemos a este Brannigan que hoy resucita la televisión, no tanto. El filme es del género policiaco, tiene elementos del llamado suspense, quiere tener humor, y juguetea con algunos otros elementos de los empleados por Hitchcock. Pero el parentesco entre ambos se queda ahí, en querer y no poder por parte de Hickcox.La trama, aunque tiene, sobre todo al final, algunos recovecos típicos del thriller, es bastante elemental, y,su eficacia se basa en el juego de toma y daca entre un policía a la americana, John Wayne-Jim Brannigan, y otro a la inglesa, Richard Attenborough-Sir Charles Swann, lo que da pie a que británicos y estadounidenses ingenuos se diviertan con los choques de acentos, idiomas y estilos de comportamiento de ambos personajes. Un filme, pues, de consumo casero, un sainete bastante localista, incrustado en un argumento de corte negro. La cosa se queda a medio camino de todas partes y, por consiguiente, no llega a ninguna.
Lo más interesante del filme es, evidentemente, el duelo interpretativo entre Wayne y Attenborough, ahora mundialmente famoso como director, por su Gandhi, pero en realidad un excelente actor de la mejor escuela británica, que tuvo memorables actuaciones en filmes muy populares. Por ejemplo, recuerden al oficial inglés responsable de las fugas del campo de concentración nazi en la trepidante película La gran evasión, de John Sturgess.
El resto del reparto, con alguna incrustación norteamericana, como la de Mel Ferrer, es básicamente inglés, lo que suele ser una garantía de que las cosas que se ven en la pantalla están bien hechas y dichas. El pistolón de Wayne, entre los supuestamente flemáticos polizontes de Scotland Yard, es otro elemento de humor local, como lo es la propia presencia en Londres del viejo actor centauro, que entra en los silenciosos pubs londinenses con aire de quien cruza una cantina del Oeste, y que parece caminar por los pasillos y aceras de la City levantando polvo de pradera en busca de sus vacas perdidas.
En realidad, es éste el principal aliciente del filme, su carácter de reliquia, pues se trata de una de las últimas actuaciones de Wayne, ya que la película se realizó en 1975. La vieja mole del actor conserva aún su rara ironía, que aprendió bajo la tuerta mirada de John Ford, y siempre resulta gozoso verle, aunque aquí más por lo que evoca del pasado que por lo que hace, que es bastante rutinario, como esos refritos que los grandes divos hacen de sí mismos en la decadencia.
Brannigan se emite hoy a las 22.30 por la primera cadena.
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