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Terence Todman, embajador de EE UU en Madrid, se despidió ayer oficialmente

Terence A. Todman se despidió ayer como embajador de los Estados Unidos en Madrid en el curso de una recepción ofrecida en su residencia madrileña del paseo de la Castellana, coincidente con la conmemoración del 207º aniversario de la declaración de independencia de su país. A Todman le sustituye Thomas O. Enders, que llega desde la misma plataforma de secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos que anteriormente ocupó Todman. Cuando Enders estuvo en Madrid, en enero, fue presentado como un duro, pero su cese, sin embargo, se atribuyó a su carácter de blando en relación con la política Reagan para Centroamérica.

Todman ha estado al frente de la representación diplomática norteamericana desde el 20 de julio de 1978, fecha en que presentó sus cartas credenciales al rey luan Carlos I. Sustituyó en el cargo a Wells Stabler, que estuvo en el puesto de 1974 a 1978, período durante el que se cioncluyó el Tratado de Amistad y Cooperación de 1976 firmado por José María de Areilza y Henry Kissinger en Madrid. El nombramiento de Todinan para la embajada originó una fuerte polémica. El Consejo para Asuntos Hemisféricos protestó "por su carácter altamente conservador" y la Prensa recordó un informe donde pedía "menos retórica y un acercamiento más equilibrado hacia las dictaduras latinoamericanas" (ver EL PAIS del 9 de abril de 1978). Según esas versiones las diferencias con Vance y el enfrentamiento con el número dos, Warren Christopher, le habrían obligado a pedir el cese como secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos.Esta polémica previa no interfirió su gestión altamente positiva para los intereses de su país en España. El diario The Washington Post le definió el 8 de abril de 1978 como un hombre "moderado, pragmático y destinado a alcanzar resultados prácticos". Terence A. Todman ha cumplido ese destino manifiesto. Ahí queda el Convenio de Amistad, Defensa y Cooperación firmado en julio de 1982 y endosado por el Gobierno, del PSOE con la suma de un breve protocolo, que reitera las previsiones del texto pero ofrece un punto de satisfacción honorable a los socialistas. Tanto es así que el convenio, ratificado por procedimiento de urgencia en mayo, ha recibido elogios abiertos del nuevo Gobierno de Madrid, que "al asumirlo se ha visto en la necesidad de ensalzarlo mas allá de lo que cabría esperar de sus propios redactores", en frase de un diplomático con elevadas responsabilidades bajo la Administración de Calvo Sotelo. Ahí queda también la adhesión de España a la OTAN, tan querida por los Estados Unidos, concluida el 30 de mayo de 1982.

El exministro centrista de Asuntos Exteriores, José Pedro Pérez Llorca, reconocía a EL PAIS que su interlocutor norteamericano había demostrado ser persona amable, inteligente, buen conocedor de la realidad española, excelente defeásor de los intereses de su país y propenso a seguir dentro del entramado de Washington las tesis del Departamento de Estado no siempre coincidentes con las del Pentágono y otros centros de influencia. Uno de los más cercanos colaboradores del presidente Suárez señalaba ayer que si España tuviera embajadores como Todinan cambiarían las posibilidades de la acción exterior de nuestro país. "Todman", añadió, "ha sido un magnífico diplomático y espléndido valedor de los requerimientos norteamericanos no siempre coincidentes con los españoles".

El embajador Todman ha tenido un perfil muy polémico en ocasiones. Sus relaciones con la Prensa, en especial con algunas publicaciones, han pasado por momentos de grave tensión que paradójicamente han consolidado y prorrogado su misión en España. Cuando llegó a Madrid no había concluido la elaboración de la Constitución en el Parlamento. Ahora se marcha con un Gobierno socialista en la Moncloa. Es decir, con la vacuna definitiva que deja a salvo de cualquier infección las relaciones hispano-norteamericanas y con plenas garantías para la presencia de las fuerzas militares de la primera potencia occidental en suelo español, cualquiera que sea la suerte reservada al futuro de Madrid en la OTAN.

En medio, hubo de atravesar trances tan comprometidos como el golpe de Estado del 23-F y encarar la ira suscitada por aquellas primeras declaraciones de Haig, el secretario de Estado, que se limitó a considerar aquello "como un asunto interno".

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