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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sorpresas italianas

Los ITALIANOS han burlado a sus ordenadores y han producido alguna sorpresa en los resultados electorales; la clase política, a su vez, tendrá que burlar a los italianos y volver a formar un Gobierno pentapartido -democristianos, socialistas, socialdemócratas, republicanos, liberales- como el que había cuando fueron disueltas las cámaras. La sorpresa principal es que la deriva del voto ha sido más enérgica de lo que se esperaba en el castigo a la DC, y menos favorable al PSI de lo que éste suponía. En tomo a un 15% de los italianos ha variado de voto con respecto a 1979: no es una cantidad excesiva, teniendo en cuenta la velocidad de mutación de las sociedades y las oleadas de cambio en otros países europeos (Alemania Occidental, el Reino Unido, Francia, España). Algunos de estos votos mutantes han ido simplemente a la abstención o a la papeleta en blanco (recomendada por los radicales), superiores a las de 1979. Casi la mitad ha abandonado a la DC; a muchos les ha parecido demasiado a la izquierda -o débil, o escandalosa- y se han marchado al MSI -neofascista o, más exactamente, fascista-, que ha aumentado su porcentaje en dos enteros. Hay quien atribuye esta ventaja al voto-protesta o voto-negativo, pero tiene algún significado mayor: el del crecimiento de una cierta respuesta de personas que temen,que los cambios sociales y de costumbres que se producen más allá de lo que los Gobiernos permiten pueden percibirlos como un caos y buscan respuestas enérgicas.La transmisión de votos en sentido contrario afecta escasamente, como queda dicho, al partido socialista en un entero. Una frustración. Craxi lo capitaliza como puede, agarrándose por los pelos a un porcentaje casi calvo, para indicar que su partido sigue siendo el tercero, pero que de los dos que le preceden, uno, el comunista, apenas se ha movido, y el otro se ha venido relativamente abajo; es decir, que su presencia en la coalición debe ser más fuerte que antes. No cesa en sus aspiraciones a presidir el gobierno. Pero tiene enfrente a los republicanos, los primeros del grupo laico, que han crecido en votos y lo explican como el resultado de una aprobación a la gestión de Spadolini, el primer presidente del Gobierno fuera de la DC, que aspiraría a prolongar la experiencia.

La inmovilidad virtual del PCI es otra sorpresa. Sus pérdidas son de decimales; sus escaños son prácticamente los mismos, cuando se esperaba una merma considerable. Su situación está en el cogollo de la irrealidad política italiana: quedando a decimales de la DC, y con 198 escaños en la Cámara, sigue aislado y cercado, en su eterno purgatorio. Se sabe cuáles son las razones interiores y exteriores, pero a pesar de ellas el hecho de que el segundo partido, que representa un tercio de la población, carezca de cualquier peso gubernamental en pactos y alianzas desfigura el ideal democrático de la representación parlamentaria.

Con pérdidas y ganancias, el grupo laico varía muy poco de la anterior legislatura, salvo el premio a Spadolini y al Partido Republicano. En cuanto al fascinante Partido Radical pierde algo, quizá como consecuencia de su campaña de voto en blanco, quizá por una tendencia al voto útil que no puede representar, pero produce un acontecimiento de primera magnitud: la incorporación a la Cámara de Diputados de Toni Negri, que está en la cárcel. Negri, profesor universitario, fue atrapado en un movimiento policiaco contra los cerebros del terrorismo, acusado de conspiración contra la seguridad del Estado, pero sin juzgar. Esto es, en prisión preventiva. Sus votantes no han creído demasiado en las acusaciones y se plantea ahora un cierto problema jurídico: el de saber si Negri quedará automáticamente dotado de la inmunidad parlamentaria -puesto que la prisión es preventiva- y tendrá que salir de la cárcel para ocupar su escaño, o si las autoridades judiciales le negarán la libertad provisional y pedirán un suplicatorio.

Con todos estos resultados la previsión es la de un regreso a la coalición de cinco partidos, y la lucha está en quién lo puede presidir: si otra vez Spadolini, con lo que todo quedaría igual que antes, o por primera vez Craxi (con lo que quedaría justificada su maniobra de provocar la crisis y la disolución), o, en fin, una vez friás, la DC, a pesar de su moderado -derrumbamiento. En todo caso, aún con bastantes diputados y senadores menos, ahuyentada por parte de su público, mal afamada y desganada, la Democracia Cristiana sigue tirando del pesado carro de la República.

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