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Reportaje:

El dilema integral de la siderurgia

El sí o el no a la construcción de un nuevo tren de bandas en caliente divide las opciones sobre la siderurgia integral española. Su futuro puede encontrar hoy una vía de solución negociada en el seno de la comisión de seguimiento. Previamente, en una reunión informativa organizada por el Instituto Nacional de Industria, los representantes de la Administración, las empresas y los sindicatos expondrán sus posiciones en lo que puede ser un avance de si es posible un acuerdo o la reconversión del sector habrá de ser decidida el 1 de julio por decreto, como alternativa anunciada por el ministro de Industria y Energía, Carlos Solchaga. Sea como sea, la reconversión del sector pasa necesariamente por la reconversión de plantillas, que puede afectar hasta a 10.000 trabajadores y el coste para el Estado ascenderá a medio billón de pesetas.

Los obreros de Sagunto llevan a cabo hoy también su enésima movilización desde febrero, en contra del desmantelamiento de las instalaciones de cabecera y a favor de un nuevo tren de bandas en caliente (TBC), con una huelga general y una marcha hasta Madrid para manifestarse ante el palacio de la Moncloa. Paralelamente, una comisión de técnicos de Altos Hornos del Mediterráneo (AHM) proseguirá sus reuniones con representantes de las empresas y la Administración, iniciadas la semana pasada, en las que mantienen criterios dispares a los del Gobierno sobre la cuantía y el destino de las inversiones.El proyecto oficial sostiene que con la remodelación de los dos TBC existentes están garantizadas hasta el año 2000 las oportunidades de venta de bobinas calientes y productos derivados, que en 1990 serán de 4,2 millones de toneladas y de 4,7 millones en 1995. CC OO y los técnicos de AHM defienden, además, la construcción de un nuevo TBC, que por su avanzada tecnología tendría el efecto añadido de aumentar las exportaciones y reducir la importación. El sindicato proyecta unas oportunidades de Venta de 4,8 millones de toneladas en 1990 y de 5,4 millones en 1995, mientras que el informe de los técnicos prevé un consumo de 4,7 millones de toneladas dentro de siete años y de 5,4 millones en 1995. A ello, CC OO añade que, según la normativa CECA, la producción debe estar respaldada por una capacidad superior en un 20% para prevenir averías y otras incidencias en las instalaciones. La capacidad de producción conjunta de los dos TBC es de 3,1 millones de toneladas, que se incrementarán en un millón, tras su remodelación en 1985.

Apuesta de futuro

Las propuestas, aunque dispares, constituyen toda una apuesta de futuro, al decir de muchos expertos, pues en las circunstancias actuales no es fácil pronosticar el comportamiento de la demanda de aquí a 20 años. Si la atonía del consumo de acero persiste, la apuesta del Gobierno sería correcta, y aún estaríamos a tiempo para reequipar el sector. Si la demanda se desarrolla favorablemente, y para ello sus defensores aportan la evolución positiva de algunos índices como el de fabricación de automóviles, España se encontraría una vez más con una siderurgia no competitiva, en una situación dependiente con respecto a otros países, puesto que la remodelación de los dos TBC se quedará obsoleta en 15 años.

Lo que subyace, en el fondo, es que se trata de un sector estratégico, básico para la independencia económica de un país y para su desarrollo, y que requiere una enorme inversión sólo recuperable a medio o largo plazo. Las necesidades de financiación obligan a endeudarse fuertemente y ello refuerza la tendencia a la concentración de esta industria. Para ello, el Gobierno proyecta el crecimiento de Ensidesa y AHV, con instalaciones más modernizadas, y la jubilación por obsolescencia de la cabecera de Sagunto. Los sindicatos apoyan el mantenimiento de estas instalaciones y apuntan la alternativa de la nacionalización de Altos Hornos de Vizcaya (AHV) y el reparto del sector según los intereses nacionales y los centros de consumo.

La siderurgia integral española, apuntan unos, aunque necesita modernizarse, no está sobredimensionada, pues incluso es menor que la de Bélgica. De los 13 millones de toneladas de acero que se producen al año en España, sólo un poco menos de la mitad proviene de las factorías integrales, mientras en la CEE esta proporción se eleva al 80%. Hay quien apunta la estrechez de la demanda: mientras el consumo de acero por habitante y año es de 212 toneladas, en Europa alcanza las 350 toneladas. Si la reconversión de la integral es inaplazable, hubiera sido conveniente incluir en el mismo paquete al resto de la siderurgia.

La necesidad de invertir

Con una inversión de 256.887 millones de pesetas en siete años, la Administración pretende el saneamiento de la siderurgia integral española, su adecuación a la demanda y la eliminación del déficit creciente que arrastra el sector. A ello hay que añadir el coste de la reducción de plantillas, la creación de empleos alternativos y el desmantelamiento o paralización de instalaciones aún en período de amortización, lo que eleva a medio billón de pesetas el precio de la reconversión siderúrgica. Estas inversiones básicas y de reposición se distribuyen en 158.811 millones para Ensidesa, 84.776 millones para AHV y 13.300 millones para Altos Hornos del Mediterráneo.

En síntesis, el Gobierno prevé asegurar la demanda con la construcción de una nueva acería en Ensidesa -capaz inicialmente de producir tres millones de toneladas al año-, que sustituiría a tres de las cuatro actuales y la remodelación de los TBC de Ansio (Vizcaya) y Avilés. Si, finalmente, el Gobierno aceptara la construcción de un nuevo TBC, la inversión se elevaría a 298.887 millones. Los técnicos de AHM, que incluyen el nuevo TBC, rebajan la inversión a 258.922 millones, a cambio de renunciar a la nueva acería de Ensidesa y reforzar la cabecera de Sagunto. Entre sus argumentos, la modernidad de la LD II de Avilés, que no hace aconsejable su sustitución, y los 6.000 millones anuales que costaría mantener cerradas las instalaciones, de Sagunto, más otros 6.500 millones de cargas financieras y amortizaciones que habría que seguir pagando. Los sindicatos, no obstante, defienden la nueva acería de Ensidesa, como firmaron en los acuerdos de 1981, que también establecían un nuevo TBC para "alimentar el tren en frío de Sagunto".

La rentabilidad es opuesta según los objetivos de cada propuesta. El plan de la Administración concede al TBC una tasa de rentabilidad del 3,5% (en el supuesto de que no habría apenas mercado para su producción) y del 28,8% para los remodelados, cuya duración proyecta a 23 años. No cabe, según los técnicos, dar más de 15 años de vida rentable a la modernización de los trenes en caliente, por lo que su porcentaje desciende al 7,2%, frente al 16% del nuevo TBC (con suficiente cuota de mercado).

La expresión siderurgia integral esconde un enorme complejo industrial donde las baterías de coque y el sinter que aglomera el mineral de hierro alimentan el horno alto, que produce arrabio. Éste, a su paso por el horno Siemens o el convertidor LD, según los casos, se convierte en acero, que las máquinas de colada continua o los trenes desbastadores conforman en slabs, una especie de planchones de 200 milímetros de espesor, seis a nueve metros de longitud y diversos anchos. por otro lado se pueden obtener productos largos, como carriles, redondos y perfiles de construcción.

El tren de bandas en caliente tiene la misión de convertir los slabs en bobinas de chapa cuyo espesor puede ir de 1,5 a 16 milímetros. Una parte de esta chapa se utiliza para tubos de gran diámetro soldados y el resto pasa a un tren de laminación en frío (TLF), que hace los espesores finos y el acabado de chapa entre 0,2 milímetros (hojalata) y tres milímetros. La chapa utilizada para los automóviles oscila entre 0,7 y 0,8 milímetros. El proceso no termina aquí, y en una sideurgia pueden obtenerse hojalata, galvanizados y diversos recubiertos, pero sólo la integral tiene capacidad para trabajar desde el inicio, a partir de mineral de hierro y carbón.

La catedral siderúrgica

El proceso de concentración, la necesidad de abaratar costes mediante la automatización y la racionalización de la producción se

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hacen imprescindibles con la agudización de la crisis. Las catedrales siderúrgicas tienen su ejemplo en el modelo japonés de macrofactoría con producción integral en cascada, controlada por ordenador, con las diversas instalaciones situadas según el curso lógico de la producción y la reducción al mínimo de los transportes internos de material. Añaden lo que denominan planta costera marítima, donde los barcos mineraleros y carboneros descargan al lado de los parques. Los japoneses importan la materia prima.Los defensores de potenciar al máximo Ensidesa ponen sobre la mesa la modernidad relativa y la dimensión de sus instalaciones, pero sus críticos aducen el disparatado flujo de materiales entre sus plantas de Avilés, con distancias entre procesos de hasta siete kilómetros, por lo que han llegado a bautizarla como una "Renfe en pequeño", que precisa de 1.400 vagones y un cerebro electrónico que los coordine. Potenciar Veriña, dice, hubiera sido, desde ese punto de vista, más lógico. En Altos Hornos de Vizcaya es peor, si bien tiene una producción final de mayor valor añadido.

Las herencias del pasado

Los defectos de planteamiento encontraron su expresión hace años en un alto directivo de la siderurgia integral que siempre insistía en que "no hay que confundir una fábrica integral con una integración de fábricas".

Los defensores de Sagunto exponen que el 62% del consumo nacional entra en un radio de 400 kilómetros desde la factoría, que su puerto es el único perteneciente a la propia siderurgia y que puede servir de plataforma para la exportación a países mediterráneos. Los optimistas plantean que España puede exportar más acero sí dispone de plantas con tecnología punta, rentables, y que el consumo interior se expandirá. Eso, sin contar que las fábricas de automóviles radicadas en España importan el 75% de sus necesidades de chapa.

Los problemas de la siderurgia son también una cuestión de herencias. En 1982, Altos Hornos del Mediterráneo perdió 8.500 millones de pesetas, Ensidesa 20.650 millones y otros 10.000, aproximadamente, AHV, sin incluir las subvenciones estatales. Esta última empresa, de capital privado, donde US Steel tiene el paquete más importante, depende de los avales del INI para su subsistencia. Necesita, también ella, las inversiones del Estado para apuntalar su futuro.

La actual Altos Hornos del Mediterráneo es heredera de una siderurgia (Compañía Siderúrgica Mediterránea) fundada en 1917, que fue incautada por la República durante la guerra y cedida a AHV en 1940. En 1968, el Gobierno de la época concibió un proyecto faraónico de siderurgia integral, apoyado en el espectacular crecimiento del consumo de acero y como rúbrica destacada de los planes de desarrollo. Tres años después, siendo ministro José María López de Letona, la oportunidad fue concedida a la empresa privada, aunque desde 20 años antes existía Ensidesa, y se constituyó Altos Hornos del Mediterráneo, presidida por Juan Miguel Villar Mir. Con la crisis, en agosto de 1978, se decidió su adquisición íntegra por el INI.

La nueva empresa tenía proyectos ambiciosos: instalar un TBC, producir dos millones de toneladas en 1978 y llegar a seis millones en 1983. Actualmente, aunque su capacidad instalada ronda el millón de toneladas, produce 600.000 toneladas y no tiene TBC. Analizaron los costes de inversión (cabecera, 50%,; TBC, 30%-35%, y TLF, 20%-25%) y, al comprobar su contradicción con los valores añadidos de los productos (acero, 20%; chapa caliente, 30%; chapa fría, 50%), decidieron construir la casa por el tejado. En 1976 entró en funcionamiento el tren de laminación en frío (TU), el más moderno de los que existen en España. La IV siderurgia integral de Sagunto quedó reducida a la primera fase del proyecto, la última en el ciclo de producción.

Como no tiene TBC, Sagunto necesita enviar su acero a otras factorías para obtener bobinas de chapa caliente, servicio que en siderurgia se denomina maquila. Como produce menos acero que el que puede laminar, necesita también comprar. El coste de obtener una tonelada de chapa caliente es de unas 5.000 pesetas. La tonelada de maquila sale por 10.000, con lo que AHM pierde unos 3.000 millones de pesetas al año por no tener TBC propio. Según los técnicos de Sagunto, las toneladas de maquila enviadas a Francia y Bélgica, a pesar de pagar 1.500 pesetas de derechos aduaneros, salen 2.000 pesetas más baratas, con lo que, al parecer, Ensidesa y AHV sobrefacturan costes a Sagunto. Sus baterías de coque están averiadas y necesitan ser reconstridas, pero el coque -dicen- "nos sale a 22 pesetas, incluido el transporte, cuando a Ensidesa y AHV, nuestros proveedores, les cuesta 13".

De los tres hornos que tiene AHM, el construido en 1954, con capacidad para 290.000 toneladas, está fuera de servicio. De los dos restantes, uno entró en servicio en 1982, después de su reparación, y el otro tendrá su final de campaña el próximo año. Si en Sagunto se instala un TBC, es necesario reforzar su acería de cabecera, pues no parece lógico poder transformar dos millones de toneladas de acero en bobinas calientes cuando se producen 600.000. La construcción del TBC supone una inversión de 42.000 millones de pesetas, cifra prácticamente equivalente al coste de la remodelación de los dos existentes, pero entre éstos sólo aumentarán su producción en poco más de un millón de toneladas, la mitad de lo que puede producir el nuevo.

El problema del empleo

38.000 personas trabajan aún hoy en las tres empresas de siderurgia integral, aunque en los últimos años se han perdido unos 6.000 empleos. Ensidesa tiene una plantilla de 2.2.500 personas, pero en 1980 eran 26.100 y deberá, según los planes del Gobierno, descargarse de 5.000 más. AHV ronda los 11.500, 1.000 menos que en 1980, y le sobran aún 2.000. Altos Hornos del Mediterráneo, de acuerdo con las previsiones oficiales, reducirá en 2.200 sus actuales 4.050 puestos de trabajo.

En este terreno, todo está por negociar y para la UGT es imprescindible saber de antemano los puestos alternativos que se van a crear. Mientras el Gobierno, que en esto sí sigue el dictamen del informe Kawasaki, sostiene que a los empleos ya perdidos hay que añadir 10.000 más, las centrales hablan de reducir 4.000 y una vez estén realizadas las nuevas inversiones. El nuevo TBC aportaría poco más de 600 empleos. Todo depende de la cantidad de instalaciones que se sustituyan o se remodelen y de las industrias alternativas que se instalen, porque en algo todos coinciden, que las inversiones, necesarias, en la siderurgia integral suponen pérdida de puestos de trabajo.

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