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Crítica:El cine en la pequeña pantalla
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un bello melodrama

En los últimos años de su vida, el gran cineasta japonés Kenji Mizoguchi, muerto en 1956, hizo un esfuerzo de decantación de su estilo, forjado paso a paso desde la época del cine mudo. Algunas de sus más bellas películas, que son ejercicios magistrales de lirismo, de austeridad narrativa y de conocimiento de los canales por donde discurren las corrientes sentimentales del cine, proceden de entonces.El viejo Mizoguchi le tomó el pulso a los gustos de su pueblo, y en concreto, de la parte de éste que más se identificaba con sus filmes, y no dudó en abordar abiertamente el género melodramático, de gran demanda en el Japón. El retrato de madame Yuki, realizada en 1950, es exactamente eso, un modelo de melodrama, suavizado por el estilo de ancianidad de este cineasta.

El retrato de madame Yuki se emite hoy a las 22

00 por la segunda cadena.

Es proverbial la economía narrativa de los cineastas ancianos. Su sentimentalidad se encuentra tan a flor de piel que se diría que les basta con la primera mirada para levantar la piel de esa materia de carne viva con que se han forjado los grandes melos del cine clásico, y éste de Mizoguchi es uno de ellos.

El filme merece verse, aunque sólo sea para que el amante de este arte aumente sus conocimientos acerca de uno de los creadores más vastos y menos conocidos en nuestro país de la edad de oro del cine. El retrato de madame Yuki es una delicada película tardía de esta edad dorada del cine.

Una especie de intemporalidad rodea al filme, como esa extraña vibración que parece difuminar las líneas más nítidas y exactas de un cuadro de Leonardo da Vinci. Hay que aprender a ver el cine de Mizoguchi, cosa que no es fácil y que sólo se alcanza viéndolo, descubriendo poco a poco las peculiaridades de su tiempo lento y de su cadencia musical secreta. Es el cine de un poeta lírico, que requiere, para amarlo, afinamiento en la mírada del espectador.

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