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Negros

Manuel Vicent

A Madrid le faltan negros. Ahora mismo Madrid es una de las ciudades más excitantes del mundo donde cada día se sortea esa lotería de Babilonia que siempre toca. Aquí se puede recibir todavía un buen navajazo o ver una exposición de Modigliani, morir envenenado por un mejillón que te ofrece una marquesa, oir cuartetos de cuerda en una pollería o dar el timo de la estampita a la salida de una conferencia sobre estructuralismo en las pinturas rupestres. La calle está llena de chicas molonas, de muchachos fardones. Los pasotas se han hecho músicos, los mendigos aún son humildes y los intelectuales reinan sentados en una garrafa de whisky en las discotecas. Pero faltan negros. Ninguna ciudad es moderna del todo hasta que no aparecen bandadas con cara de chocolate y ojos como pelotas de ping-pong patinando en la calzada sobre las charcas de icecream y residuos de hamburguesas. A principios de siglo, París fue salvado por los bohemios y los millonarios de Ohio. Después de la Gran Guerra llegaron en su ayuda los rusos blancos, los, violinistas zíngaros y algún argentino con espuelas de plata. Cuando, al final de los años cincuenta, ya era una ciudad totalmente muerta, la providencia envió sobre ella una migración de negros, y con ellos París volvió a renacer. Por desgracia, Madrid no tiene producción propia de negros.El Círculo de Bellas Artes era una vieja gabarra encallada en una esquina de Alcalá. En medio de la desierta solemnidad de ese panteón sólo funcionaba un garito desvencijado de burlangas, un tórculo oxidado y una pecera vacía con cuatro dinosaurios. Dentro del renacimiento de la ciudad ahora se pretende rellenar ese espacico de mármoles con la nueva cultura para que la juventud invada los salones y la gente del café Comercial se espatarre por allí. Existe un proyecto de vídeos, minicines, conciertos de jazz, coloquios, conferencias, teatros, exposiciones de pintura y todo eso que constituye él mito de la actualidad. Pero la directiva de Bellas Artes debe tener en cuenta un principio capital: hoy nada tiene pegada, ningún rito es moderno si no hay negros cimbreándose en las escalinatas. De modo que hay que importarlos, aunque sea de Guinea, y dejarlos crecer en la pecera.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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