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Apoteósico recibimiento al Hamburgo

Los jugadores del Hamburgo SV fueron recibidos apoteósicamente ayer en el aeropuerto, a su regreso de Atenas, donde, el pasado miércoles por la noche, se adjudicaron la Copa de Europa de campeones de Liga, al vencer a la Juventus de Turín por un gol a cero.Una multitud estimada en más de cinco mil personas llenaba las terrazas del aeropuerto, al que se habían trasladado en caravanas de automóviles, cuyos conductores hacían sonar las bocinas. Los aficionados prorrumpieron en vítores, agitando al viento multitud de banderas y bufandas de color azul, cuando el capitán del conjunto, el goleador Hrubesch, apareció en la puerta del avión, enarbolando el máximo trofeo europeo.

Klaus Von Dohnayi, alcalde de la ciudad, recibió a los jugadores con una gran botella de champán en la mano, adornada con los colores del club. Hartwig, centrocampista que no pudo estar en Atenas, también estaba en el aeropuerto y subió al avión para recibir las ovaciones con sus compañeros.

Pero no todo fueron sonrisas. Lars Bastrup, el extremo izquierdo danés, fue directamente al hospital, para ser tratado de la rotura de mandíbula, sufrida a consecuencia de un codazo de Gentile, calificado por el asesor técnico del Hamburgo, Gunter Netzer, como "la brutalidad mayor y más gratuita que he visto en un campo de fútbol".

La cara más seria era la del entrenador, Ernst Happel, que parecía estar pensando en el partido de la Bundesliga del próximo sábado, donde el Hamburgo se juega la renovación del título alemán.

Mientras tanto, la prensa italiana lanzaba grandes ataques sobre las estrellas del cuadro italiano. "La Juve nos ha traicionado" era el título que resumía la decepción de los tifosi italianos, tras la derrota de Atenas. "Una vez más ha fracasado el asalto a Europa", decía La Gazzetta dello Sport. "Mi amargura es muy grande", declaró el abogado Gianni Agnelli, presidente de la FIAT y principal dirigente del equipo, que agregó: "La verdad es muy simple: no hemos jugado bien".

La decepción sufrida por los 50.000 italianos que se encontraban en el Olímpico de Atenas sólo fue comparable a la tristeza que mostraban los rostros de los cientos de turineses, que presenciaron la derrota en la pantalla gigante de 108 metros cuadrados, instalada en la plaza Sancarlo de Turín.

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