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La aviación comercial comienza a despegar, pero mantiene abrochados los cinturones

Pilar Bonet

Tras varios años de crisis en el sector aeronáutico, algunas líneas aéreas internacionales comienzan ahora un tímido despegue como consecuencia de una política de reducción de costes que en gran parte pasa por la congelación o reducción de las plantillas y la utilización de aviones que consuman menos combustible. La recuperación del sector, sin embargo, parece verse frenada por una dura guerra de tarifas, que beneficia al usuario y afecta especialmente a las líneas aéreas norteamericanas.

En 1982, las compañías aéreas integrantes de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), que integra a 111 miembros, perdieron 2.000 millones de dólares, una vez deducidos los impuestos. Para 1983, la pérdida prevista es de 1.700 millones de dólares. Se trata del quinto año consecutivo con números rojos para el conjunto de las líneas aéreas de la IATA, que controlan más de un tercio de las toneladas por kilómetro disponibles en el mundo (excluida la URSS), según datos de 1980.

Air France registró pérdidas de 120 millones de dólares, que duplicaron las del ejercicio previo. Una suerte parecida corrieron las compañías españolas, ya que Iberia concluyó su año financiero con un déficit de 8.124 millones de pesetas (59,4 millones de dólares), comparado con un déficit de 3.590 millones de pesetas (26,4 millones de dólares) en el año anterior, y Aviaco, de 4.360 millones de pesetas (32,1 millones de dólares). Las pérdidas registradas en el último ejercicio no afectaron por igual a todas las compañías.

Swissair registró un beneficio de 18,8 millones de dólares en 1982 gracias a la venta de aeronaves, la prestación de servicios de mantenimiento y catering para otras compañías, ya que la explotación de las líneas como tales registró pérdidas por tercer año consecutivo. Las líneas aéreas holandesas (KLM) tuvieron también beneficios (11,8 millones de dólares), aunque menores que el año anterior. La alemana Lufthansa, por su parte, incrementó sus ganancias de 2,3 millones de dólares en 1981 a 40 millones de dólares en 1982.

El mantenimiento de las compañías ha sido posible gracias a la reducción de gastos de personal, que, según fuentes de la empresa, constituye una de las partidas de gastos más gravosas. Así, en 1982, la British Airways realizó la proeza de remontar unas pérdidas récord de 544 millones de libras esterlinas, sufridas en el ejercicio anterior, para obtener unos beneficios de 72 millones.

Entre los sacrificios determinantes de este éxito figuró una reducción de plantilla de 43.200 a 37.500 empleados y el cierre de representaciones en el extranjero. Las reducciones de plantilla proliferan en la aviación comercial de todo el mundo. Air New Zealand ha despedido a 1.200 personas; Eastern Airlines, a 3.000 empleados; las líneas aéreas japonesas (JAL) han anunciado una reducción de 2.400 puestos de trabajo; la compañía belga Sabena ha eliminado 1.200 personas de su plantilla y ha interrumpido su servicio a Varsovia, Moscú y Hamburgo. La Pan Am, la mayor línea aérea de EE UU, ha conseguido que sus pilotos acepten la prolongación de una congelación de salarios que se remonta a 1981 y que 2.150 empleados estén de acuerdo en adelantar su jubilación.

Los buenos resultados no se traducen necesariamente en un aumento del número de empleados o de los salarios. Lufthansa tiene la plantilla congelada en 31.000 personas y no prevé ampliación de este número, y Swissair ha conseguido que sus empleados moderen sus exigencias de aumento salarial para 1983. KLM, por su parte, atribuye su éxito a una estricta política de personal.

Guerra de tarifas en EE UU

La situación es especialmente crítica en las compañías americanas, que se enfrentan ferozmente entre sí. El exceso de capacidad disponible motiva encarnizadas guerras tarifarias, que se resuelven a menudo con precios no rentables para la empresa.

Medios aeronáuticos norteamericanos se muestran, pese a todo, optimistas sobre la evolución del sector a lo largo de este año, debido al aumento del tráfico aéreo (11,3% durante el primer trimestre del año) y a la caída de los precios del combustible. Para que estas expectativas se confirmen habrá que esperar a más adelante, ya que durante los primeros tres meses de 1983 las 11 compañías más importantes de EE UU tuvieron pérdidas por valor de 571 millones de dólares, lo que supuso un 13,2% más que en el mismo periodo de 1982. Sólo tres compañías (American USAir, Pan American y American Airlines Inc.) registraron una mejora real.

La mayor compañía occidental por el número de pasajeros transportados, la American Eastern Airlines, se encuentra sumida en graves problemas de endeudamiento, y atribuye sus pérdidas a la venta de billetes con descuento.

Dada la saturación del mercado norteamericano, es previsible que los descuentos tarifarios continúen a lo largo de este año y que incluso se incrementen en líneas para trayectos tan concurridos como la ruta del Atlántico norte, que la Laker ofreció a precios récord antes de quebrar el año pasado. Una nueva compañía, la americana People Express, se configura ya como la sucesora de la británica Laker en esta ruta. Con 1.200 empleados, que lo mismo sirven un bocadillo que pilotan un avión, la People Express no tiene mostrador de facturación en el aeropuerto, concentra el máximo número de viajeros por aparato y cobra los billetes a bordo, tras hacer que el pasajero transporte él mismo su equipaje o pague tres dólares por su traslado.

Apoyándose en esta fórmula, la People Express ha solicitado permiso para volar desde el aeropuerto de Newark (Nueva Jersey) a Londres cinco veces por semana al precio de 149 dólares. People Express espera que su red en el interior de EE UU le permita canalizar pasaje desde diversos puntos del país hacia Europa.

La lucha por los cielos del Pacífico

Desde junio de 1982 se desarrolla una cruenta guerra económica por los cielos del Pacífico entre una serie de compañías radicadas en la región que, si hasta la fecha han experimentado un estricto crecimiento regional, tienen pujanza, como es el caso de la SIA (Singapore Airlines), para cruzar la frontera de las nubes hacia otras latitudes. No hay una economía en el mundo que se apoye más sustantivamente en sus líneas aéreas que la de la isla-Estado de Singapur, puesto que la SIA genera más del 3% del producto nacional bruto del país. En 1982, esta firma tenía la mayor proporción de asientos ocupados por vuelo de todo el mundo, con unos beneficios después de impuestos de 50 millones de dólares sobre 1.200 millones de ingresos. El secreto de su éxito aseguran que es su constante preocupación por el crecimiento antes que por el beneficio.

De la misma forma, otras líneas asiáticas radicadas en Hong-Kong, Taiwan, Tailandia y Filipinas no hacen más que pedir licencias para ampliar su competencia. Siete competidoras de la SIA quieren nuevos permisos, que incrementarían en un 15% el número de vuelos. El peligro amarillo, en forma de agresivas líneas aéreas orientales, es ya una realidad.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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