Matilde Urrutia, la viuda de Neruda
Conoció al poeta en un concierto de Chaikovski al aire libre
Matilde Urrutia vive habitualmente en Santiago de Chile con una hermana suya, ocupada en el legado literario del marido y en el contacto con las gentes de su país. Habla cadenciosamente y su voz se rompe cuando recuerda los últimos momentos de Neruda o cuando habla del hambre brutal que sufren muchos de sus compatriotas. Es una mujer cordial y asequible, que en todo momento parece estar cuidando la memoria de Neruda. La responsabilidad del cuidado de este patrimonio la rompe a veces para bromear sobre sí misma.Sentada en uno de los sillones del vestíbulo del hotel en el que se ha hospedado, cuenta que su actividad en Madrid se ha limitado a estar con sus amigos y "a ir corriendo de un lado a otro con Clara Sancha, viuda del escultor Alberto Sánchez, que me ha acompañado a todas partes. Hacía dos años que no venía por aquí, y han sido tan pocos días que ni siquiera he podido ir al teatro, una de las cosas que más me gusta". Matilde Urrutia conserva casi intacta la belleza que tantas veces sirviera de inspiración a Neruda. Ella misma cuida celosamente esa imagen y se niega a hablar de su edad a la vez que posa estudiadamente para el fotógrafo y le pide que la saque bien que "si no se tendrá que enfadar".
Dos aniversarios
Conoció al poeta en un concierto de Chaikovski celebrado al aire libre en 1946 y, aunque no se casarían hasta pasados 10 años, ya no volverían a separarse hasta la muerte del poeta.El hecho de ser la inspirador de la mayor parte de la obra de Neruda le sirve a Matilde Urrutia para seguir viviendo cada día "Hay veces que me levanto muy deprimida. Sin ganas para hacer nada. Y entonces agarro uno de los libros. Cuando me recreo en esos poemas que él me dedicó, me digo que no tengo derecho a haber sido distinguida con tal honor. Me lleno de orgullo y se me van las depresiones".
Matilde Urrutia mantiene en Santiago contacto permanente con sus amigos de siempre ("pocos, porque la mayor parte están exiliados") y dedica su vida a la obra de su marido. No cree estar especialmente perseguida, y dice que cada día, al salir de su casa y subir al coche, se niega a pensar en hechos tan posibles como el ser perseguida por la policía política e intenta hacer una vida mediana mente normal.
"A Pablo todo el mundo le recuerda. Sus libros se siguen vendiendo, y cada día me llegan cien tos de cartas de jóvenes estudiosos de su obra". Hay dos fechas en las que, pese a la represión y a las medidas de seguridad para evitar manifestaciones, Neruda es homenajeado: en el aniversario de su nacimiento y en el de su muerte (12 de julio y 23 de septiembre respectivamente). "Ese día, que por más que madrugue yo, siempre llega antes la policía, llegan cientos de personas hasta su tumba para llevarle flores y regalos. Le dejan plaquitas de cobre, cuadritos. Es una muestra de cariño hacia el poeta y, cada vez, un nuevo desafío al régimen militar".
A la viuda de Pablo Neruda se le saltan las lágrimas al hablar de la situación política de su país. "Es terrible. Y hasta ahora no se atrevían a disparar, pero últimamente no dudan en hacerlo. Y la gente sale a la calle cada vez más, porque ante todo tienen hambre. No el hambre europea, sino el hambre y la miseria de nuestros países, donde la gente no tiene nada que comer; donde cuando llueve, los barrizales entran en las casitas y la gente camina y se acuesta sobre el lodo. Donde llevan años sin trabajo. Y si protestan les pegan un tiro. Todo esto es lo que más me conmueve e impresiona: la miseria, la falta de libertad, la brutalidad."
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