Si los laboristas vencen en las elecciones, Gran Bretaña se desarmará unilateralmente
El próximo día 9 de junio los pacifistas de todo el mundo contendrán la respiración. Por primera vez en la historia reciente un gran partido político de Europa occidental, el Partido Laborista británico, acude a unas elecciones generales con un programa de defensa que recoge casi todas sus aspiraciones.
Si los laboristas ganaran las elecciones, lo que parece improbable, pero no es imposible, el Reino Unido no sólo rechazaría la instalación de euromisiles en su suelo, sino que destruiría su propia fuerza nuclear. La política de defensa en Europa experimentaría un giro de 190 grados.Suceda lo que suceda el día 9 de junio, el pacifismo habrá dado un gran paso. Durante las tres semanas que durará la campaña electoral británica los medios de comunicación van a explicar ineludiblemente en qué consiste la política de desarme nuclear unilateral y por qué es posible a los ojos, no de un pequeño partido verde recién nacido a la vida política, sino de una fuerza de tanta tradición como el Partido Laborista que ha venido ocupando el poder en el Reino Unido, alternándose con los conservadores, durante más de medio siglo.
Los tories presentan el programa de defensa laborista como enloquecido, naïf y precipitado, pero lo cierto es que la decisión de asumir la defensa del desarme nuclear unilateral no ha sido fruto de un repentino ataque de purismo moral, sino de una dura, agria y prolongada discusión en el seno del Partido Laborista. Los defensores del desarme unilateral no son sólo jóvenes militantes sin experiencia política, sino figuras de la talla de Michael Foot, el líder laborista, que puede tener, y tiene de hecho, poca imagen como posible primer ministro, pero al que ni sus más acérrimos enemigos acusan de imbecilidad o de inocencia política.
Cuando los laboristas aprobaron su programa de defensa sabían que sus propuestas iban a restarle votos en la hora electoral. Las encuestas de la opinión pública indican que los británicos son mayoritariamente contrarios a la instalación de los euromisiles, pero que rechazan también mayoritariamente un desarme unilateral.
La propuesta laborista ha sido repetidamente explicada por Foot. "No pretendemos el desarme unilateral de Occidente frente a la Unión Soviética", afirma, "pero creemos que Estados Unidos y la URSS tienen suficiente poder nuclear como para que la desaparición de otros arsenales más pequeños, como el británico, no suponga ningún desequilibrio en la balanza. Al contrario, si la fuerza nuclear del Reino Unido desaparece, será un paso positivo hacia la distensión y facilitará el compromiso entre los gigantes". Gran Bretaña, asegura el líder laborista, no debe abandonar la Alianza Atlántica, de la que forma parte, y que garantiza su defensa, pero debe tomar iniciativas que propicien el desarme nuclear en un momento histórico en el que la situación es extremadamente peligrosa "porque parece deslizarse a la deriva hacia el desastre". El Partido Laborista, si alcanza el poder, está dispuesto a a colocar sus Polaris y Trident sobre la mesa de negociaciones de Ginebra.
La posición del Partido Conservador es, como en muchos otros aspectos, la antagónica. Margaret Thatcher ha rechazado de plano la posibilidad de negociar en Ginebra la fuerza nuclear británica, tal y como propone la Unión Soviética, y está convencida de que la URSS se mostrará más conciliadora cuando los primeros Cruise norteamericanos se desplieguen en Europa occidental. La primera ministra británica ha apoyado desde el primer momento la posición negociadora norte americana, aunque en el seno de la OTAN, y al igual que otros aliados europeos, haya presionado a Washington para que acepte una solución diferente de la llamada opción cero que Moscú ha rechazado ya.
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