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Buitrago de Lozoya ha obtenido escasos beneficios de la etapa democrática

Los poco más de mil vecinos de la villa de Buitrago, capital del antiguo señorío en el que se incluye la comarca madrileña conocida como la sierra pobre, han visto pasar los cuatro años del primer ayuntamiento democrático con escasas diferencias respecto a etapas anteriores. La corporación saliente está formada por siete concejales de UCD y dos del PSOE. Los habitantes que se dedican a la ganadería, actividad mayoritaria de la población, continúan aislados sin que, a lo largo de este tiempo, hayan obtenido ayudas para poder mantener su ya casi milenaria forma de vida en un suelo pobre para la agricultura, y con una ausencia casi total de actividades industriales. La mayor novedad la ofrece el río Lozoya; en sus cada vez más turbias aguas ya no se pescan truchas.

Buitrago de Lozoya, considerada entre los pequeñísimos pueblos de la zona como la cabeza natural de la comarca, es una de esas localidades modestas en las que el cura, el boticario y el alcalde siguen siendo los máximos representantes de los llamados poderes fácticos. La presencia de los partidos políticos es secundaria, porque los vecinos acaban depositando su voto en aquel en el que tienen más confianza para resolver sus problemas inmediatos.El pueblo, uno de los más interesantes de la provincia, está rodeado por el río Lozoya ("aunque bebamos el peor agua de la provincia", se queja el farmacéutico) y conserva casi íntegra la muralla que rodea la antigua villa. La actividad básica de la población es la ganadería y el comercio, y la población convive perfectamente con la colonia formada por 60 familias de guardias civiles, de la Agrupación de Tráfico y las patrullas rurales.

Julián Gómez Juanes, andaluz de 53 años de edad, alcalde de Buitrago desde diciembre de 1979 ("fui el último nombrado a dedo y el primero elegido democráticamente", afirma orgulloso), diputado provincial, vecino del pueblo desde 1962 -año en que llegó con su mujer y tres hijos para trabajar como encargado de obras en la construcción de las escuelas profesionales-, ha decidido no tentar la suerte de nuevo. No se presenta a la reelección, pese a estar muy satisfecho de la gestión realizada a lo largo de estos años, "porque estoy enfermo, cansado y la gente está harta de política".

Rechazo a los inmigrantes

El actual alcalde es un hombre considerado por sus convecinos como próximo al partido recientemente disuelto por Blas Piñar, si bien él, antiguo falangista, se considera simplemente de derechas, sin afiliación política a partir de la desaparición de UCD. "En estos sitios tan pequeños la política no tiene sentido", afirma, "porque la gente vota a las personas que considera más adecuadas para solucionar sus problemas. A mí me votaron porque la gente ya tenía la experiencia de mi gestión anterior", recuerda. "Hubo una cierta reticencia porque, al ser yo andaluz, hubo vecinos que preferían un alcalde nacido en Buitrago. Después la desconfianza cesó".La gestión democrática ha supuesto para el vecindario, en opinión del propio alcalde, una larga serie de mejoras que se traducen en obras de pavimentación, creación de escuelas (la población escolar es superior al número de vecinos censados, a causa de la concentración de niños de toda la sierra), alcantarillado, construcción de la casa cuartel de la Guardia Civil, inicio de las obras de un polideportivo, supresión del paro y, entre otras cosas, la creación del Museo Picaso, formado con obras y objetos personales que el pintor cedió a su peluquero particular, un vecino de Buitrago que aún vive en el exilio francés. El museo (cuya inauguración está prevista para mediados del próximo mes) estará ubicado en los sótanos de la recién construida Casa Consistorial.

Sin embargo, las formas democráticas se han notado poco en Buitrago. La opinión generalizada de sus convecinos es que Julián Gómez ha seguido actuando de manera personalista, aunque él afirme que en las sesiones plenarias mensuales "nunca se me ha discutido una decisión".

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Por otra parte, la lista de realizaciones enumeradas por el alcalde se queda corta al lado de los logros conseguidos por Francisco Ruiz, párroco del pueblo desde hace 27 años. El cura está considerado por los vecinos todo un personaje, por su capacidad e iniciativa a la hora de desarrollar cualquier negociación. Desde su llegada al pueblo, con su amigo y actual alcalde, ha conseguido montar una guardería privada en -los antiguos locales de la Sección Femenina (frente a la petición de los jóvenes del pueblo, que querían un centro cultural); ha construido una residencia de ancianos, también privada, ocupando en su construcción a los muchachos en rehabilitación, y ha construido viviendas baratas vendidas después a los vecinos más modestos.

Tres candidaturas

Por curioso que parezca, solamente uno de los actuales miembros de la corporación se presenta a la elecciones municipales. Se trata de Ildefonso Alonso Gil, ganadero de 59 años de edad,- que ya fue alcalde en él régimen anterior y ahora es militante M PSOE e izquierdista "de toda la vida". Ocupa el cuarto lugar de la candidatura socialista, donde, al igual que en las otras dos opciones que se presentan (CDS y AP), la mayor parte de los candidatos que se incluyen son independientes.La candidatura que presenta el PSOE está encabezada por un comerciante del pueblo, Ángel González Linaje, independiente, preocupado por fundar cooperativas ganaderas en la comarca. Explica que el nivel de vida de sus convecinos es medio en cuanto a economía (no hay pobres de solemnidad y casi todos tienen los objetos típicos de la sociedad de consumo), pero bajo en calidad de vida: no hay ningún centro donde los niños puedan estudiar BUP, no existe oferta laboral para las mujeres, más allá de la limpieza y un solo médico atiende las necesidades de Buitrago y de otros dos pueblos.

El farmacéutico, Eugenio Huertas, de 37 años, también candidato independiente por el PSOE, añade socarronamente que las cosas se han hecho de una forma tan precipitada y electoralista que el agua del Lozoya que se bebe en el pueblo es cada vez peor. Su aspecto turbio y su sabor a lejía fuerzan a los vecinos a beber cualquier otra cosa antes.

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