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Leganés busca en la actividad cultural y la recuperacion de su historia superar el carácter de ciudad dormitorio

Rosa Rivas

Las riadas inmigratorias que en los años sesenta y setenta inundan la que fuera huerta por excelencia de la villa y corte de Madrid tampoco mejoran inicialmente la situacióri del pueblo, pero el inicio de la década de los ochenta marca el despegue de autoestima de los habitantes y durmientes de Leganés. Actualmente, se diría que los leganenses buscan frenética, apasionadamente una vitalidad cultural y social. Sobre todo, después del impacto que supuso en la localidad, en 1981, el síndrome tóxico: 11 muertos y más de 1.400 afectados.Todas las semanas, casi todos los días, Leganés tiene algo que contarse a sí misma, y a los demás, porque la Delegación de Cultura y Relaciones Sociales de su Ayuntamiento se encarga de cumplir a rajatabla el compromiso electoral socialista para sus corporaciones: Transparencia de gestión. El alcalde, que se presenta de nuevo en estas elecciones (y como candidato número cuatro al Parlamento de la comunidad autónoma madrileña), lo tiene claro: "Leganés quiere ser un centro vivo de cultura, y nosotros queremos crear expectativas".

Los ingredientes para ello han sido la promoción, en los tres polideportivos y en las escuelas, de los deportes para niños y adultos; la celebración de fiestas y carnavales, conferencias, proyecciones cinematográficas, representaciones teatrales; la recuperación de la historia del pueblo (1280-1980, 700 aniversario), exposiciones de artistas (como la última, del premio nacional de Bellas Artes 1982, José Hernández), concursos gráficos y literarios, edición de libros y folletos... e invitación a las dos casas de la cultura o al anfiteatro municipal Egaleo (pueblo griego hermanado con Leganés) de figuras de la cultura y las artes (como Rafael Alberti, este mes), para romper un poco la tradicional emigración de retorno hacia Madrid cuando se trata de satisfacer las necesidades culturales más elementales de la población.

Según las estadísticas municipales de 1981, en Leganés existía un índice de semianalfabetismo del 50%, especialmente entre las mujeres, y un 60% de la población carecía de estudios básicos. Este municipio, que tiene un servicio de escuela infantil, y "pretende garantizar todos los niveles de escolarización", según el alcalde, mantiene una universidad popular (UPL), a la que asisten con regularidad unas 3.000 personas, y dos bibliotecas, una en el centro urbano y otra en el barrio de La Fortuna.

El término municipal de Leganés, que abarca 42 kilómetros cuadrados, lo habitan 180.000 individuos, según el último censo. De ellos, 20.000 viven en el barrio de La Fortuna, y 80.000, en Zarzaquemada. Unas 6.000 personas son auctóctonas, nacidas en Leganés, y el resto son emigrantes de Extremadura, Andalucía y las dos Castillas (precisamente, Leganés es la tercera localidad castellana por el número de habitantes). Sin embargo, la población no parece vivir con la incómoda sensación del desarraigo, frecuente en los barrios y poblaciones satélites de la capital. Algo que confirma satisfecho el alcalde, Ramón Espinar, de 29 años, licenciado en Derecho y casado, sin hijos.

Desempleo juvenil

A juicio de Espinar, la participación social en Leganés todavía es embrionaria, pero admite que, con respecto a otros lugares y el mismo Madrid capital, el movimiento Vecinal y asociativo tiene una fuerza fuera de lo común. Se percibe el empeño de llegar a ser un pueblo sociológicamente asentado, no una mera ciudad dormitorio o una protuberancia de Madrid.Alrededor de 80.000 personas constituyen la población activa de Leganés, y el número de parados ronda los 8.200. Hace sólo tres meses esta cifra era de 7.500. El ayuntamiento ha fomentado la contratación de parados. La corporación como tal ha creado 400 puestos de trabajo, sin diferencia sustancial entre hombres y mujeres. La industria local, sin embargo, genera poco ocupación de mano de obra. Sólo el 12% de los activos de esta localidad trabajan en ella. Uno de los problemas más graves del municipio es la dificultad de acceso al primer empleo. "Tenemos una tremenda bolsa de desempleo juvenil, y tratamos de paliar la angustia de nuestros jóvenes motivándoles de distintas formas, pero esto es algo muy dificil", señala Ramón Espinar.

El alcalde asegura que los índices de delincuencia son más bajos que la media metropolitana, pero en lo que sí hay similitud con Madrid es en el consumo de drogas. El Ayuntamiento, que promovió el pasado año unas jornadas sobre toxicomanía, mantiene, desde entonces, un centro de prevención y reinserción de drogadictos, con planteamiento de trabajos creativos y comunitarios.

Fiebre constructora

Los más viejos del lugar recuerdan que en Polvoranca -villa de la que hoy sólo queda una iglesia en ruinas, en medio de un erial que antes era bosque- tuvieron los primeros asentamientos las gentes que luego fundarían Leganés. Según recoge la Historia en Comic -editada por el Ayuntamiento-, citando el diccionario geográfico de Madoz, esta localidad "a mediados del siglo XIX tenía 476 vecinos, unos 2.800 habitantes. Todos eran labradores de diversa fortuna, que se dedicaban fundamentalmente a la horticultura. Serían famosos sus pepinos, de ahí que se les llame pepineros". Las actuales autoridades municipales pretenden recuperar esta faceta agrícola de Leganés, que subsiste a escala muy reducida, habilitando terrenos para huerta. Aunque, por otro lado, no quieren que la industria pase de largo por la localidad, para lo que está prevista -dentro del recién aprobado Plan General- una considerable oferta de suelo industrial.Según Espinar y Fernando de Terán -redactor del Plan y segundo candidato socialista en las municipales-, Leganés era antes un "plácido pueblo", que no llegaba a los 9.000 habitantes en 1960, pero en el decenio siguiente creció un 573,8%, y entre 1965 y 1973 se construyó el 87% de la edificación que hoy existe. Ahora, la fiebre constructora no es tan fuerte. Entre otras cosas, porque ya no es tanta la baratura del suelo periférico madrileño.

A duras penas, el Ayuntamiento ha conseguido poner un freno a la especulación de su suelo. Los edificios del casco urbano no son demasiado heréticos arquitectónicamente. Están dejando de ser algo extraño en el paisaje de la ciudad los rincones, zonas verdes y plazas para estar. Cada leganense toca a tres metros cuadrados de zona verde; las autoridades municipales desean llegar a siete. En 1979, cuando accedieron a la corporación, el espacio verde por habitante era de 0,1 metros cuadrados. Los propios vecinos quisieron, y pudieron, construir ellos mismos una plaza a su gusto, que han inaugurado hace poco tiempo. Sin embargo, Leganés conserva, como dice el alcalde, el monstruo de Zarzaquemada, un racimo disparatado de edificaciones cuya bondad depende de la sensatez o la irracionalidad que las empresas constructoras y las cooperativas hayan aportado.

Con el Plan General, que los vecinos han enriquecido con numerosas sugerencias, y cuya aplicación se desarrollará según las previsiones de la corporación saliente durante los próximos cuatro años, el ayuntamiento pretende completar los proyectos emprendidos al iniciar su gestión. El balance municipal refleja el intento generalizado de rescatar la ciudad para sus habitantes. La corporación contaba en un principio con 400 millones de pesetas de presupuesto; dispone actualmente de 2.800 millones, y la inversión total suma en los últimos tres años 3.000 millones de pesetas.

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.

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