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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El arranque de la campaña

AYER COMENZÓ oficialmente la campaña preparatoria de los comicios municipales y autonómicos, convocados para el domingo 8 de mayo. A medida que los mítines, discursos y manifestaciones se vayan sucediendo habrá oportunidad de valorar las -diferentes alternativas presentadas a los ciudadanos. De momento, sólo cabe señalar que la dialéctica entre cuestiones de política general y asuntos de interés regional o local jugará en estos comicios de forma diferente según los lugares y las opciones.Los partidos cuyas expectativas resulten defraudadas en las urnas subrayarán, presumiblemente, que las elecciones municipales y las elecciones autonómicas poseen su lógica propia y no son extrapolables al ámbito del Estado. Las siglas que ganen terreno respecto a las legislativas se esforzarán por interpretar los resultados como un voto con significación general. En abril de 1979, la victoria alcanzada anteriormente por UCD en las legislativas se trastocó en un triunfo de la izquierda en las grandes capitales y en numerosas ciudades y pueblos españoles, sin que la gestión inédita del nuevo Gobierno de Adolfo Suárez tuviera la oportunidad de influir en ese viraje. Los cinco primeros meses de gobierno socialista pueden, sin embargo, repercutir en la orientación de los votos locales. La circunstancia de que Alianza Popular tratara de retrasar, mediante el recurso previo de inconstitucionalidad contra la ley de Elecciones Locales, la convocatoria hace suponer que la oposición temía que la fecha elegida favorezca a las candidaturas socialistas, en la cresta de la ola de la popularidad de Felipe González y su nuevo Gobierno. Los sondeos avalan estos temores y nos hablan de un abultado triunfo socialista (de manera contundente, en Madrid).

La susceptibilidad mostrada por Fraga ante las críticas hechas por Felipe González hace una semana en Zaragoza contrasta con la tradicional desenvoltura de la derecha española para adjetivar denigratoriamente a sus adversarios. Tal vez la experiencia de la campaña para las elecciones autonómicas andaluzas, en mayo de 1982,,

haya hecho reflexionar a los estrategas publicitarios y de imagen de Alianza Popular y les haya convencido de que la agresividad electoral produce en la sociedad española reflejos defensivos que favorecen a la opción socialista. Para los españoles con memoria histórica, las exhortaciones de Fraga a la contención expresiva y a la moderación crítica, que siguen siendo compatibles con la virulencia de la Prensa que le es afín, pueden ser un motivo de alivio, pero no una posición de principio. La consolidación de las instituciones democráticas en España hace indeseables las escaladas de violencia verbal, que pueden servir de pretexto para otras formas de violencia me nos simbólicas. Pero los criterios de eficacia propagandística que aconsejan ahora el sosiego a un sector de nuestra derecha podrían ser sustituidos por la belicosidad de una cruzada contra el infiel si los sondeos de opinión así lo aconsejaran.

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Una de las responsabilidades de los partidos en esta campaña será aclarar a los ciudadanos la doble cita que les aguarda en las urnas. Mientras los votantes tienen ya cierta familiaridad con los comicios municipales, las elecciones autonómicas precisarán un particular esfuerzo de explicaciones acerca de su significado y su propósito. Cataluña, el País Vasco, Galicia y Andalucía tuvieron ya oportunidad de elegir a sus parlamentos, pero buena parte de las nuevas comunidades autónomas, construidas en frío por políticos y administrativistas, estrenarán ahora -por primera vez en la historia- sus instituciones de autogobierno. En las comunidades uniprovinciales, las candidaturas municipales arrastrarán tras de sí, como regla general y desde luego en las grandes ciudades, a las de los parlamentos autónomos. Sin embargo, los pequeños núcleos de población, donde las candidaturas independientes de notables pueden traer en jaque a los partidos con implantación estatal, precisarán criterios de orientación diferentes. En cualquier caso, el futuro del Estado de las autonomías depende, en buena medida, de que las divisiones territoriales, que hasta ahora han sido sentidas por sus habitantes como creaciones artificiales, entren en funcionamiento y presten servicios efectivos a los ciudadanos.

Las elecciones municipales tendrán como marco de referencia, además de las siglas de los partidos, la gestión realizada por hombres y mujeres concretos a lo largo de cuatro años. Los ciudadanos, desdoblados ahora en vecinos, juzgarán la gestión específica de sus ayuntamientos, ignoramos con qué independencia de su ideología política. Por ejemplo, la popularidad de Enrique Tierno en Madrid será un valor añadido a la candidatura socialista capaz de arrastrar por méritos personales a sectores ideológicamente indefinidos. A la inversa, la ausencia de Narcís Serra como candidato del PSC en Barcelona daña objetivamente las expectativas de triunfo del partido en el poder.

Sobre la convocatoria del 8 de mayo pesa la amenaza de un posible aumento de la abstención con respecto al 28 de octubre, aunque las encuestas no hacen, por el momento, preverlo así. La acumulación de voto a favor del PSOE permite suponer que un aumento de la abstención dañaría fundamentalmente a este partido.

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