Finlandización en Finlandia
LAS ELECCIONES generales en Finlandia no han confirmado los pronósticos que indicaban un progreso de los conservadores a costa de los socialdemócratas, gobernántes tradicionales del país como cabeza de una coalición centro-izquierda. Se presumía ya, sobre esos pronósticos, que Finlandia iba a ser un eco nórdico y muy significativo a los retrocesos socialistas en Alemania Occidental y Francia. Por el contrario, el Partido Socialdemócrata ha aumentado sus votos y el conservador no varía con respecto a las elecciones anteriores. En lo esencial se repiten los resultados de las elecciones presidenciales de enero de 1982, en las que Mauro Koivisto -socialdemócrata- obtuvo el 54% de los votos, suministrados por la izquierda. Finlandia es un país con un régimen donde el presidente tiene más poderes que en el resto de Europa -excepto Francia-; la Constitución establece un cierto equilibrio de poderes entre presidencia-Gobierno-Parlamento, y los resultados de las votaciones del domingo y lunes no van a alterar, al parecer, la política tradicional del país.Los comunistas han descendido, y eso sí coincide con los pronósticos y también con la tendencia general europea. El partido (la Liga Democrática Popular) está dividido. En el congreso de mayo de 1982 dominó la línea eurocomunista sobre la filosoviética; la discrepancia con los presupuestos militares produjo la salida del Gobierno de los cuatro ministros comunistas (de un Gabinete de dieciocho miembros) en diciembre pasado.
El problema que se plantea tras estas elecciones es si socialdemócratas y comunistas van a continuar con esa relativa coalición; si los comunistas van a aceptar colaborar con el nuevo Gobierno o si puede producirse en su interior una ruptura mayor, en dos partidos, de los cuales uno formaría parte del Gobierno y el otro quedaría en la oposición. Aun así, el nuevo Gobierno no tendrá que variar su Posición centro-izquierda; y el equilibrio de los tres poderes fundamentales seguirá siendo el mismo. En política interior habrá de restañar un principio de crisis que, aun siendo inapreciable en comparación con las del resto de Europa, señala un crecimiento del paro y de la inflación; y en política exterior -prácticamente reservada al presidente de la República- no va a variar la neutralidad a la que se llama finlandización. El vocablo ha tomado un aspecto peyorativo como consecuencia de las inflexiones semánticas profundas de la guerra fría: el de neutralismo favorable a la URSS. No responde a la realidad. La finlandización inventada por el mítico presidente Kekkonen supone un respeto considerable por los pactos con la Unión Soviética, enemigo tradicional en varias guerras -desde la época zarista-, en las que Finlandia evitó siempre la anexión. La escasa importancia de los grupos filosoviéticos y el respeto finlandés a un modo de vida, unas libertades y unos sistemas económicos de carácter occidental no permiten en ningún caso considerarla como subordinada a la Unión Soviética.
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