El católico y el contribuyente
Para disipar sospechas haré mi presentación previa: soy católico practicante, fiel devoto del Nazareno, al que visito todos los viernes del año en las iglesias de Medinaceli y San Isidro. Y como buen hijo de la tierra de María Santísima, amo a la Madre, a la que en sus advocaciones de Esperanza Maracarena y de los Reyes les hago la visita sabatina.El ser católico no me legitima para imponer mis creencias al prójimo. Mejor, me, condiciona a comprender a los demás, siendo tolerante y respetando sus debilidades, como mis hermanos deben comprender y tolerar las mías, máxime cuando nadie está en posesión de la verdad absoluta.He leído en una revista que doña Carmen Alvear exige explicaciones al Gobierno -flaco servicio está haciendo esta buena señora a Cristo-. Y ello porque la Federación de Enseñanza de UGT "propugna la retirada de la religión católica de las escuelas". Que sepa, en las enseñanzas del Maestro no existe el término éxigencias, y sí el de convencer. Esto, convencer, es lo que debemos hacer, y se convence, continuando impartiendo las enseñanzas católicas en nuestros centros privados, sostenidos con capital privado, con lo que no tendríamos necesidad de exigir, máxime cuando no puede exigirse la utilización de dinero ajeno en lavados de cerebros, mentalizando a los hijos de los demás con nuestros usos y costumbres.
La sociedad católica, al igual que la evangelista, o budista, está legitimada para, con su dinero, impartir sus enseñanzas. A lo que no tienen ningún derecho es a gastar el dinero del contribuyente, a enseñar cómo se defiende los intereses de una sociedad en concreto.
Nadie puede discutirme mi condición de creyente. Y por mi condición de tal no quiero que las enseñanzas religiosas desaparezcan de las escuelas. Pero, como contribuyente, no quiero que con mi dinero se enseñen usos y creencias, aunque éstas sean las mías.Por último, no quisiera perder la ocasión -si el director de EL PAÍS me la da- de gritar un ¡Olé! al obispo Iniesta, que en una colaboración periodística relacionada con el aborto, entre otras cosas dice:"...Si hay que excomulgar al que destruye el embrión de una vida humana, también habrá que hacerlo con aquellos que torturan y asesinan a miles de hombres inocentes, en la plenitud de su vida humana".
Así se hace Iglesia, y no con exigencias destempladas y sin razón./
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