Primavera que vienes
Primavera que vienes, ya se te siente. Como a una jaca desbocada. Tus sacudidas se presagian por detrás de los llanos, todavía empapados de gris por la niebla. Te estremeces desde el tallo verderón del árbol y desde el alma dormida de la hojita que el otoño desnudó hasta el naranja. Sin saberlo nadie, tú descansabas allí, sonriendo, en medio de las algas descompuestas de la charcas heladas.Entre los embriones ciegos que viajan por el malva a tientas hacia la vida, tienes tu, sitio. De mil úteros abrasados sale tu grito. De mil pezones amargos, rezuma tu leche fresca.
Pareja al quejido ronco del terremoto, que aterra a los que lo ven cascabelear bajo sus pies, así te vas acercando ahora, primavera incontenible, reptando de frente hacia la mora desnuda de los corazones. Tu picor escuece.
A pesar de todo, nadie llevó la cuenta de los que murieron con los ojos secos hacía un horizonte, tú, que no les volvió a sonreír. Sus cuerpos permanecen ahora agarrotados. Tu brisa acaricia por última vez su pellejo morado de piedra.
Mordazmente trabajas con más coraje que el invierno para excitar los clítoris de las enamoradas, enderezar los príapos joviales y dilatar las vaginas de las que desearon ser madres.
Amorosamente labras la piel tersa y fresquita de los niños a punto de nacer y caldeas los cuerpos trabajados de los ancianos que convalecen por tu ausencia.
Mesuradamente nos vas enredando poco a poco con tu música, cuajada de síncopas saltarinas, como fuelles marrones de cuero suave, de cuerdas flojas de guitarras de charol.
En silencio, casi a solas, escupes hacia el infinito tu reto de vida. Insultas a las estrellas de metal y a los espacios fríos, siderales, desde tus ojos verdes encendidos, justicieros y rabiosos.
Primavera que vienes. No dejes que la caterva de maniacos atómicos te aleje de nosotros. No consientas que comerciantes de cohetes de la náusea te desplacen, nos desplacen, hasta la nada hueca. Sorpréndele de espaldas a la muerte. Sálvanos. Ven.
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