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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Apertura de un diálogo entre comunistas y socialistas en Italia

EN EL congreso que acaba de celebrar en Milán, el PCI ha demostrado que sigue ocupando un lugar central en la escena política: los secretarios de los diversos partidos del arco constitucional (menos De Mita, de la Democracia Cristiana, que asistió a la apertura pero. no tomó la palabra) expusieron ante el congreso las posiciones de sus partidos. Uno de los más aplaudidos fue Luciano Magri, ex dirigente comunista expulsado con el grupos de la re vista Manifesto y secretario hoy del pequeño partido Democracia Proletaria. La vedette fue, sin duda, Craxi, secretario del Partido Socialista. Sin comprometerse, no rechazó, sin embargo, la mano que le había tendido Berlinguer para preparar una alternativa democrática (que fue la consigna clave del congreso), es decir, una fórmula política de izquierda capaz de poner fin a más de tres décadas de monopolio del poder por la, Democracia Cristiana. Craxi dió a entender que podría aceptar, en un futuro, encabezar un Gobierno con presencia comunista. De momento, se está abriendo en Italia un diálogo entre comunistas y socialistas; es un hecho importante, ya que sus relaciones han sido hasta ahora muy tensas.El debate congresual sobre el significado de la alternativa democrática no ha aclarado el alcance del cambio de estrategia que ese concepto encierra. Lo que sí es importante es que las diversas opiniones fueron expuestas por los principales dirigentes del PCI, sin disimular las diferencias existentes entre unos y otros. Lo que se manifestó con claridad -en las numerosas intervenciones de delegados, en los aplausos a determinadas frases- es una voluntad de cambio, de salir de algo que aparece como excesiva politiquería. Entre las figuras del partido, Ingrao se singularizó por su interpretación de la alternativa como un punto de partida para introducir factores cualitativamente nuevos en la vida política: una nueva relación del partido con la sociedad y los movimientos sociales, y una relación nueva con los socialistas, pero empezando por una nueva manera de ser de los comunistas. Con una orientación parecida, Reichlin, miembro de la secretaría, dijo: "Con este congreso termina una larga historia: la verdadera novedad somos nosotros; debemos, desde ahora, cambiar el cuadro político y las reglas del juego".

Después de la serie de fracasos sufridos por partidos comunistas en Europa occidental (incluidos los que se habían apuntado al eurocomunismo), el principal interrogante que se planteaba ante el XVI Congreso del PCI era el de su capacidad de cambiar, de renovar los métodos de su funcionamiento, las costumbres, la cultura histórica, etcétera; de proponer, en una palabra, una nueva forma de ser comunista. La respuesta ha sido clara en un punto: el de las relaciones con la Unión Soviética. La derrota de la enmienda prosoviética de Armando Cossutta, y de los que le apoyaban desde fuera, ha sido total; prefirió incluso retirarla antes de que fuese votada, para que ni siquiera se contasen los votos escasísimos que iba a tener. Esta derrota es importante, sobre todo si se recuerda que los propios dirigentes del comunismo italiano preveían dificultades mucho mayores en este terreno. Hoy, el PCI considera que ya no existe un movimiento comunista internacional, y coloca sus relaciones con los partidos de los países del Este en el mismo plano que sus relaciones con los partidos socialistas y socialdemócratas. Estas posiciones, que fueron adelantadas por el grupo dirigente ante los acontecimientos polacos, han recibido el refrendo del congreso.

El otro cambio imprescindible se refería a la democracia interna. En este orden, ha ocurrido un hecho singular en un congreso comunista: una enmienda, propuesta por Ingrao, rechazada por Berlinguer y por el Comité Central antes del congreso, ha sido aprobada por éste e incorporada a la resolución final. El contenido de la enmienda tiende a lograr una transparencia de los debates en los órganos dirigentes del partido, y permitir así una mayor participación de la base. El propio Berlinguer tuvo que registrar en su discurso de clausura, bastante diferente del informe de apertura, la presión de los delegados en esta cuestión. "Nos hemos liberado de visiones míticas", dijo; "el partido ha iniciado una nueva fase de su propio desarrollo y de su democracia interna... La unidad que se ha afirmado aquí ha sido una unidad con varias voces". Palabras significativas, sobre todo porque reconocen la realidad del problema, pero que no lo resuelven. El centralismo democrático permanece impertérrito como sistema de organización. Ingrao ha propuesto que se convoque una conferencia especial para estudiar todos los cambios que hace falta realizar en la democracia y el funcionamiento internos. Pero es muy improbable que esto se lleve a cabo. Las resistencias en este terreno siguen siendo muy fuertes.

El XVI Congreso del PCI no tendrá consecuencias concretas inmediatas sobre la situación gubernamental en Roma. Pero puede abrir una nueva dinámica entre las fuerzas de la izquierda italiana de cara a las futuras elecciones, previstas para 1984.

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