España y los misiles
HAY ALGUNOS campos particularmente calientes en la situación europea acerca de los cuales el Gobierno español está guardando un silencio dificil de comprender; podría dar la sensación de que España está dispuesta a colocarse como observador pasivo. Y ello no es posible, por ejemplo, en un tema como el de los euromisiles, que va a ser el pivote en torno al cual girará la política europea -y en cierto sentido la mundial- en 1983.Al final de este año nos podemos encontrar, bien con un proceso disparado de rearme nuclear en ambas mitades del continente, bien con el inicio de medidas de control y reducción de al menos un tipo de armamento nuclear, el de alcance medio. La opción es decisiva para todos y, desde luego, también para España.
La filosofía antinuclear que figura explícitamente en el programa electoral del PSOE corresponde a unos sentimientos generalizados en el país, que desbordan probablemente incluso a los diez millones de votantes socialistas. Pero esa predisposición general no se ha articulado hasta ahora en políticas concretas.
Surge una primera pregunta: ¿por qué el nuevo Gobierno no ha decidido aún que España firme el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares? Prolongar esa actitud es cada vez menos coherente. Desde hace tiempo el PSOE ha considerado la conveniencia, de la firma; Felipe González aludió al tema ante el Parlamento hace meses. Sólo tendría sentido aferrarse a la negativa de firmar si alguien pensase en una bomba atómica española. A todas luces no es así, y el ministro de Defensa acaba de reiterarlo en las Cortes.
Lo que el actual clima internacional aconseja es que esa firma española sea parte de una acción política y diplomática de mayor alcance en el tema nuclear. Sería una ocasión óptima para una declaración solemne de que España se niega a cualquier forma de nuclearización bélica de su territorio: ni dentro ni fuera de las estructuras de la OTAN; ni para el depósito, ni para el tránsito de cualquier tipo de armamento nuclear.
España necesita considerar la zona inmediata en la que está situada: el hecho de que Portugal no figure entre los miembros de la OTAN comprometidos a la eventual instalación de euromisiles en su territorio abre posibilidades para el estudio conjunto de medidas encaminadas a garantizar la desnuclearización de la Península Ibérica. Algo semejante está en discusión entre los Gobiernos escandinavos, sin que ello ponga en entredicho la pertenenecia a la OTAN de Noruega y Dinamarca.
No es menos importante definir una posición española ante las negociaciones de Ginebra y la eventual instalación, en respuesta a los SS 20 soviéticos, de missiles Pershing y Cruise en diversos países de Europa occidental. El 15 de diciembre de 1979 Suárez, entonces jefe del Gobierno, declaró en Bruselas que estimaba positiva la instalación de los euromisiles. En las nuevas condiciones existentes hoy es necesario conocer si la posición del actual Gobierno es la misma. La voz de España tiene que escucharse en el actual debate europeo sobre los euromisiles.
La existencia de los SS 20 esa todas luces algo intolerable. Pero amplios círculos europeos temen que detrás de la llamada opción cero de Reagan esté el propósito deliberado de encontrar una legitimación a la colocación de los Pershing, no sólo como respuesta a los la, SS 20, sino como conquista de una ventaja estratégica en la confrontación global de superpotencia a superpotencia.
Entre las fuerzas que se oponen al rearme nuclear se afirma, por un lado, una tendencia más radical, que preconiza incluso un desarme unilateral, como hace el laborismo inglés. A partir de actitudes menos tajantes, varios .Gobiernos occidentales y fuerzas políticas como el SPD alemán presionan sobre EE UU para lograr una negociación seria en Ginebra; para que no se desprecien las últimas propuestas soviéticas que consideran disminuciones concretas de los SS 20; para que se responda a ellas y se hagan los máximos esfuerzos para dar un primer paso que inicie una tendencia nueva: el control y la reducción de armas nucleares. La apertura de esa nueva tendencia abriría horizontes más claros en la situación europea. España está interesada de un modo vital en que las cosas vayan por ese camino. Pero el Gobierno no abre la boca al respecto.
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