Sobre 'el valle de los tejidos'
Intelhorce "nació con dolor y polémica", dice, en EL PAÍS del domingo 6 de febrero, Xavier Vidal Folch y, efectivamente, tiene razón, pero también nació con alegría en Andalucía. Nació con dolor de la oligarquía catalana, que veía en esta empresa el peligro de perder el monopolio textil. Cuando, vencidas todas las dificultades que el proyecto desencadenó (se inició en 1956), y no es dudoso presumir de dónde procedían, Intelhorce, con una inversión total de 4.000 millones de pesetas (según cifras de Vidal-Folch), crea 3.277 puestos de trabajo (¡sólo un millón por puesto!) y comienza a generar beneficios (años 1972 y 1973), la oligarquía, ante la realidad construida, cambia la táctica obstruccionista por la de absorción, y así, al amparo de las corrientes "liberalizadoras y de mercado libre" que ya comenzaban a imperar, y con la colaboración del nefasto Claudio Boada, que sorprendentemente mantiene la Administración socialista (?), logra que la industria sea cedida, casi regalada (832 millones), al grupo catalán Castell. Y cómo, efectivamente, en 1980, ante la desastrosa gestión de Castell, que presidía Boada (no se olvide), Intelhorce tiene que volver al Estado, no al INI, como hubiera sido natural, sino al Patrimonio del Estado. Esta situación, sin embargo, no es del total agrado de la oligarquía textil. Había que destruir este apunte de resurgimiento de la industria andaluza, y para ello la Asociación Industrial Textil de Proceso Algodonero (AITPA), presidida por el señor Viladomiú, ayer en la cárcel por supuesta quiebra fraudulenta, entabla recurso -creemos que no estimado- por presunta ilegalidad en la incautación y otros por competencia desleal (los recursos los hace cuando ya Banca Catalana había consolidado el cobro de sus préstamos a Castell).
El señor Calvo Sotelo (año 1981), que tenía en juego su nombramiento como jefe de Gobierno, plagiando al rey que daba su reino por un caballo, debió de decirse: "Mi presidencia, por los textiles andaluces", y así, contesta a Miguel Roca en el Parlamento que si le da sus votos "procurará que en el sector textil desaparezcan las competencias desleales por parte de empresas estatales (Intelhorce e Hytasa). Finalmente (¿para evitar competencias desleales?), se coloca como consejero delegado de Intelhorce al señor Monserrat (¿dice algo su apellido?), quien de entrada reduce plantillas, achatarra 250 telares, promete a los industriales catalanes (AITPA) que "no entrará ni una sola máquina que aumente su capacidad" y da lugar con su gestión a que se entre en una fase de destrucción de la-empresa. El señor Vidal-Folch, en su afán de presentar inviable a Intelhorce cuando presenta como de origen franquista esta empresa, se olvida de esta verdadera historia, y cuando infla las subvenciones (3.000 millones ahora para reconversión), se olvida también de que la empresa estatal tiene el mismo derecho, cuando no más por su función social, que la empresa privada, y que nada tiene de escandaloso que pida 3.000 millones para su reconversión (¡que ya debió haberlos pedido en 1980 el señor Monserrat) cuando a la empresa textil privada se le están dando (plan de reconversión) 46.000 millones en subvenciones, 12.000 millones en bonificaciones, 43.000 millones en créditos a bajo interés y largo plazo, 3 1.000 millones en avales y 9.000 millones para jubilaciones anticipadas. No, señor Vidal-Folch. No es "maléfico lo que pesa sobre Intelhorce. /
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