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Moscú se inclina paulatinamente por el régimen de Bagdad

El Kremlin sigue en silencio el agudo proceso de deterioro de sus relaciones con el régimen iraní. La pasada semana, la agencia oficial Tass -que sufrió recientemente la expulsión de su corresponsal en Teherán- se limitaba a dar lacónicamente la noticia del encarcelamiento de los dirigentes del partido comunista persa (Tudeh).Sin embargo, una amplia serie de matices muestran claramente el paulatino distanciamiento con la teocracia jomeinista. Los periódicos de Moscú tienden a informar sobre el conflicto irano-iraquí dando como buenas las informaciones de Bagdad.

Hasta hace no mucho, el Kremlin prefería verter toda su prudencia a la hora de enjuiciar esta guerra que enfrenta a dos países con los que la Unión Soviética mantenía generalmente buenas relaciones.

Ahora, Moscú parece inclinarse por Irak, mientras sigue con atención el complicado proceso iraní. Hace unas pocas semanas la revista soviética Tiempos Nuevos analizaba este proceso desde un punto de vista bastante crítico, afirmando que son los clérigos chiítas de Teherán los que están "atemorizados por la posible radicalización de Irán y deseosos de invertir o frenar la revolución".

La URSS saludó con indisimulada alegría -no carente, por otro lado, de cierto recelo- el derrocamiento del sha Reza Palhevi, del que !e acaba de cumplir el cuarto aniversario. Pero ahora Moscú ve cómo el régimen de los ayatollahs se le va cada vez más de las manos.

El problema afgano

Poco antes de que se iniciaran en Teherán las represalias contra los militantes del partido prosoviético Tudeh, el régimen iraní se negaba, por segunda vez, a participar en las reuniones de Ginebra en las que se ha de discutir el problema afgano.

Los dirigentes de Irán se mostraban de nuevo más radicales que los propios paquistaníes a la hora de exigir la presencia en esas conversaciones de representantes de la guerrilla musulmano-afgana.

Si bien la ausencia de los iraníes de estas conversaciones es un problema menor -ya que Teherán tiene escasas posibilidades de influir en este conflicto-, la negativa de viajar a Ginebra era, por su parte, todo un importante gesto, con el que se marcaban de nuevo distancias respecto a Moscú, capítal ésta que parece muy interesada en una pronta solución del conflicto afgano.

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