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Las elecciones de la RFA, están en manos de los jueces del Tribunal Constitucional

En la República Federal de Alemania (RFA) se espera con nerviosismo la sentencia del Tribunal Constitucional, que el próximo miércoles fallará si la disolución del Parlamento federal (Bundestag) el pasado 17 de diciembre fue o no constitucional. Si los jueces fallasen la anticonstitucionalidad de la disolución del Bundestag, las elecciones federales del 6 de marzo quedarían suspendidas, lo que plantearía una confusa situación política.Los partidos continúan, como si nada ocurriese, la campaña electoral; pero con el final del carnaval, concretamente el miércoles de ceniza, los jueces dirán la última palabra sobre si habrá o no elecciones dentro de tres semanas. La expectación despertada por la sentencia del Tribunal Constitucional es tan grande que, por primera vez en la historia de la RFA, será retransmitida en directo por la televisión.

Hace unos días, un periódico de Maguncia publicó que la sentencia sería contraria a las nuevas elecciones, porque en el Tribunal Constitucional había una mayoría de cinco contra tres, y todo Bonn se conmocionó. Luego vino el desmentido. Ayer, el dominical Welt am Sonntag aseguraba que la sentencia será favorable a las elecciones anticipadas, con muchas reservas, que harán imposible en el futuro la repetición de la farsa de la votación de confianza perdida para abrir la posibilidad de disolver el Bundestag y convocar nuevas elecciones.

El 17 de diciembre pasado, el canciller federal, Helmut Kohl, perdió la votación de confianza y pidió la disolución del Bundestag, aunque con los diputados democristianos (CDU-CSU) y liberales (FDP) cuenta con una mayoría suficiente.

Resulta un poco chocante que un canciller pierda la confianza de los diputados de esos partidos y luego se disponga a gobernar con la misma base parlamentaria tras las nuevas elecciones. En la RFA estos trucos son insólitos y despiertan recelo, porque los padres de la Constitución quisieron asegurar precisamente un sistema que evitase las crisis de gobierno, escarmentados por las experiencias de la República de Weimar.

El ex presidente federal Walter Scheel provocó las iras del actual, Karl Carstens, cuando dijo que él no habría nunca disuelto el Bundestag. Fuentes de la presidencia federal consideraron las declaraciones de Scheel como una injerencia inadmisible en las funciones del presidente federal. En las declaraciones de Scheel puede haber desempeñado un papel importante su poco disimulada aversión por su sucesor y también el hecho de pertenecer al partido liberal (FDP), que aceptó a regañadientes la convocatoria anticipada de elecciones. Los liberales (FDP) temen que los electores tengan todavía vivo el recuerdo de la traición al canciller Helmut Schmidt y habrían deseado agotar la legislatura para olvidar todas las circunstancias del cambio de pareja del pasado octubre.

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