La Iglesia de Inglaterra puede proponer el desarme nuclear unilateral
El sinodo de la Iglesia de Inglaterra, que se inauguró ayer, puede aprobar un documento de importantes consecuencias no sólo para la Iglesia protestante, sino para la política de defensa del mundo occidental: la propuesta de que el Reino Unido proceda a un desarme nuclear unilateral. El debate promete ser intenso y el Gobierno conservador de Margaret Thatcher -y, más lejos, la Administración Reagan- se muestra profundamente preocupado. La Iglesia de Inglaterra ha sido caricaturizada siempre en el Reino Unido como "el partido tory en oración", tal es su conservadurismo y su vinculación al partido político actualmente en el poder. Además, se trata de una Iglesia de profundas raíces nacionales, fundada por un rey, Enrique VIII, y en la que la corona -y el Gobierno de turno- tienen la máxima autoridad teórica. Los obispos, por ejemplo, son nombrados por el primer ministro. Por eso resulta todavía más sorprendente la batalla que se ha desencadenado en su seno a propósito de la actitud frente a las armas nucleares. El primer susto llegó el pasado mes de octubre, cuando un grupo de trabajo creado al efecto y presidido por el obispo de Salisbury, John Austin Baker, elaboró un documento, destinado al sínodo, titulado La Iglesia y la bomba. Tras un profundo análisis teológico, el comité llegaba a la conclusión de que el sínodo debía pedir al Gobierno el desarme unilateral, posición también defendida por el Partido Laborista.La violenta polémica que desencadenó este informe puso de manifiesto la creciente separación entre el Gobierno, y la Iglesia, puesta también de manifiesto, al menos anecdóticamente, con motivo de la guerra de las Malvinas. En aquella ocasión, el obispo que ofició el servicio religioso por los muertos, con la presencia de todo el Gobierno, sustituyó un verso que hablaba de victoria por otro que pedía a Dios la libertad.
Al margen de las anécdotas, el documento sobre política nuclear inquietó seriamente a Downing Street y rápidamente se desencadenó una contraofensiva para impedir que este mes de febrero la Iglesia de Inglaterra diera un golpe de tales proporciones a la política de defensa británica y norteamericana.
El sínodo es el equivalente del parlamento de la Iglesia. Cuenta con tres cámaras, que votan independientemente: la de los obispos (cincuenta), la de los clérigos (250) y la de los laicos (otros 250). La votación que más preocupa a Margaret Thatcher es, lógicamente, la de los obispos. La defensa del documento correra a cargo del titular de Salisbury. Baker es un curioso caso de conversión al pacifismo. En su juventud participó en la guerra, con valor reconocido, y sus amistades en el ejército fueron uno de los elementos que decidieron a Margaret Thatcher para nombrarle en 1981 obispo de Salisbury, una diócesis con implicaciones castrenses. Además, Baker, que se formó en el famoso colegio Corpus Christi, de Oxford, es un reputado teólogo y sus opiniones tienen un gran peso dentro de la Iglesia de Inglaterra, donde se le califica de "un hombre santo". La sorpresa fue enorme cuando John Austin Baker se pronunció a favor del desarme unilateral, utilizando para ello argumentos puramente teológicos. La doctrina cristiana acepta el concepto de guerra justa, pero exige el respeto de tres principios: proporcionalidad, discriminación y bondad del objetivo perseguido. Ninguno de los tres principios se respeta en el caso de una guerra nuclear.
El uso del arma nuclear es, pues, incompatible con la doctrina cristiana, y así lo acepta incluso el primado, de la Iglesia de Inglaterra, Robert Runcie, aunque mantenga una posición más moderada que la de Baker y defienda el desarme multilateral. El obispo de Salisbury prosigue su razonamiento hasta el final: puesto que no se puede utitilizar, lo mejor es no tenerla.
Frente a esta postura, el sínodo deberá estudiar otras dos opciones. La más contraria es la del obispo de Londres, Graham, Leonard, para quien las armas nucleares son "moralmente aceptables", La propuesta de Leonard se limitaría a hacer un llamamiento al Gobierno para que promueva una política de menor dependencia de las armas nucleares, algo que estaría en línea con las recientes propuestas del comandante en jefe de la OTAN, el general Bernard W. Rogers. La opción intermedia es la del obispo de Birmingham, Hugh Montefiore, quien propondrá a sus colegas un documento pidiendo al Gobierno británico que renuncie al "primer uso" del arma átomica.
Según los observadores, es difícil que la propuesta de Baker sea aprobada, aunque obtenga un respaldo no desdeñable. También es difícil que la de Leonard alcance la mayoría, ya que para la mayor parte de los obispos, incluido Runcie, el uso de armas nucleares es "moralmente condenable". Sin embargo, la de Montefiore puede salir adelante y suponer también un duro golpe no sólo paya Margaret Thatcher, sino para la Alianza Atlántica en general. En efecto, uno de los principios básicos de la doctrina de la OTAN es que si los aliados no pueden defenderse de un atacque convencional con armas convencionales utilizarán el arma nuclear.
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