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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El PCE se mueve

LA DIMISION de Santiago Carrillo tras las elecciones legislativas del 28 de octubre fue la primera consecuencia práctica de la catástrofe cosechada por el PCE en las urnas. Aunque la designación de Gerardo Iglesias para sustituirle como secretario general fuese una iniciativa del propio Carrillo, confiado en su capacidad para seguir controlando a media distancia las decisiones del partido, el simple cambio en el vértice del poder burocrático, al desbloquear una situación anquilosada y suscitar expectativas inéditas, puso en marcha una nueva dinámica de consecuencias difícilmente previsibles.La reunión del Comité Central concluida el pasado jueves ha mostrado que el universo comunista tampoco es terreno abonado para retiradas tácticas temporales. Gerardo Iglesias, que sobresalió como inquisidor de la dilidencia durante el X Congreso y la posterior batida contra los renovadores, ha llegado probablemente a la conclusión, una vez instalado en el poder, de que su mantenimiento en la secretaría general depende de su habilidad para convertirse en la clave de arco de un nuevo equilibrio de fuerzas. No parece que el recién ascendido dirigente del PCE simpatice con la idea de una ocupación temporal de su puesto y de la devolución de la secretaría general a Carrillo cuando los efectos de la tormenta del 28 de octubre se hayan disipado.

La tradicional opacidad de los debates comunistas obliga a interpretar los cambios en la composición del secretariado, solicitados y obtenidos por Gerardo Iglesias, a través de síntomas tales como las reñidas votaciones que los han decidido (44 votos contra 32) y las biografías de los cesados y de sus sustitutos. Mientras la discusión política transcurrió sin pena ni gloria y el informe del nuevo secretario general sobre la situación del país fue aprobado casi por unanimidad, los relevos de dirigentes han enfrentado, en dos bloques casi parejos, al Comité Central. Resulta altamente significativo que ese virtual empate se haya producido con ocasión de unos cambios síntomáticos pero nimios, que no afectan, en última instancia, a las estructuras básicas de poder dentro del PCE. Cabe conjeturar, en consecuencia, que Gerardo Iglesias se vio obligado a renunciar de antemano a sustituciones más radicales (por ejemplo, el desplazamiento de dirigentes históricos como Ignacio Gallego o Francisco Romero Marín) ante la seguridad que su precaria mayoría estaba condenada a convertirse en franca minoría si las remociones afectaban a auténticos pesos pesados del aparato.

Aunque Jaime Ballesteros continúa siendo vicesecretarío del PCE y ha sido designado responsable de relaciones internacionales, su apartamiento de la secretaría de organización, puesto clave en el aparato burocrático, significa el desplazamiento de un hombre de la plena confianza de Santiago Carrillo en un área decisiva. Idéntica interpretación tiene la salida del secretariado de Anselmo Hoyos y Leopoldo Alcaraz. Francisco Palero, nuevo secretario de organización, y José María Coronas, elegido para figurar en el secretariado y ocuparse de la comisión de movimientos sociales, son hombres con escasa personalidad política y eran responsables hasta ahora de organizaciones regionales del PCE (Guadalajara y Extremadura, respectivamente) débiles y con escasa implantación electoral. Sorprende, así pues, su nombramiento para dos áreas cuya importancia orgánica no se corresponde con la grisura de los nuevos titulares. Enrique Curiel asciende un escalón en su rápida carrera, sustituyendo a Nicolás Satorius en una de las vicesecretarías generales. Aunque el nombramiento constituye probablemente un gesto de buena voluntad hacia los renovadores que jugaron al. posibilismo durante la crisis posterior al X Congreso, Enrique Curiel, carente de apoyos en Comisiones Obreras y visto con escasa simpatía por los medios intelectuales, carece de estatura suficiente para convertirse en una alternativa creíble de Sartorius. Finalmente, el nombramiento de Eulalia Vintró para la secretaría de cultura cumple la doble función de vigorizar el pacto implícito entre Gerardo Iglesias y los comunistas catalanes y de establecer puentes entre el PCE y esas fuerzas de la cultura que abandonaron masivamente la militancia a lo largo de los últimos meses.

Algo se mueve en el PCE, pero el equilibrio de fuerzas entre el inmovilismo organizativo y los intentos de cambio, entre los sectores controlados por Santiago Carrillo y la incoada mayoría agrupada en torno a Gerardo Iglesias, es la nota definitoria de esa inestable situación. La alianza que parece dibujarse entre Gerardo Iglesias, los comunistas catalanes y algunas figuras subalternas del aparato apuntaría a ofrecer una imagen renovada del PCE que descargara a la cúpula dirigente del peso de la vieja guardia, modificara los hábitos autoritarios de la organización y promoviera a gentes capaces de entender la complejidad de la sociedad española contemporánea.

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