Excrementos por la ventana
El pasado día 28 de diciembre (y no fue una inocentada) me sorprendí cuando, al pasar por debajo de un balcón, y sin haber escuchado el famoso grito de tiempos de Esquilache de "¡Agua va!", me vi literalmente bañado con los excrementos de un perro.Yo sé que el pobre animal no tuvo la culpa, pero sí sé que la tuvo su dueña, que en vez de barrer para su casa, lo arrojó a la calle, y debió de pensar: "Sálvese quien pueda". Me indigné, crucé de acera y miré a la artista; le dije que era un insulto y algunas otras cosas más, y me contestó metiéndose en su casa y cerrando el balcón; no hubo ni un leve "lo siento".
Ayer fue el excremento de un perro, otras veces ha sido una colilla encendida o agua de regar los tiestos a hora temprana (una o dos del mediodía); mañana puede ser que arrojen por la borda el colchón de la cama que esté roto o cualquier otro instrumento.
Sólo quisiera, para aquellos que tengan por costumbre leer este diario o cualquier otro que se haga reflejo de los problemas, quejas u opiniones de la gente de este país, y para aquellos que tengan esas feas costumbres y otras muchas, que serían largas de enumerar, que no hagan lo que a mí me hicieron; que piensen que Madrid y todos los pueblos, y los que vivimos en ellos, tenemos derecho y obligación de conservar limpio el lugar donde vivimos y convivimos. /
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