Continúa la protesta popular por las medidas fiscales del Gobierno italiano
Sigue en pie la protesta popular en todo el país contra las medidas fiscales del nuevo Gobierno de centro izquierda, presidido por el democristiano Amíntore Fanfani, que ayer se salvó en el Parlamento por un solo voto. Se trataba de votar si era o no constitucional un decreto fiscal que aumentaba los precios de toda una serie de cosas, que van desde el carné de conducir hasta el pasaporte.
El voto era secreto. Unos treinta diputados pertenecientes a la mayoría del Gobierno, desobedeciendo las instrucciones de sus partidos, votaron en contra. El Gobierno se salvó, paradójicamente, gracias al voto favorable de los republicanos, que esta vez no forman parte del Gobierno.Ha sido un campanazo de alarma mientras se continúa discutiendo frenéticamente entre Confindustria, sindicatos y ministros de Finanzas, Trabajo y Presupuestos, sobre un proyecto de reforma global de los mecanismos que se refieren al costo del trabajo.
El escollo es siempre el mismo: la escala móvil, es decir, el mecanismo que hoy aumenta automáticamente cada tres meses el sueldo de los trabajadores. Y junto a esto, la renovación de los convenios de más de diez millones de trabajadores, el aumento de los precios de los servicios públicos, la reforma de los coeficientes de la ley fiscal. Solamente sobre este último punto ha habido ayer un acuerdo entre empresarios y sindicatos. Ha sido disminuido el peso fiscal de los sueldos que no superan el millón y medio de pesetas al año, mientras ha aumentado aún más el de los sueldos altos, que en Italia era ya muy fuerte: el 42% de impuesto sobre el rendimiento del trabajo personal si se alcanza la cifra de seis millones de pesetas al año.
Por lo que se refiere a la escala móvil, los sindicatos siguen divididos. Los más duros son los comunistas de CGIL. Aceptan un retoque que no supere el 10%, mientras los empresarios han pedido que se reduzca a la mitad. Y los sindicatos no se fían de las promesas hechas por el Gobierno de contener este año la inflación en un 13 % y el próximo en un 10%, ya que han afirmado que "hasta ver cómo los precios siguen disparándose". Los más inclinados a una política de austeridad fuerte llegan a pedir incluso el bloqueo de salarios durante seis meses, pero si hay en Italia algo que será difícil tocar sin que la gente se eche a la calle es el valor real de los sueldos. Ningún sindicato permitirá que la disminución del sueldo real, a través de los retoques a la escala móvil, pueda ser, en cualquier modo, superior a lo que se pierde por efectos de la inflación.
Manifestaciones espontáneas
Pero lo que sigue preocupando a los sindicatos son las manifestaciones espontáneas callejeras, como las de Génova, Nápoles, Bari, Brescia, Milán, Roma, Turín, Catania, Salerno, etcétera. Sólo en algunos casos, como en Milán, los sindicatos han conseguido encauzar la protesta, aunque sus líderes han acabado muchas veces silbados y abucheados.El problema de los sindicatos es que, por una parte, están de acuerdo en que es necesaria y urgente una política de austeridad para lanzar el desarrollo y frenar el paro y la inflación, pero, al mismo tiempo, se ven bloqueados por los problemas internos de los partidos, que son quienes de verdad están en profunda crisis de identidad externa e interna. Un botón de muestra ha sido la votación por sorpresa en el Parlamento, que por un voto no ha echo caer al Gobierno Fanfani. Por eso se respira ya clima de elecciones. Sobre todo desde que Ciriaco de Mita, el secretario general de la democracia cristiana, acaba de lanzar en Washington el desafío de que, en Italia, la única fuerza alternativa posible a la democracia cristiana es el partido comunista.
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