El monocultivo del bazar
El ceutí, como el melillense, se siente más español y patriota que nadie. No le gusta ser calificado de "español del otro lado del estrecho" y quiere sacudirse lo de "pIaza africana de soberanía española". "Es un tópico franquista y, además, estamos en la era del cambio", argumenta. La única diferencia en esto con el melillense es que el primero tiene un acento andaluz más marcado. Por eso considera una traición su no inclusión en la autonomía andaluza y busca con ahínco la autonomía especial que permite la disposición transitoria quinta de la Constitución.El ciudadano de Ceuta y Melilla asegura que es como si oyese llover cada vez que el rey Hassan II plantea la reivindicación sobre ambas ciudades. Se siente muy seguro en este sentido, aunque continuamente se refiere a la Constitución, que afirma expresamente que es territorio español, y echa mano urgentemente del dato histórico de que antes de que Marruecos fuese un reino estaban ya bajo la soberanía española. Conoce su historia como en ninguna otra ciudad española: enclave fenicio, después cartaginés, romano, visigodo, del califato español, portugués, y, ya en la Edad Moderna, cuando los reinos de Castilla y Portugal se separaron en 1668, definitivamente española.
Pese a todo, la incertidumbre ante el futuro ha sido siempre tan ceutí como el propio puerto sobre el que gira toda la vida de la ciudad o la misma calle de los bazares. La preocupación, constante desde la marcha verde sobre el Sahara, es mayor desde la apertura peatonal de la verja de Gibraltar y el anuncio de negociaciones sobre el futuro de la colonia. Por ello se ve con buenos ojos la más que notable presencia militar -12.000 hombres-, el hecho de que todo el territorio sea considerado zona militar, con los problemas qu e conlleva, desde la imposibilidad de construir en numerosas zonas hasta la necesidad de obtener permiso militar incluso para arreglar un cuarto de baño. Y conoce, hasta donde le es posible, detalles sobre la Operación Ballesta para la defensa militar de la plaza en el caso de agresión por una potencia extranjera (véase EL PAIS de ayer). Hace poco tiempo, incluso hubo manifestaciones callejeras para impedir que se trasladase a la Península una parte de las Fuerzas de Orden Público.
Se soporta así el enorme peso que tiene en la vida cotidiana el estamento militar en una ciudad (también en Melilla) marcada en su historia por la milicia. Desde lo alto del Monte Hacho, donde Franco dirigió el convoy de la victoria hacia la Península al principio de la guerra civil (y que está simbolizado por dos huellas de pies en cemento en un monumento recordatorio), hasta la consideración total de plaza militar: El general jefe unía, hasta hace un año, a su condición de militar -generalmente,un destino corto, un año y medio de media, antes de pasar a un puesto importante en el cual se jubilaba, como los últimos casos de Gutiérrez Mellado, Otero Saa vedra, Polanco Mejorada y Gerardo Mariñas- la de delegado del Gobierno o gobernador civil, con la dificultad que ello representaba para la tarea civil. El ceutí está acostumbrado a tener la ciudad llena de cuarteles y polvorines (probablemente minada la ciudad en alguna de sus zonas, especialmente hacia los altos del monte García Aldabe, fronterizo con Marruecos).
El peligro del bazar
La principal preocupación. con respecto a la apertura de la verja de Gibraltar viene, por el momento, del lado económico. Desde 1969 en que se cerró, y por ser puerto franco, la economía de Ceuta se basa de forma casi exclusiva -también está la aportación de los funcionarios, entre ellos los militares, y el margen que dejan los 10.000 barcos que repostan en el puerto- en el comercio, en los quinientos bazares que venden sus productos, muy especialmente radios, casetes, máquinas de fotos, etcétera, (es el comercio de la pila), al 1.200.000 turistas que visitaron la plaza hasta mediados de diciembre, que dejaron unos beneficios de casi 15.000 millones de peseta!r
Aunque hasta ahora no se penmite sacar productos de Gibraltar, también puerto franco, los comerciantes ceutíes estiman que las pérdidas caerían por lo menos en un 40%, lo que sería insostenible para la economía de la ciudad. El alcalde de Ceuta, Ricardo Muñoz (UCD), vaticina que "perderemos más de la mitad de nuestros visitantes, porque el gran boom turístico de 1983 y quizá de 1984 va a ser Gibraltar. Hay curiosidad por ver el peñón y, aunque los productos son algo más caros que en Ceuta, por el cambio de la moneda, la diferencia se compensa con las 1.500 pesetas que cuesta el transbordador desde Algeciras y vuelta".
Todas las fuerzas políticas se han unido para solicitar del Rey que interceda ante el Gobierno en el conflicto de la verja y le han en tregado un dossier con medidas para evitar la descapitalización de la ciudad en tanto se logre recon vertir su modelo económico. "Es tamos, por supuesto, a favor de la reintegración de Gibraltar, pero Ceuta es ahora la que necesita solidaridad", afirma Ricardo Munoz.
Como en Melilla, aunque esta otra plaza africana tiene una dimensión fiferente, los empresarios de Céuta se han dedicado durante estos trece años de cierre de la verj a a ganar un dinero muy fácil y no han creado riqueza alguna. No sólo no se produce nada en Ceuta (excepto el autoabastecimiento del pescado por Úna pequeña flota pesquera de bajura), sin agricultura, sin ganadería, sin industria, y todo hay que importarlo, sino que prác ticamente nada se reinvierte en la ciudad. Descontando el hotel Las Murallas, no hay otro aliciente en Ceuta, donde las playas están descuidadas y los restaurantes, por ejemplo, son inferiores a los de otras provincias. Los empresarios se dedican a hacer dinero y colocarlo en la Península si son españoles o fuera del país en el caso de los numerosos comerciantes hindúes o hebreos.
Casi el 100% del 1.200.000 turistas anuales son visitantes de día (un 90% llegan en el ferry desde la Península y el 10% provienen de Marruecos, porcentaje que se invierte en el caso de Melilla), que llegan por la mañana, hacen sus compras y se van por la tarde. Se les conoce como los paraguayos, porque hasta la explosión del radiocasete (también máquinas fotográficas, Videos, aparatos electrónicos en general) compraban, fundamentalmente, paraguas y mantas, extraordinariamente baratos.
En este millón !argo dé entradas a Ceuta están computadas muchas veces las personas que como actividad principal tienen la de ir a. comprar cada día o cada varios días los productos que están permitidos en la aduana española: botellas de güisquí Chivas (la ganancia puede llegar hasta el 200%), tabaco, aparatos electrónicos cuye valor sea inferior a 5.000 pesetas y perfumes, entre otras cosas. Más lo que se pasa puesto, que es realmente lo que justifica el desplazamiento y el gasto: abrigos de piel. joyas, relojes, etcétera. Generalmente suelen volver, en invierno, en el Jerry que sale de Ceuta a las 16.00 o a las 1830. Una algarabía especial, producto de los centenares de horas pasadas en la cubierta del barco, domina el ambiente del Jerry. Los chistes, el cante y las risas se terminan en el muelle de Algeciras, camino del paso de la aduana.
La lenta penetración de los marroquíes
El ceutí soporta o ha aprendido a convivir con el moro. Hay en Ceuta 23.500 marroquíes o musulmanes, como también se les llama. Unos 3.000 han conseguido la nacionalidad española y 12.500 viven con una denominada tarjeta de estadística, inventada en los tiempos del general Galera Paniagua, una especie de permiso de residencia renovable y que, en definitiva, es una carta de identidad con toda la ambigüedad que ello conlleva. El resto, unos 8.000, vive de forma ¡legal o clandestina. Hay, además, una fuerte población flotante también de marroquíes que van y vienen en el día. Generalmente llegan, venden su mercancía, compran aparatos electrónicos, mantas o zapatos y se adentran nuevamente en su país por los puestos fronterizos o por el Tarajal. Es una forma de trueque.
Aunque se les ve por todas partes, suelen vivir en el barrio Príncipe Alfonso y no plantean más problemas que los ceutíes. Probablemente por el temor a que sean puestos en la frontera de su país La lenta penetración de los marroquíes, conocida también como la marcha de la tortuga, se ve allí de forma distinta y se le quita el dramatismo de un supuesto fenómeno de ósmosis, según el cual la cons tante entrada de musulmanes y la permanente salida de jóvenes hacia la Penínsulas produciría a largo plazo una población mayoritaria mente marroquí. La realidad es también que un moro gana más viviendo de la mendicidad en Ceuta o Melilla que de su jornal en las provincias marroquíes limítrofes.
Aunque han comenzado las pri meras fricciones -no en balde hay unos 3.000 parados, en una población activa no muy numerosa- los moros suelen adaptarse al subempleo al que se les destina y es notorio que una buena parte de ellos subsiste con el contrabando de la grifa -todo el Rif es la cuna de esta droga- y con el estraperlo. También, con la prostitución diaria casi a la puerta de los cuarteles. Distinta situación habría si las dos comunidades estuviesen en pie de igualdad. Existe también un Movimiento de Liberación de Ceuta (MLS, por Septa, en lengua marroquí) que aparece y desaparece con frecuencia y que aprovecha movimientos coyunturales como el actual para lanzar pasquines. Observadores creen que son movimientos de agitación orquestados desde Marruecos e incluso se cree saber que estos agitadores viven fuera de Ceuta.
El problema de la sanidad, el de la vivienda y el del transporte son los más graves. Ponerse enfermo en Ceuta es un riesgo, porque no hay cirugía especializada y para casi todo hay que ir a las residencias sanitarias de Cádiz o de Málaga. De poco sirven allí las cartillas de la Seguridad Social. Hay un solo hospital de la Cruz Roja mal dotado.
Esta es la realidad, por fuerte que parezca. La vivienda no le queda a la zaga -un piso de cien metros cuadrados se vende entre siete y diez millones- y los alquileres son superiores a los de la Península. La única comunicación posible con la Península es elferry de Algeciras, que sale a 740 pesetas trayecto, aunque los residentes tienen un descuento.
El envidiable clima, incluso, se vuelve hostil frecuentemente a causa de los vientos fuertes en el estrecho. La vida no se hace cómoda ni fácil en Ceuta.
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