_
_
_
_
_
Reportaje:

Los mineros del carbón de la mina de 'Wujek' fueron los primeros muertos tras la toma del poder por los militares polacos

El 16 de diciembre de 1981, tres días después de la declaración de estado de guerra en Polonia, en una mina de hulla de la Alta Silesia, al lado de la ciudad de Katowice, se produjeron los primeros muertos en un choque sangriento entre mineros y fuerzas de la milicja. Siete mineros murieron a balazos y se habla de cuatro policías muertos. Un redactor de EL PAIS visitó la mina Wujek la víspera del primer aniversario del enfrentamiento entre los mineras y las fuerzas del llamado poder popular.

Nadie quiere recordar aquel día. Ni los mineros, ni el director de la mina. Nadie ha olvidado. Prueba de ello es el primitivo monumento, junto a una puerta de la mina Wujek, en el lugar donde ocurrieron los choques sangrientos aquel día de diciembre, hace un año, cuando el Ejército tomó las riendas del poder en Polonia para tratar de salvar los restos del socialismo real, que en tres décadas de poder popular había provocado un desastre de caos económico y corrupción.Cuando los mineros pasan apresuradamente ante la sencilla cruz, las flores, las estampas, un rosario y los cascos de los siete compañeros abatidos por las balas, dirigen una mirada rápida y automáticamente se quitan el sombrero en señal de respeto. Un anciano se detiene para poner de pie un florero que se había caído.

Una señora de unos cincuenta años explica, desganada, lo ocurrido hace un año: "Hubo tres días de huelga y al tercero pasó la cosa, aquí, donde el muro. Los zomo (unidades especiales de la policía) entraron y aquí se levantó el monumento". No quiere decir más que: "Chicos jóvenes murieron".

En uno de los siete cascos de mineros que coronan el monumento improvisado se aprecia el impacto de una bala que lo atravesó. En las paredes del edificio de la mina se ven cristales rotos con la forma típica de los balazos. Nadie olvida en la mina Wujek, nombre que significa Tiito, pero todos tratan de reprimir los recuerdos, incluso en el día en que se avecinaba el primer aniversario.

"Resistencia, actividad, disciplina..."

El entorno es oscuro, triste y sucio, a pesar del suave sol invernal. Sólo las letras rojas de los eslóganes del partido rompen la monotonía gris: "Cien años de movimiento obrero polaco", "Tarea del afiliado al partido: resistencia, actividad, disciplina".Al lado de los letreros oficiales, las estampas anónimas, casi borradas por la lluvia y la intemperie, resultan insignificantes. Hay una estampa del padre Kilbe, asesinado por los nazis en el campo de exterminio de Auschwitz; un banderín de un club deportivo; no falta la Virgen Negra de Czestochowa y, cómo no, el Papa polaco.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

La estampa del papa Karol Wojtyla trae unas palabras pronunciadas ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que encajan perfectamente con lo ocurrido en esta mina perdida en la Alta Silesia: "Nunca más guerra. Nunca más. Nunca más los unos contra los otros, sino los unos con los otros".

El edificio de la dirección, contiguo a la entrada de la mina, no desentona con la monotonía gris que le rodea: sórdidos pasillos, techos altísimos y paredes pintadas de plástico ocre. El director de la mina, Maciej Zaremba, es una persona agradable que da impresión de competencia y capacidad.

Podría ser un ejecutivo de cualquier empresa occidental si no fuese por el pobre aspecto del despacho, con las paredes cubiertas de gráficos que muestran las subidas y bajadas de la producción de carbón.

El carbón, la sangre de Polonia

El carbón es la primera fuente de divisas de Polonia, de las divisas que tan urgentemente necesita el país para pagar al menos los intereses de la deuda exterior, que rebasa los 30.000 millones de dólares.El Consejo Militar de Salvación Nacional (WRON) intentó desde el primer momento en que asumió el poder forzar la producción de carbón, para exportarlo y conseguir las divisas que Polonia necesita para sobrevivir. La megalomanía económica de la era Gierek (1970-1980) llevó al país a una fuerte dependencia de la tecnología occidental. Cuando llegó la crisis que ha llevado al país casi a la bancarrota, las máquinas importadas dependen casi por completo de los repuestos, que tienen que ser adquiridos en Occidente, en divisas fuertes, que no hay por ninguna parte en Polonia.

El carbón ha sido en la política económica del WRON la pieza clave, encargada de abrir la puerta a las divisas. Por eso se incrementaron los premios a los mineros, hasta pagar el 300% del jornal diario a los que aceptan trabajar la jornada laboral, cuando el sindicato independiente Solidaridad impuso la jornada de cinco días.

El director Zaremba lleva en la mina Wujek desde 1947, recién salido de la Escuela de Ingeniería de Cracovia. En la antesala del despacho de la dirección está entreabierta la puerta de otro despacho, donde se ve un militar de uniforme. Es un coronel; el director Zaremba dice que no supone ningún problema trabajar con el comisario militar: "El se ocupa de los problemas sociales y humanos. Me entiendo bien con él. Esto siempre depende de las personas".

Los gráficos de la producción en las paredes registran los altibajos de la última década. Algo más de dos millones de toneladas en 1970 que ascienden hasta más de tres millones en 1975 y llegan a la cumbre de 3.628.500 el año 1979. Luego viene la caída hasta poco más de tres millones en 1980 y 2.630.115 en 1981. Zaremba atribuye ese descenso a la supresión del sistema de cuatro brigadas de trabajo creado por Gierek, la introducción de los sábados libres y las huelgas del período de Solidaridad.

Ahora la situación mejoró: "En este momento se producen 400.000 toneladas más. Con la militarización aumentó la disciplina. El trabajo de los sábados ha sido decisivo". El director de la mina tiene que reconocer, sin embargo, que, a pesar del aumento de la producción, la productividad por trabajador ha disminuido. El número de mineros se ha incrementado mucho gracias a los salarios elevados y las ventajas que tienen con relación a los otros trabajadores polacos. El aumento de la producción no ha sido proporcional al incremento del número de trabajadores.

Aquel nefasto 16 de diciembre

Zaremba recuerda de mala gana lo ocurrido aquel 16 de diciembre, hace un año, y atribuye lo ocurrido a los "activistas venidos de fuera. Yo no tenía miedo, y fui a hablar con la gente y les dije que la huelga era ilegal bajo la ley marcial. Intenté paliar la tensión. Trabajo con esta gente desde hace muchos años. Los mineros estaban fuera de las galerías y dentro sólo quedaba el servicio de mantenimiento. La policía vino e intervinieron cuando ya no había más remedio. Nunca pensamos que las consecuencias iban a ser así. Después de lo ocurrido hubo una pausa y fui a negociar. Las dos partes se retiraron".Es día de paga en la mina Wujek. Los mineros salen con los estadillos de la nómina del edificio de la dirección. Con desconfianza, mirando continuamente a derecha e izquierda, en busca de potenciales chivatos, dos mineros aceptan una conversación. Reconocen que "tenemos miedo. Hay bastantes en la cárcel por mucho menos de lo que hicimos nosotros aquel día".

Cuando escuchan lo de los sueldos elevados de los mineros, se animan y gesticulan. "Eso son mitos", dice uno que lleva veinticuatro años en la mina, y asegura que "nosotros ganamos unos 25.000 zlotys (unas 38.000 pesetas), y los técnicos reciben hasta 70.000 zlotys (105.000 pesetas), sólo por apretarnos los tornillos a los trabajadores. El director Zaremba dice que estas afirmaciones son falsas: "El salario medio del personal del exterior es de 21.000 zlotys (31.500 pesetas), y los que trabajan dentro perciben 24.000 (36.000 pesetas) por término medio".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_