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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Macrofelipe

Felipe González, en su discurso de investidura, habló lo justo de la macroeconomía, palabra que Fraga le ironizó, porque Fraga prefiere palabras más calientes e inmanentes. El presidente tendría que haber hablado también de la macroguerra.La melancólica conclusión a que se llega, cuando se ha alcanzado todo-el-socialismo-posible, es que casi da igual que ganen unos u otros, pues que al fondo están Reagan/Andropov preparando la tercera y última (definitiva) guerra mundial del siglo. Felipe González quiere mirar despacio, como debe ser, eso de la instalación de misiles en España. Pero, con misiles o sin ellos, el mundo está regido por dos gerontocracias que, quizá, como gratificación de su final cronológicamente inmediato, desean primero que nos vayamos todos a tomar por retambufa (voz de origen africano que yo, efectivamente, puse en boca de un moro de Franco, en un libro mío, y que le gusta mucho a Guido Bruner, embajador de la RFA). Ya no hay "proyectos sugestivos de vida en común" -Jefferson, Unin, Trotsky, Roosevelt, incluso Kennedy o Krushev, o así-, sino que lo que hay ahora son proyectos destructivos de guerra en común, de guerra total. Las ideologías y las utopías, que están ahí, frescas y alpestres, como dos razas de ninfas o de ovejas, han quedado ensombrecidas y postergadas por la contabilidad lóbrega de la guerra de armamento, que tiene la Luna como campo de tiro y Moscú/Nueva York como cancha más neutronal que neutral. Un socialista modesto, de pana, como nuestro presidente, un socialista de colecta, como Ofof Palme un joven y brillante filósofo anarco/ pacifista, corno André Glucksmann, resultan rojos peligrosos o desviacionistas escandalosos para los supersistemas establecidos.

Felipe González, cuando se plantea estos grandes problemas, es macrofelipe (aunque Fraga no quiera), entre otras cosas porque Felipe sabe que no puede -ni él ni nadie- resolverlos. De cada diez libros que me llegan, nueve hablan, con unas u otras palabras, del shock del futuro. Los columnistas somos virtuosos en hablar de la paz con la guerra al fondo. Las mocedades del mundo passan de política porque saben, sin haberlo leído nunca, aquello de que "la política es la guerra por otros caminos". Caminos que, naturalmente, llevan a la guerra. Los agricultores franceses protestan de que les vayan a plantar en el mercado nabos españoles, pero no protestan de que entre sus nabos les estén plantando misiles. Los grandes presupuestos de investigación, en el mundo entero (en España no se investiga, según. mi adorada/adorable Martita Cortés), se los lleva la investigación bélica. Miguel Boyer nos ha devaluado la peseta, lo que quiere decir, entre otras cosas, qué los maderos (armas) le van a salir más caros al Gobierno. La banca internacional invierte en armas con verdadera afición, porque el personal ya tiene de todo para la vida (sociedad consumo/desperdicio) y ya sólo es rentable invertir para la muerte. A un buen banquero no le importa financiar la voladura del planeta, si los intereses de la operación le compensan. Lo más fino, ya, es llamar al arquitecto para encargarse un refugio atómico Luis XV. Nos estamos haciendo nuestras pirámides cuadradas en hormigón armado. Somos los egipcios chatos de nosotros mismos. A lo mejor el único sitio donde no caen misiles es la Real Academia, y por eso hay tanta cola.

He pasado el fin de semana en el jardín/refugio de un gran escultor, Javier Jiménez, que descubrí en Arco/80, que trabaja imaginativamente el plastiqué. Macrofelipe no sólo es "macro" porque cuente con todos los peligros que nos observan, sino porque aun le queda esperanza para luchar. Para dar y tomar.

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