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Tribuna:GENTE DE LA CALLE
Tribuna
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El lenguaje nuevo

La gente mayor se pasa la vida quejándose de cómo habla la gente menor. "¡Hay que ver qué dicharachos!" (son antiguos hasta para insultar), "¡Qué forma de expresarse!", "Están acabando con el castellano. ¿... Y eso que llaman cheli? ¿Usted se da cuenta?".Lo que parecen olvidar es que el ataque que sufre la lengua por parte de la juventud en general y de la mocedad lumpen en particular tiene una ventaja, y es su carácter claramente externo. Todos, incluso los que las emplean continuamente, saben que esas palabras nuevas corresponden a una moda y que dentro de unos años, probablemente coincidiendo con la llegada a la madurez de la misma gente que hoy las usan, desaparecerán en su mayor parte, como han desaparecido "¡que te zurzan!" o "el despiporren", que escandalizaba a nuestros abuelos cuando se lo oían decir a los nietos, allá por los años veinte.

Pero, en cambio, hay otras palabras igualmente espúreas que los mayores están introduciendo en nuestra forma habitual de entendernos y que se quedarán enquistadas para siempre en nuestro léxico. Son las palabras de origen extranjero, en su inmensa mayoría norteamericanas, que han ido invadiendo nuestras expresiones en los últimos años sin apenas notarse. Y ello debido a que resultan familiares al oído español porque siempre se habían usado aquí, aunque..., ahí está el detalle, en sentido distinto del que se emplea ahora.

Por ejemplo: a nadie le extraña oír hablar de la administración. Lo que ocurre es que esa palabra se refería antes a una parte de la empresa dedicada exclusivamente a llevar las cuentas. La más dramática frase que escuchaba un empleado era "pásese por la administración", lo que quería decir que le iban a liquidar lo que le debían hasta el momento y ponerle en la calle. Jamás imaginó esa sección importante, pero siempre dentro de sus límites, que un día se escribiría con mayúscula y podría significar (al ejemplo de EE UU) el supremo Gobierno de la nación, que tendría que administrar no sólo unos fondos, sino también las esperanzas nacionales. "Eso lo tiene que decir la Administración...", "Que lo haga -guerra, paz, arreglo de carreteras, subidas del precio de la gasolina- la Administración".

Si en este caso el nuevo léxico ha ampliado unas funciones, en otros las ha cambiado totalmente. Antes se estimaba a una persona, pero ahora se estima que la producción de carbón va a ser de tantos miles de toneladas. Y el mismo paso del espíritu a la materia se da entre contemplar un paisaje o el juego de unos niños como se hacía antes y contemplar hoy que se llegará a un déficit en la balanza comercial del 20,7.

Y la audiencia ha dejado de ser sólo el lugar donde se impartía justicia para convertirse, además, en una masa que a veces, como en el caso de la radio o de la televisión, sólo existe en la imaginación de quien prefiere creer que su espectáculo está teniendo éxito.

Mantener daba siempre la impresión de contribuir al sustento de alguien, persona o perro. Hoy resulta que puede ser, además, el cuidado mecánico de una máquina limpiándola y proveyéndola de combustible.

¿Quién aseguraba que tenía una idea en mente? ¿Dónde la iba a tener si no? ¿Y cuándo se ha dicho en España yo pienso para empezar una disertación? El pensamiento se suponía a prior¡, y lo que hacía falta era precisar la postura moral. Por ello se decía: "Yo creo...". Estamos de nuevo en la traducción literal del inglés, igual como el condicional "yo diría...", lo que le va muy bien a los cautos y modestos anglosajones, pero que no está de acuerdo con el carácter soberbio del español.

Y esto no es más que un chequeo de las palabras que no han necesitado entrar por la puerta trasera de los barrios canallas en nuestro idioma. Estas lo han hecho por la puerta principal de los salones elegantes, la del Congreso de los Diputados y de las convenciones (otra que tal) de profesionales de todas clases. Es decir, que han entrado con todas las garantías de seriedad, lo que convierte a esas advenedizas en mucho más peligrosas que las otras.

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