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Reportaje:

Los moscovitas comienzan a olvidar a Breznev

Ese mismo edificio -avenida de Kutuzov, número 26, Moscú- es objeto estos días de la curiosidad de muchos moscovitas, que han conocido de casualidad que fue allí donde, durante muchos años, vivió Leónidas Breznev.Un decreto -publicado en los periódicos- mandó instalar junto a la puerta una lápida que recuerde que éste era el lugar de residencia del anterior líder soviético, descubriendo así lo que era un misterio para muchos.

La casa fue acabada de construir justo antes de que estallara la segunda guerra mundial. El por entonces prometedor funcionario Leónidas Breznev obtuvo allí, en 1952, un apartamento de tres habitaciones que, con alguna ampliación, ha ocupado teóricamente hasta su muerte. Si bien, en la práctica, Leónidas Breznev prefería pasar la mayor parte del tiempo en su menos modesta dacha -propiedad del Comité Central-, no muy lejos de allí.

Ahora, algunos moscovitas se detienen frente al número 26 de la avenida de Kutuzov y echan una admirativa mirada a la fachada. Muchos no saben que en esa casa para funcionarios distinguidos del partido habita también el nuevo líder, Yuri Andropov. Desde que éste accedió a su nuevo cargo, la vigilancia en el interior del edificio se ha hecho menos discreta.

El nuevo secretario general, Andropov, acostumbra a visitar más frecuentemente su domicilio, en el que, al parecer, conserva buena parte de sus libros y sus discos, así como un equipo de alta fidelidad.

En las cuatro espaciosas habitaciones de su piso -espaciosas, pero no tan regias como corresponderían a su cargo y a las semifaraónicas costumbres de su predecesor- quedan algunos recuerdos de su pasado: entre ellos, los muebles que el Gobierno húngaro le regaló cuando dejó de ser embajador de la URSS en Budapest, en los turbios días de la invasión soviética y la rebelión magiar.

Muy cerca del portal, una librería exhibe las obras completas de Breznev. Al lado, un tomo de Kirilenko, el miembro del Politburó recientemente caído en desgracia.

La lógica de la historia soviética quiere que todo período de transición tenga una fase de desmitificación del líder desaparecido. En esta ocasión aún quedaría, pues, por vivir la desbreznevización. Ya se han empezado a retirar algunos de los retratos del líder fallecido de los muros de Moscú.

De manera casi automática, al morir Leónidas Breznev, algunas calles, escuelas, plazas e incluso alguna ciudad recibieron su nombre. Así entraba en la historia y, a la vez, corría el peligro de ser criticado. ¿Para cuándo la desbreznevización? Algunos kremlinólogos afirman que será pronto y que sólo pasará un año antes de que los errores del viejo líder sean puestos a flote. El pasado lunes, el discurso pronunciado por Andropov ante el pleno del Comité Central era ya -para muchos- todo un indicio. Las críticas que Andropov realizaba al sistema parecían -vistas así- una especie de inventario del reciente pasado.

La tumba de Breznev -sobre la que aún no se ha instalado el preceptivo busto de piedra- no atrae oleadas de curiosos. Las largas hileras frente a la tumba de Lenin son tan largas como de costumbre. Ni más, ni menos. Los que pasan frente al cadáver embalsamado del histórico bolchevique pueden aprovechar para echar un vistazo a la tumba de Breznev, según salen del mausoleo y bordean de vuelta las murallas del Kremlin. Sin embargo, la curiosidad no parece picar a muchos. Quince días después de su fallecimiento, Breznev sigue sin despertar pasiones.

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