Veinte años de amistad y algunas diferencias entre los máximos líderes del PSOE
Veinte años de estrecha relación política y confianza personal entre Felipe González y Alfonso Guerra parecen atravesar su primer problema, en el preciso momento en que el PSOE se dispone a ocupar el poder con diez millones de votos a la espalda Guerra ha dicho alguna vez que si alguien organizara una campaña contra Felipe González, él jamás participaría en ella. Y el tándem se ha mantenido incólume a lo largo de ese tiempo.Hay estos días un silencio casi absoluto en las personas que rodean a Guerra. Los equipos que él ha dirigido durante la operación de acceso al poder oscilan entre la esperanza de que su jefe aún vaya al Gobierno y el deseo de que continúe al frente del partido, como única solución para evitar crisis en el futuro. Pero todo ello está velado por el temor de que la pugna que se adivina entre el vicesecretario y otros dirigentes, quizá con el propio Felipe González, haya terminado con la derrota del proyecto sustentado por el número dos, con la consiguiente reacción de Guerra.
En un afán de explicarse el actual misterio, hay quien vuelve la vista atrás y recuerda algunos problemas en momentos clave de la historia del PSOE. Podrían ser estos:
-En mayo de 1978, Felipe González sorprende una noche a la Asociación de la Prensa de Barcelona con la aseveración de que era partidario de retirar la definición marxista del PSOE en el próximo congreso del mismo. Nadie había cuestionado públicamente, hasta entonces, esa caracterización ideológica del PSOE, y de ahí el constante repiqueteo de teléfonos durante la mañana del día siguiente en las sedes del partido. Guerra tomó entonces la decisión de convocar una conferencia de Prensa para explicar que el PSOE seguía siendo marxista, y lo hizo con tal habilidad que, sin desmentir a Felipe González, logró calmar el nerviosismo causado por aquella iniciativa del secretario general. La tormenta pasó y, andando el tiempo, Guerra se plegó o comprendió las razones de Felipe González.
-Un año más tarde, durante el 282 Congreso del PSOE, la línea política radical propugnada por los adversarios de Felipe González estaba a punto de conseguir la mayoría. En menos de veinticuatro horas, el mismo escenario registró un discurso de Francisco Bustelo -"cien años de honradez y firmeza: pero de firmeza marxista, compañeros!"- y otro de Felipe González, renunciando a presentar su candidatura a la secretaría general -"yo no soy una caña a la que lleva el viento".
Entre aquellas dos escenas, Alfonso Guerra trató de ganar tiempo convenciendo a los periodistas, a las tres de la madrugada, de que Felipe no había decidido su renuncia. Fue el momento exacto de una de sus "frases": "¡No pasa ná!". Pero pasó. Y aunque a Guerra no le gustó esa solución, dedicó los cuatro meses siguientes a un intenso trabajo para montar una sólida mayoría en torno a Felipe González.
-En octubre de 1981, el 29º congreso del PSOE enfrentó, al menos en apariencia, dos proyectos diferentes para la formación de la ejecutiva: Guerra quería reducirla y eliminar a muchas personas; Felipe González prefería no crear tensiones y mantener prácticamente a todo el equipo anterior. Finalmente prevaleció el criterio del secretario general.
-A principios de marzo de este año fue Guerra el que se lanzó por libre con una declaración que hizo restallar la opinión nacional: "Comparto el temor de los que creen que el juicio por el 23-F va a ser una farsa". Apenas trascendió el disgusto de Felipe González por aquel incidente y éste le defendió públicamente.
Lo que destaca, por tanto, es el largo camino andado en común por ambos dirigentes y la existencia de problemas aislados, que nunca han pasado a mayores. Felipe González y Alfonso Guerra se han demostrado públicamente, en centenares de ocasiones, el aprecio del uno por el otro y la alta estima mutua de sus cualidades políticas. Ahora, en cambio, a Guerra no parece importarle que el primer Gobierno socialista continúe abierto porque él no acepta lo que se le ofrece, y pese a que Felipe González se lo ha pedido varias veces. Si esto no es un "montaje" que pueda obedecer a ocultas razones, ahí debe existir un problema político importante.
Una vicepresidencia muy especial
Un indicio de ello es el propio planteamiento de la vicepresidencia. Las cosas están así: el primer Gobierno socialista no tendrá más vicepresidente que Alfonso Guerra, y como se trata del único candidato posible, si él no acepta nadie más será invitado a hacerlo. Lo cual apunta la posibilidad de que la vicepresidencia esté concebida con un carácter más bien secundario, o al menos no excesivamente importante, respecto a las funciones concretas y medios atribuidas a dicho cargo. Y si algo está claro en la trayectoria de Alfonso Guerra es que los honores le importan poco, porque lo suyo es el trabajo y el poder.Algunos apuntan la posibilidad de que el número dos del PSOE se encuentre verdaderamente deseoso de retirarse del primer plano de la política, cosa que ha dicho varias veces y que nadie ha creído. Entre la quijotesca sobriedad del "come poco y cena más poco", que Guerra practica a diario, y la música de Mahler, que define parte de su personalidad -ese Titán de la primera sinfonía, mezcla de exaltación de sentimientos y canciones infantiles sorprendentemente fundidas en marchas fúnebres-, el segundo líder del PSOE mantiene en vilo la atención de quienes siguen esta sorprendente "crisis".
Es posible que el titán esté realmente cansado; pero parece mucho más probable que su actitud responda a una táctica para demostrar la existencia de diferencias políticas serias. En cualquier caso, le queda poco tiempo: el martes comienza la investidura, el viernes se elige al presidente del grupo parlamentario socialista y el sábado toman posesión los ministros.
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