Santiago Carrillo, después de la caída
"Quien a los veinte años no es comunista es que no tiene corazón". Willy Brandt.
A una indicación convenida, el Partido Comunista de España regresaría automáticamente al frío de los manglares y espesuras de la clandestinidad. Otros partidos de izquierda, como el Movimiento Comunista o -en menor medida- los socialistas, también han estudiado o estudian la posibilidad de mejorar la red de sus alcantarillas conspirativas. En cualquier caso, Santiago Carrillo no aspira a inspirar ninguna hipotética película de Costa Gavras sobre España rodada fuera de España.-Si hay un golpe tendrán que apresarme en los primerísimos momentos, y desprevenido. Porque tenemos infraestructura suficiente para, que yo pueda estar, al menos hasta tres meses, trabajando políticamente, sin tener que abandonar Madrid. Y entienda usted que yo, ocurra lo que ocurra, nunca volveré a exiliarme; jamás dejaré otra vez mi país. Pero debemos estar preparados ante la hipótesis de un golpe de Estado contra una Administración socialista. El PSOE se va a ver obligado a realizar muchas concesiones y no me parece que se encuentren en las mejores condiciones para desmontar las tramas golpistas. Muy probablemente han llegado antes de tiempo al poder y seguro que se arrepentirán de haber sembrado la destrucción política por su izquierda y por
su derecha democráticas. En las intervius (Carrillo siempre utiliza este anglicismo, presumiblemente heredado de ese largo exilio que no quiere volver a plantearse) que en
la noche del 28 de octubre hacían Hermida y Azcona, todos los ciudadanos pedían al nuevo Gobierno lo mismo: que acabe con el paro, con el golpe y con el terrorismo. Los tres retos están muy lejos de las posibilidades reales de actuación de los socialistas que, insisto, se verán obligados a hacer grandes concesiones. La Historia dirá, finalmente, si la política equivocada ha sido la mía o la de la dirección del PSOE. Y que conste que el primer interesado en carecer de razón soy yo mismo. Porque si aquí se produce un golpe de Estado triunfante, a Felipe González le van a exiliar, pero a mí, si me detienen, me asesinarán. Lo tengo asumido.
-En la noche del 28 de octubre no se le veía a usted proclive a la dimisión. Por el contrario, replicó arriscadamente a una periodista que le preguntaba por esta eventualidad. No fue su noche de Otumba, no fue exactamente su noche triste. Fraga, en cambio, la noche del 1 de marzo de 1979, casi lagrimeando sobre los resultados que vomitaban los ordenadores, anunció su retirada de la política y se sentó sobre una mesita de cristal fracturando la luna.
-Mire usted, yo mi noche triste ya la tuve en el mes de junio, cuando presenté mi dimisión como secretario general de los comunistas españoles. También entonces estimaron que presentaba la dimisión como una maniobra para regresar con más fuerza o más poder, y no era así. Entonces mis compañeros me: rogaron que no me fuera, pero yo les comuniqué privadamente que al día siguiente de las elecciones legislativas dimitiría de la secretaría. Porque comprendí que en aquella. fecha, ante las divisiones que aparecían en el partido, comenzaba la inflexión. Ya se habían producido las principales deserciones, pero todavía las encuestas nos daban el diez por ciento de los votos, lo que significaba, pese a todo, mantener nuestros resultados de 1979. Con las disensiones yo sabía que empezábamos a descender inexorablemente, y por eso mi noche triste fue la de junio. En cualqúier caso, mi quiniela en estas elecciones apostaba por doce diputados y un cinco por ciento de los votos. Y más que la reducción de nuestro grupo a cuatro diputados, lo que me duele es esa pérdida de votantes hasta el tres y pico por ciento. Pero eso yo ya lo vi venir en junio. Por eso, si en la noche del 28 repliqué con acritud a algún periodista que inquiría por mi dimisión fue por la irritación lógica de quien ya la tenía en la cabeza y en secreto desde casi cuatro meses antes.
Santiago Carrillo se ha sentado a la mesa, tras saludar a Sánchez Montero, Ballesteros y unos camaradas suramericanos que almuerzan en otro saloncito contiguo de una marisquería de la madrileña calle de Fuencarral, y ha comenzado a agitar su pierna derecha como un metrónomo, en disonancia con toda su calma, su pulcritud verbal, su hablar pausado. Recordamos a Oriana Falacci y su celebrada entrevista con Carrillo en El Europeo:
-Y usted, ¿por qué mueve tanto la pierna? -preguntaba Oriana.
-Todos los secretarios generales de los partidos movemos mucho la pierna.
-Bueno, ¿y ahora el Rey va a tener que llamar a Gerardo Iglesias para evacuar las consultas protocolarias previas a la formación del Gobierno socialista?
-El Rey puede llamar a quien quiera, pero estimo que llamará a consultas a los líderes parlamentarios de los partidos. No tiene por qué llamar a los secretarios. Suárez, por ejemplo, no era secretario de UCD, ni lo es ahora del CDS; ni Fraga lo es de AP, y nadie creo que dude de que son los líderes que deben expresar la voluntad de sus partidos. Mire usted, si Pasionaria hubiera pasado a una edad más joven a la presidencia del partido, cuando yo accedí a la secretaría general, yo hubiera seguido siendo el secretario del PCE, pero Dolores Ibárruri sería la imagen indiscutible del partido.
Antes del almuerzo, por teléfono, Carrillo te dice ante alguna alusión excesivamente respetuosa: -Oiga, que yo no me he muerto ni he pasado a la historia; el que se ha muerto es el general Franco, no yo.
Y sobre la agotadora sesión de veinticinco horas del comité ejecutivo, deja bien claro que nadie pidió su dimisión -puede que sólo lo hicieran explícitamente los catalanes del PSUC Rovira y Ribó- y que en todo momento se pidió allí que los cambios tenían que hacerse con Carrillo a la cabeza. "Se me encargó la redacción del papel con las conclusiones de aquella reunión y, mientras lo redactaba, reflexioné y opté por mi dimisión, anunciada en junio. Era lo más conveniente".
-Es difícil de creer que usted no se retira estratégicamente para regresar con más bríos.
-Escúcheme lo que le voy a decir, porque se lo afirmo con toda seriedad: no volveré a la secretaría general del Partido Comunista de España. Ni tampoco seré nunca en el futuro presidente del mismo. Pero, eso sí, tengo energías físicas e intelectuales como para seguir navegando años, y algún magisterio sobre el PC y la política española creo que podré tener.
Ahí tiene usted a Adolfo Suárez, ahora con dos diputados y que tiene mucho que aportar aún a este país. Y no es sólo una mera coincidencia que Suárez y yo nos tengamos ahora que encontrar en el grupo mixto del Congreso. (Los dos únicos diputados que no obedecieron la orden de Tejero de tirarse al suelo).
No. Entre los libros que ahora lee Carrillo se encuentran las memorias de Galbraith En ellas el economista y agrónomo cana diense cuenta la gestación de las de Noel Coward. "¿Pero no has tomado nunca notas?" "Nunca; tengo una memoria de elefante. Mejor dicho: en ocasiones los elefantes me consultan a mí". Es obvio que Adolfo Suárez, como de él afirma Felipe González, tiene una vocación política de elefante, pero en las alturas del grupo mixto le acabaremos viendo evacuar consultas y petición de consejos a Santiago Carrillo. Sintiéndome ya objetivamente envejecido, medito ante la mirada mineral, de pupilas dilatadas de este hombre, que antes de que yo naciera ya era delegado de Orden Público en la Junta de Defensa de Madrid y empujaba responsabilidades abrumadoras. Casi cincuenta años acarreando el comunismo español, hasta esta su hora peor, por sus más dramáticos escalones. El respeto a su figura política e histórica es obligado. Te mira como desde la cima de los siglos, la superación de las de cepciones y la sabiduría genética de las iguanas. Coriáceo, firme, sobrenadando la depresión poselectoral, limpiando, con Belén Piniés, los papeles de su mesa en la sede madrileña del partido -"Ahora tengo más tiempo para dormir"- y decidido a buscarse un despachito en el Congreso. "Lo prefiero; allí estaré más tranquilo, es más difícil el acceso, y en las oficinas del partido tendría más a los camaradas sobre mí para consultarme. Y Gerardo Iglesias tiene que empezar a trabajar solo." Receloso ante la Prensa, a la que culpa en parte de una cierta campaña de imagen contra su partido, y acaso contra su persona, pero educado, firme, convencido, como si comandara un sumergible varado en el fondo de alguna plataforma continental, con los timones de profundidad trimados, a la espera angustiosa de poder emerger.
-Con todos los respetos, don Santiago, para el nuevo personaje, no parece que Gerardo Iglesias, muy joven, con cinco años de cárcel, bastantes peldaños por debajo de usted, sea la persona capaz de sacar al partido de la barrena en la que ha entrado.
-Gerardo Iglesias puede acabar sorprendiendo a todos, como a menudo ocurre en política. Fue un hombre al que ya se le pidió que ocupara la secretaría de organización y no quiso por no dejar Asturias...
-Pues eso casi lo invalida como político...
-O confirma que no es un arribista. Pero lo importante es que es en Asturias donde mejor se han aplicado las conclusiones del décimo congreso del PCE y que es en Asturias donde nuestro partido ha salido menos perjudicado de nuestro fracaso electoral. En buena lógica, éste era el hombre.
Carrillo tiene un exquisito cuidado por no ir abriendo los labios de las viejas y jóvenes heridas, y sólo se muestra escéptico ante Nicolás Sartorius o ante Marcelino Camacho. "Nico Sartorius, que nunca dejará este partido; ya se ha acabado el goteo de las fugas, está equivocado; su diseño del PCE conduce a una salida idéntica a la del comunismo griego: escisión entre renovadores y soviéticos, y extraparlamentarismo". "Camacho puede pensar que Conúsiones Obreras encontrarán alguna comprensión en el PSOE, pero ¿para qué nos vamos a engañar?, los socialistas intentarán hegemonizar a la UGT".
Nos vamos arrebatando los pitillos (también Carrillo consume tres cajetillas diarias y ha advertido a los catalanes que seguirá inhalando alquitrán y nicotina en las reuniónes del PSUC, pese a la reciente prohibición de fumar en ellas) y don Santiago, lenta y pacientemente, va desglosando ordenadamente su análisis de la caída y de la progresiva recuperación que espera.
-Estoy recibiendo cartas de alcaldes socialistas que lamentan el resultado comunista. Ahora, en las elecciones municipales podemos encontrarnos con un voto comunista de arrepentimiento, al margen de que en este tipo de elecciones siempre se vota antes a la persona, que la conoces directamente, que al partido. No nos van a barrer ahí, y confío en que continúe la gestión común con los socialistas, que no podrán gobernar en solitario en muchas ciudades, ni siquiera en Madrid. Aquí, en las elecciones generales se ha votado lo posible -que era el PSOE-, no se ha votado anti-PC (salvo no más de quinientos votos de castigo en Madrid); nos ha restado papeletas el síndrome del golpe y, sobre todo, el deterioro de imagen que sufre el partido a raíz de los problemas internos que aparecen en junio. Se produce una satelización de fuerzas de izquierda hacia el PSOE, que éste utiliza a fondo, y no se lo reprocho, y la doble tentación de que, o se va uno al PSOE o hacia la creación de una nueva izquierda, como se pretende conseguir en Euskadi. El Partido Comunista Español queda bloqueado social y posicológicamente. Un actual diputado del PSOE, antes de mi partido, de 42 años, me decía...
-¿Eugenio Triana?...
-Yo no voy a dar el nombre. Digo que me comentaba que a su edad ya tenía que ser diputado si algún día quería llegar a ser ministro, y que en el PCE no lo iba a conseguir. Esto lo entiendo humanamente. Y por otro lado, otro gran compañero y gran persona, sin escaño de diputado, me reprochaba que cuando acudía al Parlamento veía entre la minoría socialista a una serie de señores que no dieron un palo al agua durante la dictadura, mientras él, viejo luchador por la democracia, se sentaba en la tribuna de invitados. Y esto también se vuelve contra mí.
-Pero su partido llega al inicio de la reforma política con un patrimonio moral y político muy superior al de los demás, y lo ha ido perdiendo.
-Nos encontramos entonces con un PSOE inmaduro e izquierdista y fuimos nosotros quienes tuvimos que adoptar un sentido de la responsabilidad del Estado para sacar el país adelante. Luego el PSOE se deslizó sobre su derecha, dejándonos sin espacio entre él y la UCD. Y, además, partimos de bases muy estrechas. La Comisión de los Diez, que desde la oposición negociaba entonces con el primer Gobierno de Suárez, se negó a admitir una transición que excluía al partido comunista; menos Felipe González, que afirmó que negociaría si era preciso en solitario con el Gobierno, aun cuando nosotros nos quedáramos fuera. No hay que olvidar que aquí no se ha producido una victoria antifranquista. Aquí sólo ha triunfado el primer reformismo de la UCD, y ahora, el segundo del PSOE. Si yo fuera Alvaro Cunhal estaría ahora en el poder gobernando con Soares y con los militares progresistas. Pero aquí había que tallar otra cosa; sin contar con la decisiva influencia de la Unión Soviética.
Aduces a Carrillo que la URSS puede influir seriamente sobre muchos países, pero que te parece aventurado que pueda modificar un sentido del voto como el nuestro. "No sea usted ingenuo; puede influir, por ejemplo, a través de su propio periódico". Y alude Carrillo, entre dolorido y orgulloso, a la ayuda soviética, subliminal, al cambio socialista. "¡Si llego yo a firmar en Moscú el papel que Felipe firmó con el PCUS ..." Y se plantea la sucesión de Breznev: "Puede aumentar la tensión internacional y eso siempre favorecerá la creación de Gobiernos de derechas en Europa. Crecerá la influencia del Ejército Rojo en Moscú y perderán posibilidades de subsistencia los Gobiernos socialistas del Mediterráneo. Ya le he dicho que la historia dirá quién tiene razón y si acaso no es prematuro y perjudicial para todos un triunfo adelantado del socialismo en España".
Le reprochas el haberse dejado arrebatar por el PSOE aquella bandera del pacto entre un partido y la sociedad, un compromiso .histórico genuinamente eurocomunista hacia las clases medias, los jóvenes, los intelectuales. Te replica, con razón, que antes que nadie él tendió esa mano política, pero que ahora carece de la plataforma suficiente para hacer la oferta. Le hablas de la ilusión que ha despertado la campaña del PSOE y te observa desde la sima de su sabiduría: "Usted es muy joven, pero yo he visto a las masas enardecidas el 14 de abril de 1931, y en el mes de junio yo ya estaba haciendo de apagafuegos ante esas mismas masas, que se manifestaban contra el primer Gobierno de la República". A más de que prevé una radicalización de las bases del PSOE: "Largo Caballero accedió al Gobierno hablando de reformismo estructural y salió hablando de la dictadura del proletariado. Y no deberíamos olvidar a este respecto que al menos el cinco por ciento del voto socialista y el catorce por ciento del voto comunista están pensando que sería bueno para España el modelo soviético". Y leves quejas por lo que estima un trato injusto: "Yo no he destroza do a nadie como el PSOE a su izquierda socialista. Si he cometido un error ha sido el de no ser un dictador en mi partido y haber mantenido, contra viento y marea, un serio y constante proyecto eurocomunista". La rodilla derecha no ha perdido un momento su diapasón, rítmico, mantenido, obsesivo, que tanto reclamara la atención de Oriana. ("Oiga, que en aquella entrevista mi colega se enamoró de usted").
-Oriana es una periodista muy inteligente, y una mujer que sufre.
Hace ocho meses que no habla en privacidad con Felipe González ("Ha tenido mucho cuidado en despegarse de nosotros"). Pero si Mitterrand tiene un amigo en España, éste es Carrillo y no el caballo socialista. En un autobús Felipe le tildó de pequeño saco de maldades. Desde la otra punta del país le replicó socarrón: "En todo caso, creo que puedo aspirar a ser un pequeño saco de experiencias". Te habla de algún banquero que está con el golpe duro y antihistórico y se lleva las manos a la cabeza ante la decisión socialista de nombrar a Fraga jefe de la oposición. Cultiva amigos de años en las direcciones socialista y comunista de partidos de dos continentes ("No, no los telefoneo regularmente. Voy a la Embajada y hablo con ellos por valija diplomática"). Casi paramos la circulación de una calle para hacer unas fotos y le despides -como a todos- en la portezuela de un auto que pesa tres veces más franco fábrica.
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