Los alcireños se quitaron las botas de agua para recibir a Juan Pablo II
Veinticinco minutos duró la visita de Juan Pablo II a Alcira, que constituyó el símbolo de su acercamiento a todos los afectados por las recientes inundaciones. En la Muntanyeta de Sant Salvador, lugar desde el que se domina la ciudad, y en la explanada delantera del santuario de la Virgen del Lluch, el Papa impartió la bendición a los varios miles de personas, no sólo de Alcira, que habían subido a pie hasta la cima de la colina para ver a Karol Wojtyla en su última aparición en público en tierras valencianas.
Visiblemente fatigado, el Papa tuvo una breve intervención en la que dijo que "junto al hombre que sufre debe haber siempre otro que lo asiste y acompaña", tras afirmar que había sentido como un deber estar cerca de los que sufren dentro del programa de su visita a España. "Os aliento a elevar vuestra mirada hacia Dios, a la vez que a los presentes a los otros habitantes de zonas afectadas, especialmente a los heridos, enfermos y familias en luto. Os dejo con afecto mi cordial bendición".A continuación, con unas palabras más breves aún, el arzobispo de Valencia, Miguel Roca Cabanellas, recordó públicamente que al día siguiente de las inundaciones había recibido un telegrama de Juan Pablo II en el que se interesaba por los afectados.
El alcalde de Alcira, Francisco Blasco, que por primera vez desde las inundaciones, igual que muchos vecinos, iba sin botas de agua y con un traje azul marino, le pidió la firma a Karol Wojtyla para que constase como memoria de su visita a la ciudad. A tal efecto, Blasco llevaba una edición del siglo XV de los Privilegios otorgados por el rey Jaime I a Alcira, en una de cuyas primeras páginas en blanco el Papa estampó su firma y la fecha. "Hay un Ebro de oro para visitantes ilustres en el Ayuntamiento", comentaba Blasco momentos antes, "pero no tiene más de seis o siete años y he pensado que este sería más apropiado".
Antes de dirigir la palabra, Juan Pablo II entró acompañado del arzobispo y del alcalde en el santuario, donde, en lugar de rezar un responso por las víctimas, como se había anunciado, oró en silencio unos instantes ante la imagen de la Virgen del Lluch.
Antes de salir abrazó a dos niños cuyas madres consiguieron acercarse al Sumo Pontífice, lo que no era muy fácil, gracias a los miembros de la Policía Nacional y del Cuerpo Superior de Policía, que en Alcira mostraron especial empeño en mantener, a veces a codazos y empujones, distancias prudenciales entre el Papa y el público.
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