Sobria emoción y estricta disciplina en las honras fúnebres por el asesinado general Víctor Lago Román
Con exacta puntualidad castrense, sobria emoción de compañeros, estricta disciplina militar y respetuoso silencio de homenaje tuvo lugar a mediodía de ayer en el palacio de Buenavista, Cuartel General del Ejército, la misa Corpore insepulto y la rendición de máximos honores militares, como general con mando en plaza, a los restos mortales de Víctor Lago Román, asesinado la mañana del jueves siendo jefe de la División Acorazada (DAC) Brunete número 1.
El ministro de Defensa, Alberto Oliart; el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor (PREJUJEM), Alvaro Lacalle Leloup; los Jefes de Estado Mayor del Ejército (JEME), Ramón Ascanio y Togores; de la Armada (AJEMA), Saturnino Suanzes de la Hidalga, y del Aire (JEMA), Emilio García Conde y el capitán general de la 1 región militar (Madrid), Ricardo Arozarena Girón, formaban la presidencia oficial, donde las previsiones escritas situaban también al presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, que no estuvo presente. La presidencia familiar del duelo estaba compuesta por la viuda y los ocho hijos del ilustre soldado fallecido.En el patio principal del Cuartel General del Ejército formaba una compañía del regimiento Saboya, integrado en la DAC Brunete, con escuadra de gastadores, bandera y banda de música. Un toque de atención marcó la llegada del ministro de Defensa, acompañado por los cuatro miembros de la Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM), que saludaron a la bandera y se situaron a la izquierda del altar dispuesto frente a la formación militar. Detrás se encontraban numerosos generales, entre los que pudieron ser identificados en el grupo B o en la reserva Manuel Diez Alegría, José Gabeiras Montero, Jesús González del Yerro, Guillermo Quintana Lacaci, José Miguel Vega Rodríguez, Fernando de Santiago y Díaz de Mendívil y a Víctor Castro San Martín.
De los pertenecientes al grupo A, de mando de armas, los informadores distinguieron al Jefe del Mando Superior de Personal (MASPE), Gerardo Mariñas Romero; al director del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN), almirante Faustino Rubalcaba Troncoso; al inspector de la Policía Nacional, Félix Alcalá Galiano; a José Pérez Iñigo, director de Enseñanza del Ejército; al coronel Conejero, del Centro de Relaciones Informativas y Sociales (CRISDE) -en ausencia de su director, el general Antonio Rodríguez Toquero, que visita en estas fechas Taiwan- y al coronel jefe del regimiento de la Guardia Real, Luis Fernández de Mesa.
A las once en punto de la mañana, a los acordes de la marcha de Infantes y con la formación teniendo sus armas sobre el hombro derecho, hizo su entrada en el recinto el féretro, envuelto en la bandera nacional y portado a hombros por dos generales, dos jefes, dos oficiales, un suboficial y un cabo, designados entre las comisiones de personal nombradas para asistir a los actos. Inmediatamente detrás seguía al cortejo el ayudante del general asesinado, portando sobre un cojín de terciopelo rojo la gorra, los atributos del mando -sable y bastón- y las condecoraciones ganadas -Medalla de la campaña, Cruz Roja del Mérito Militar, Cruz de Guerra, Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco y Gran Cruz, Cruz y Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo-. Procedían de la capilla ardiente, que estuvo instalada desde la víspera en el salón de embajadores, donde prestaron turnos de vela ininterrumpidos oficiales de distintas unidades.
Condecoración póstuma
Situado el féretro sobre el túmulo dispuesto frente al altar, se procedió a la lectura del real decreto por el que se concedía al general Lago, a título póstumo, la Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco. Entonces se adelantó el ministro de Defensa para depositar los emblemas de la condecoración citada sobre la bandera que cubría el féretro.El obispo Emilio Benavent, que hasta su reciente pase a la reserva ocupaba el vicariato general castrense, concelebró la misa con varios capellanes castrenses. En la homilía, Benavent se refirió al general Lago "alevosamente asesinado por los terroristas" y resumió algunos deseos y súplicas para recibir luz y fortaleza. Encomendó el alma del general; ofreció consuelo a sus familiares; comprendió los sentimientos de indignación de los cuadros de mando de las Fuerzas Armadas y rogó para que se transformaran en responsable fortaleza y entrega a la defensa de la integridad y de la paz de España; invocó el supremo derecho de los españoles a la paz y al orden público, fundamento de la libertad, la justicia y la concordia; advirtió a los educadores y publicistas para que dejen de azuzar el odio y de predicar la violencia como remedio de los males, que con ese recurso siempre se acrecientan, y exhortó a todos al servicio a costa de cualquier sacrificio. Después dió la paz a la viuda y a los tres generales de la DAC, Buhiges, Martínez Ambrosio y Yusty. La viuda se acercó a comulgar y tras ella numerosos asistentes de uniforme.
Concluída la misa todos en el primer tiempo del saludo escucharon el toque de oración y luego corearon unánimes el himno de Infantería. La marcha de Infantes despidió al féretro a hombros de los arriba mencionados, descendiendo por el jardín hasta la calle de Alcalá. El general Prudencio Pedrosa, nombrado con carácter de urgencia para el mando de la División Acorazada Brunete, del que hoy tomará posesión, abría el convoy que se dirigió a la base aérea de Getafe, desde donde el féretro y los familiares mas allegados emprendieron vuelo hasta La Coruña, para seguir por carretera a Puentedeume, donde se verificó el sepelio. Sólo los insultos apenas audibles dirigidos a los periodistas por una veintena de personas estacionadas enfrente quisieron romper el ambiente de total respeto que definió los actos de ayer.
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