La delegación del Gobierno en Campsa reinicia los estudios sobre la subida de los precios de los carburantes
La delegación del Gobierno en Campsa ha reiniciado los estudios técnicos, suspendidos por orden gubernamental el pasado julio, sobre una eventual subida de los precios de los combustibles derivados del petróleo. Aunque no existen instrucciones concretas por parte de todos los Ministerios afectados, los estudios que se realizan podrían abrir el paso a un próximo incremento de los precios de la gasolina y demás derivados, muy posiblemente antes de que quede configurado el próximo Gobierno socialista. La subida será, posiblemente, superior al 10%.
La apertura del expediente de la subida de los carburantes se ha realizado, según algunas fuentes, a sugerencia de los próximos administradores, deseosos de ir cerrando aquellos temas pendientes cuya solución no ofrece grandes complicaciones. El desfase en la recaudación por este concepto sobre las previsiones presupuestarias es latente desde los primeros meses del año, e incluso se vio agravado a partir del pasado verano, cuando una prevista subida fue aplazada por decisión de la Presidencia del Gobierno ante la proximidad de la consulta electoral.Fuentes gubernamentales solventes informan que los estudios en curso se centran en una evaluación sobre los costes del petróleo importado y sobre la evolución de la peseta durante los próximos doce meses, junto a las hipotéticas previsiones de recaudación por este concepto que se incluirán en los próximos presupuestos del Estado. Algunos planteamientos de partida consideran irrecuperables las pérdidas por recaudación experimentadas desde el último reajuste y que algunas fuentes estiman que podrían ascender a más de 70.000 millones de pesetas.
Según las fuentes consultadas, el precio medio del barril de petróleo importado por España en los últimos seis meses se sitúa en torno a los 32,23 dólares. Este precio, casi dos dólares por debajo del oficial de la OPEP, es, a su vez, inferior al coste sobre el que se basó la última subida, el 24 de julio de 1981, que era de 34,95 dólares. Las estimaciones actuales prevén que el coste medio del barril importado se mantenga en los próximos meses, e incluso pueda bajar, dada la continua atonía del mercado mundial de crudos.
Pero si el coste en dólares del barril muestra una tendencia a la baja, no sucede lo mismo con el precio expresado en pesetas. En el momento de la última subida, hace más de un año, la moneda norteamericana se cotizaba a 90,35 pesetas, según los cálculos en los que se basó el reajuste; los estudios que realiza ahora Campsa se cifran en torno a las 117 pesetas por dólar, muy en la línea por donde se encuentra ahora la cotización oficial de la moneda española.
Depreciación de la peseta
Esto supone que, desde la última subida, la peseta se ha depreciado cerca un 30%, lo que ha motivado que la ganancia en la baja de los precios mundiales de crudo no haya servido para compensar la fuerte desvalorización de la peseta respecto al dólar. La pérdida experimentada en esta relación se ha traducido en unos ingresos inferiores para Hacienda, que se sitúan por algunos en más de 70.000 millones de pesetas, es decir, algo más del 20% de los ingresos presupuestarios previstos por este concepto y que ascienden a unos 310.000 millones de pesetas.Fuentes solventes estiman que por cada dólar que baja el precio del barril de petróleo, los ahorros para la factura petrolera española ascienden a unos 20.000 millones de pesetas. Por el contrario, por cada peseta que se revaloriza el dólar, la misma factura se encarece en 10.000 millones de pesetas. Aunque esta fórmula es sólo indicativa, la fuerte depreciación de la peseta experimentada en los últimos meses confirma el importante agujero recaudatorio que se está produciendo en los ingresos fiscales por los consumos de carburantes, si bien habría que descontar el efecto que los mayores consumos de gasolina han tenido en la disminución del desequilibrio.
En este sentido, las fuentes consultadas por este periódico, aunque señalan que cualquier adelanto sobre procentajes sería prematuro, no descartan que el reajuste esperado implique incrementos superiores al 10% de los precios actuales. La política de distribución de las subidas sería la misma que ha mantenido el Gobierno en los últimos años, que ha buscado adecuar los precios nominales a los costes reales. Esto supondría incrementos mayores para los productos pesados, como los gasóleos de automoción y los fueles, e inferiores para las gasolinas. Por otro lado, y dado el enorme desfase en ingresos, es posible que se apliquen varios incrementos graduales escalonados en los próximos meses.
Respecto al momento apropiado para la subida, y aunque no hay nada decidido, fuentes solventes indican que el reajuste podría tener lugar antes de la formación del próximo Gobierno, con objeto de facilitarle a éste el inicio de su gestión. Otra tesis, sin embargo, apunta hacia la necesidad de esperar a que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) celebre su próxima reunión ordinaria, el 9 de diciembre, en Lagos (Nigeria), donde no es descartable una reducción del precio oficial de 34 dólares, extremo éste que tendría un efecto reductor, aunque no muy elevado, de los costes en dólares del crudo importado.
La máxima preocupación que plantea la subida de los carburantes es el efecto inflacionista que tendrá. Para algunos expertos, el hecho de que se haya retrasado este incremento forzará a subidas importantes, si lo que se pretende es cumplir las previsiones presupuestarias. Una adecuación realista de los precios en una sola vez, sin embargo, tendría un efecto sobre el Indice de Precios al Consumo (IPC) que algunos estiman que podría ser de dos puntos, por lo menos.
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