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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El partido de la oposición

AUNQUE EL abrumador triunfo del PSOE, que ha ganado cerca de cuatro millones y medio de sufragios respecto a los comicios de 1979, sea el dato más significativo de los últimos comicios, los excelentes resultados obtenidos por Manuel Fraga, que ha logrado unos cuatro millones y medio de sufragios más que Coalición Democrática en 1979 y unos cuatro millones más que Alianza Popular en 1977, merecen sin duda una consideración especial. Mientras que 9.830.000 españoles (el 46% de los electores) han confiado sus votos a Felipe González y a su partido, otros 5.410.000 ciudadanos (el 25,3%) han preferido la coalición presidida por el líder de Alianza Popular. Es obvio que la estrategia de Fraga ha mostrado su eficacia electoral y ha permitido a este tenaz profesional de la política, cuyo notable praginatismo queda enmascarado a vecespor una apariencia de continuidad doctrinal, ganarse a pulso la jefatura de la oposición.Las encuestas sobre las actitudes políticas de los españoles repiten hasta el cansancio que las posiciones de centro poseen las llaves de las urnas. Cualquier partido que aspire a rebasar las fronteras de la marginalidad o el testimonialismo y que pretenda conectar con la sensibilidad, los intereses y las ideas de varios millones de españoles, estará obligado a adecuar sus programas y a perfilar su imagen dentro de ese centrismo sociológico. Fraga ha pretendido por eso dar un aire nuevo a su partido y a sus formas de expresarse, acogiendo a los desgajados por la derecha de Unión de Centro Democrático. No es fácil valorar el papel que han desempeñado los antiguos dirigentes de UCD -como Oscar Alzaga, Miguel Herrero o José Luis Alvarez- en esta especie de aggiornamiento moderador de la plataforma electoral presidida por Fraga. Pero es preciso reconocer el esfuerzo que éste ha hecho por presentar lo que podría denominarse el fraguismo de rostro humano, rostro que anhelamos suponer responde de veras a las bases de su, partido y, sobre todo, a la mayoría de sus electores.

En cualquier caso, la existencia misma de la coalición entre Alianza Popular y el Partido Demócrata Popular abre la posibilidad de discrepancias en su seno y garantiza en cierto modo, dada las inequívocas convicciones democráticas de algunos de los hombres procedentes de UCD, que la derecha montaraz y autoritaria instalada desde antiguo en AP no se ha de adueñar finalmente de la situación. Peligro este que resulta el más preocupante ,de cuantos se vislumbran.

La próxima legislatura será el laboratorio donde Alianza Popular, o la coalición AP-PDP, demuestre la sinceridad, la coherencia y la permanencia de su compromiso con la predicada moderación y de su abandono de cualquier tentación de vaciar desde dentro las instituciones a fin de abrir las puertas de la ciudadela democrática a los involucionistas. Se engañan quienes piensen que los recelos y desconfianzas hacia Fraga proceden únicamente de esterotipos acuñados en las etapas en las que disfrutó de un poder incontrolado o de un análisis de carácter que apunta a la visceralidad de sus reacciones. Lo realmente preocupante ha sido la ambigüedad de su proyecto político, parcialmente despejada tras el golpe de Estado del 23 de febrero, y la contradictoria yuxtaposición, en sus bases militantes y en su electorado, de sectores respetuosos con los principios democráticos y las libertades y de grupos para los que la Monarquía parlamentaria es una sala de espera para aguardar el tren de regreso a las instituciones del antiguo régimen. Fraga no puede sino tratar de satisfacer las demandas contrapuestas de sus seguidores, pero los demócratas que han apostado por él consideran que en toda circunstancia el líder de Alianza Popular está dispuesto a alinearse inequívocamente con las fuerzas constitucionales, tal y como hizo el 27 de febrero. Esta es desde luego una buena noticia, aunque permítasenos decir que en este sentido nos parece que el propio Fraga, con su biograria política incluida, resulta bastante más liberal que muchos de los que le apluden y le han aupado a su condicion de jefe de la oposición. Felipe González, que será Presidente del Gobierno a comienzos de diciembre, ha anunciado su propósito de conceder status legal y protocolario al susodicho jefe de la oposición, a fin de evitar que se sigan produciendo situaciones tan objetivamente humillantes como las que él hubo desoportar a lo largo de más de cinco años. Ma nuel Fraga, en esta nueva tarea, tendrá ocasión de pro bar con los hechos su capacidad para no confundir dureza con demagogia, sinceridad con irresponsabilidad y crítica del Gobierno con agresiones al sistema. La configuración del Congreso, en el que el PSOE tiene una de sahogada mayoría absoluta, descarta la posibilidad misma, salvo escisión improbable del grupo socialista, de mociones de censura triunfantes o de alianzas con otros partidos para bloquear proyectos de ley del Gobierno. No es probable, de añadidura, que los representantes del nacionalismo catalán y vasco, que rebasan la veintena de escaños, sintonicen con Fraga en buen número, de cues tiones relacionadas con la reforma de la Administración y la defensa de las libertades. Los diputados de UCD y CDS también pueden resistirse a aceptar el liderazgo o el yugo de Fraga, y es más posible que se dediquen a una tarea, lenta y trabajosa, pero necesaria, de reconstruir el centro o de redescubrirlo, en lo que no les faltará el apoyo de los propios socialistas. De esta forma, Alianza Popular, depositaria del 25% del electorado, puede descubrir, tanto por la experiencia de la legislatura venidera como por los resultados de futuras elecciones, que existen límites objetivos infranqueables para su crecimiento y para su capacidad de maniobra. La sospecha es que Fraga ha podido llegar a ser el jefe de la oposición, pero que nunca llevará a la derecha al poder. En realidad su famosa teoría de la mayoría natural cae una vez más por su base. Aquí la mayoría natural, por más sumas que se hacen, arroja un saldo de izquierdas y han sido los socialistas los que se han alzado con la mayoría absoluta. Por eso si la derecha quiere volver a gobernar por vías cons titucionales en 1986 se dedicará a imaginar fórmulas que recompongan su espacio político y le garanticen no la es peranza de ser de nuevo una poderosa alternativa, sino una alternativa capaz de realizarse. Porque a la postre, y mírese como se mire, lo que sucede es que la derecha ha perdido el poder, y los socialistas doblan casi en sufragios a los aliancistas. Esta victoria personal de Fraga re sulta por eso en realidad una derrota histórica de las ideas y las proposiciones que sustenta. La alegría tan descomunal que embarga a sus seguidores responde más a motivos psicológicos que a razones políticas. Quienes militaron en UCD y ahora lo hacen en la coalición han de reconocer que esta es objetivamente menos poderosa que lo que ha sido en la anterior legislatura el partido del Gobierno. Y eso lo saben también quienes le financian y apoyan. Esperemos que una vez percibida esa frustrante situación, no traten de desbloquearla mediante una reorientación todavía más regresiva de su estrategia política.

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