Desde Roma sobre el hábito
Cuando en el año 1977 publiqué mi obrita L'abito religioso: studio storico e psico-sociologico dell'abbigliamento religioso, alguien afirmó que este asunto estaba ya largamente superado. Los hechos recientes de la ottobrata romana nos prueban lo contrario. Con solemnidad insólita para estos argumentos, el Osservatore Romano del 18 y 19-10-1982 ha publicado en primera página una carta del papa Juan Pablo II al cardenal vicario Poletti, pidiéndole que en la diócesis de Roma sacerdotes y religiosos vuelvan a vestir los hábitos, las sotanas o el clergyman.
Será gusto por la arqueología, o lo que se quiera, pero yo prefiero con mucho la carta del papa Celestino 1, que en el año 428, escribiendo a los obispos de la provincia de Narbona, decía: "Debemos distinguirnos del pueblo y de los demás por la doctrina y no por el vestir; por la conducta y no por el aspecto exterior; por la pureza de ánimo y no por los adornos". Y hablando después de algunos monjes, añadía: "Que continúen conservando este modo de vestir (el manto y el cinto de los monjes) aquellos que habitan en lugares remotos y lejos de los demás, siguiendo la costumbre más que la razón". Y contemplando el folklore sacro de los hábitos de los religiosos y religiosas, prefiero volver al capítulo 55 de la regla de san Benito, el padre de los monjes de Occidente, que cuando dicta las normas del vestir a sus hijos propone simplemente la indumentaria humilde y pobre de los labradores de la región del Lacio. Soy un nostálgico, ¡qué le vamos a hacer! /
profesor del Claretianum (pont. Universidad Laterano).
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