Felipe González ha realizado una oferta de moralización pública pilotada por el PSOE y con el apoyo de la sociedad
Cuarenta mítines en diecinueve días, aparte de los de pre-campaña, y 20.000 kilómetros a bordo del autobús fletado por el PSOE para su líder, además de excursiones aéreas a Baleares, Canarias, Barcelona, Galicia, País Vasco y Sevilla, no han modificado el mensaje esencial que Felipe González se ha esforzado en transmitir a sus potenciales electores: es necesaria una nueva mayoría parlamentaria, pilotada por el PSOE, pero apoyada en la sociedad, para moralizar la vida pública española y sacar a este país de la grave crisis económica que padece.
Este mensaje ha sido repetido en cada cine, cada teatro, cada plaza de toros, cada estadio, donde el líder socialista ha insistido en que no deseaba atacar a las otras fuerzas políticas y, frecuentemente, se ha mostrado más sensible frente a los poderes económicos o sociales que pretendían descalificar la oferta socialista.Las acusaciones de determinados dirigentes empresariales contra los propósitos intervencionistas del PSOE en la economía privada, suscitaron de modo reiterado la irritación de Felipe González, que reveló las conversaciones mantenidas con numerosos empresarios. El secretario general del PSOE repitió su oferta de suscribir un documento en el que los empresarios renunciaran a la intervención del Estado.
Esta oferta la extendió en el País Vasco al PNV y, sobre todo, en Cataluña, a Convergència i Unió, fuerzas políticas que gobiernan, respectivamente, en cada una de estas nacionalidades.
Otra de las cuestiones que han producido la crispación habitual de Felipe González ha sido la campaña de un sector de los religiosos de la enseñanza, capitaneado por el agustino Angel Martínez Fuertes, contra el programa socialista en materia educativa, por entender que serían retiradas las subvenciones del Estado a los colegios privados. El líder socialista insistió una y otra vez en que se mantendrán las subvenciones, lo cual no impedirá que se refuerce y dignifique la enseñanza pública.
Muy especial acento puso Felipe González al denunciar las cartas dirigidas en numerosas ciudades a los padres de los alumnos, anunciándoles que en caso de triunfo socialista, sus hijos perderían la plaza en el colegio privado.
La preocupación por los niños sólo ha sido comparable, en la campaña de Felipe González, con la inquietud por los ancianos. "Ya nadie volverá a tener la tentación, ni siquiera los socialistas, de utilizar electoralmente la elevación de las pensiones, porque haremos una ley por la que el aumento será automático, de acuerdo con la subida del índice de la vida".
La lucha contra la corrupción, la sustitución de la metralleta por la palabra, la solidaridad entre las distintas nacionalidades y regiones de España -particularmente puesta de manifiesto durante los dos días que no dudó en restar a su campaña para visitar, sin explotación electoral, el País Valenciano, Albacete y Murcia-, el optimismo frente a los intentos golpistas y la preocupación por el desmoronamiento de una derecha moderada que se contraponga democráticamente a la oferta socialista, completan el mensaje electoral de Felipe González.
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